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Cuando llegamos al edificio donde se encontraba mi departamento, ayudé con una de las cajas, entramos y tomamos el ascensor de aspecto antiguo; mi nuevo hogar se encontraba en uno de los más antiguos edificios de la ciudad, datando desde épocas victorianas y siendo restaurado a principios de los años ’60.

Mientras íbamos en el ascensor no dejamos de mirarnos. Caminamos hasta la puerta de mi departamento y entramos con cuidado para no tirar nada de lo que contenían las cajas; pusimos ambas en sobre una mesa que estaba cerca de la sala y él comenzó a echar un vistazo por todo el lugar.

-Vaya… es encantador- dijo con cierto asombro

-Eso suena a que no esperabas encontrar algo así ¿dudas de mi buen gusto?

-No lo habría hecho de no haber conocido a los chicos con los que has salido- respondió sonriente y presumido causándome fuertes risas.

-Bueno, son etapas… éramos jóvenes- respondí acercándome a él.

-Hay ciertas cosas que los jóvenes no pueden conseguir…

-¿Quieres una bebida?- ofrecí

-Me encantaría- contestó.

Caminé hacia el mini bar y pude ver cómo observaba la avenida trasera por uno de los ventanales.

-Las nubes tiene un color rojizo muy bonito… ¿qué hora es?

-Las siete ¿por qué?- me detuve cuando estaba por servir las bebidas.

-Lo había olvidado- dijo cambiando de semblante y caminando hacia a mí

-¿Qué cosa?

-Me ofrecí muy amablemente a enviar un telegrama a la familia de Brian en horario puntual.

-¿A qué hora?

-A las siete- contestó un poco preocupado –Tengo la vaga esperanza de  haberlo dejado en el auto…

-¿Vamos?

Ambos salimos a toda prisa a su auto para buscar por todos los rincones posibles aquel telegrama, sin tener éxito. Nos recargamos en la cajuela y él continuaba abstraído, intentando recordar dónde lo había dejado.

-Maldición- recordó

-¿Qué?

-Lo dejé en casa… sobre el escritorio de mi biblioteca…

-¿Tienes una biblioteca?- pregunté ignorando lo demás

-Tengo muchas cosas- respondió sonriente

-Bien, no se diga más…- caminé hacia la puerta de copiloto

-¿Qué cosa…?

-Vamos a tu casa- respondí sonriente y él no lo pensó.

Ahora íbamos camino a casa de George con el propósito de encontrar un telegrama que posiblemente no sería enviado, al menos no esa noche con nosotros dos juntos.

Si bien tenía intenciones de ayudarlo, también tenía una gran curiosidad por conocer su casa, cómo era, dónde estaba y así conocer la intimidad de aquel misterioso y galante hombre.

Al llegar abrió la cochera, estacionó el auto y cerró la misma con un pequeño control remoto.

-Ni Batman se da esos lujos- dije bromista.

-Vamos…- me cedió el paso y si la casa era bonita y elegante por fuera, por dentro lo era aún más.

No era una casa de grandes dimensiones, pero era una casa adecuada para él, con los espacios requeridos y el aspecto más sobrio que se pudiera imaginar.

Natural AffairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora