#01

46 4 48
                                    

18 de Abril de 1970

Aquel día era sábado, el clima era asfixiante por tratarse de la primavera en Londres; si bien las primaveras son menos sofocantes que los veranos, ese día en particular era asfixiante por la situación que un pequeño, pero no menos importante número de personas, atravesaba.

Habían pasado sólo ocho días desde que la caída de un grande se había suscitado y, con grande, puede uno bien referirse a una especie de “cuarto Reich” en la historia de la humanidad, pero llevándolo a un ámbito mediático y menos desastroso; ¿la situación? La banda más grande de los tiempos contemporáneos se había disuelto: The Beatles.

Haciendo remembranza, había sido el diez de abril en que Paul McCartney había dado una entrevista cuyas preguntas fueron planeadas por él, entre las cuales se cuestionaba el futuro de la banda como una unión, a lo que él contestó, que The Beatles ya no tocarían juntos. Ya no lo harían más. Si bien era un acontecimiento que más de uno esperaba desde hacía más o menos, cuatro años atrás, la ruptura al fin se hacía pública a través de la persona menos esperada.

A todos los que trabajaban o bien colaboraban con la banda les cayó como un balde de agua fría el saber que “el sueño había terminado”; entre todos esos partícipes de la historia más alucinante e influyente de la cultura pop, se encontraban ingenieros de audio, músicos de sesión, arreglistas, productores, publicistas, abogados, secretarias y fotógrafos. Y entre toda esa legión a menor escala de manos artísticamente divinas, se encontraban las de la eterna acompañante: María Monroe.

Narra María:

Todos en la vida… o quizá sólo los jóvenes, sentíamos que el mundo se caía a pedazos; la nueva década iba apenas en su cuarto mes y la humanidad se quedaba sin una de sus bandas más queridas, creativas e idolatradas.

Parecía que la dorada década de los ’60 se convertiría en aquel viejo amor que nunca olvidas por lo magnifico que fue.

La separación de los Beatles era algo que todos veíamos venir desde años atrás, sabíamos que el futuro de la banda pendía de un hilo y sólo era cuestión de que una gran bomba egocéntrica explotase para que las ruinas de aquella legendaria banda se resquebrajaran.

Ese diez de abril en específico estaba en casa ordenando algunas cajas pues planeaba una nueva mudanza a un lugar más pequeño y adecuado; escuchaba la radio cuando McCartney hizo tal declaración: los Beatles no tocarían juntos de nuevo. Si bien con anterioridad Ringo había dejado por un par de semanas a la banda, George lo había expresado en incontables ocasiones y John, había hecho un comentario drástico y de mal gusto pidiendo un “divorcio” de la banda, tal y como su divorcio de Cynthia, sabía que el hecho de que Paul lo hiciera público significaba que no había vuelta atrás.

Todos los involucrados sabíamos que aquella declaración que era más bien una decisión definitiva, derivaría en un sinfín de cosas, tales como el alboroto mundial de los y las fans (siendo las últimas las que más nos preocupaban), la pérdida de un fuerte de la entrada capital a los estudios Abbey Road, así como para Apple records; sin omitir, desde luego, los despidos de varios colaboradores en distintos rubros que trabajaban con la banda. Si bien algunos, en los que me incluyo, podíamos librar la caída al tener otras fuentes bastante seguras de trabajo, había otros que habían dedicado su vida entera a la agrupación.

Pese a que yo no me encontraba en esa lamentable situación, no podía evitar el creciente vacío dentro de mí, pues por allá volaban los mejores y más apasionados años de mi vida sin ser yo una anciana.

Lo siguiente que hice fue salir al patio trasero, encender un cigarrillo y dejar que la tarde fluyera como debía darse todo proceso en la vida. Entonces mi teléfono sonó.

Natural AffairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora