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Porque algunas personas por más que busquen

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Porque algunas personas por más que busquen...

Jamás serán libres.
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Una hermosa mujer se paseaba por la ciudad de Moscú en una bella noche, vestía elegante por que gracias a la posición política de su padre fue invitada por el mismísimo Zar de esa época.

Nicolás II y su bella esposa, jamás había visto a la mujer de éste así que estaba muy ansiosa por conocer a tal mujer.

Pobre de esa mujer, no sabía que toda la velada cambiaría drásticamente.

Entró en el Palacio con una sonrisa amplia siendo recibida por su padre y unos de sus amigos. Éstos le incómodaban a más no poder, hasta el punto de decir que los odiaba en cierta forma.

Viejos verdes que buscaban cualquier excusa para acercarse a ella con segundas intenciones o en algunas ocasiones casi manosearla, apesar de que la mayoría están casados y con hijos en el mismo sitio.

Tan repugnante.

Pero ella resistía todo ésto por su padre y no, no era uno amable. La usaba como ancla para futuros nueros de buena posición para seguir el legado de la familia con una reputación impecable. Él no le adornaba nada de lo que decía, lo único que ella admiraba realmente de su padre era la manera tan brutal para ser directo y sincero. Por desgracia ella no se podía dar ese lujo en aquella época.

La noche avanzó, la velada iba magnífica.

Ojos cafés se posaron en aquélla jovencita rubia, la seguían como si fuese una pequeña presa.

Se acercó la estrella de la velada, el mismo zar en persona a la pequeña joven, ésta estaba  así rodeada de aquellos hombres maduros que insistían en bailar una pieza con ella.

Mejor momento no pudo escoger éste para aparecer, los hombres de calmaron al verle e hicieron una reverencia ante él, junto con la mujercita.

—Saludos señor,— saludaron casi al unísono los hombres, pero al Zar menos no le podía importar.

Con su único ojo bueno veía a la menor, su otro ojo perdió parcialmente la vista tras el desastre de estar junto con Iván, el Zar ruso más lamentable de toda la historia zarista de aquel país.

También le decían Iván el terrible. Gracioso para el nuevo Zar.

—Buenas noches señor — se inclinó la menor del Grupo cerrando los ojos.

—Buenas noches jovencita, veo que ha disfrutado de una compañía variada — le sonrió, esa sonrisa no podría decirse por qué era o que reflejaba.

Una sonrisa simple nada más.

—Oh sí señor, cortejarla es complicado — respondió el hombre menos mayor del Grupo con una sonrisa divertida, al parecer lo dijo como chiste.

Uno muy malo.

—Ja.. Sí — la joven río incómoda, el mayor lo notó rápidamente.

—Señorita, si no me molesta, me encantaría bailar ésta pieza con usted — extendió su mano hacia la menor con suma delicadeza.

Los demás hombres quedaron impactados por la sorpresiva invitación, en el Fondo pensaban que la menor le rechazaría también.

Quedaría como el hazme reír de la noche, o eso pensaron.

—Claro, me gustaría — tomó la mano contraria dejando a los señores con rostros entre sorpresa y estupefacción.

«¡Oh cielos!, se han llevado a la chica más linda de la velada!»

Pensaron algunos mientras la menor seguía al líder de la nación en ese momento, ella no entendía por qué aceptó.

Quizás lo hizo para sacarse de encima a eso viejos molestos, o quizá le agradó a primera vista el mayor. Debe ser lo primero.

La música empieza lenta y armoniosa, los pies de muchas personas comienzan a ir al ritmo dejando en el centro a una pareja de baile vistosa.

Una joven hermosa y suertuda junto al Zar que era de buen aspecto, que mejor combinación?.

Bailaban y bailaban, pero sus miradas nunca se encontraron.

El de ojos café tenía deseos de ver los ojos de aquella jovencita que captó su atención al entrar al lugar.

—Jovencita, ¿tanto le incomodaron esos hombres que ni siquiera puede verme a los ojos? — susurro hacia ella, su aliento le hizo estremecer.

|𝘼𝙦𝙪𝙚𝙡 𝙃𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚 𝘽𝙖𝙟𝙤 𝙇𝙖 𝙇𝙡𝙪𝙫𝙞𝙖|☔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora