Capítulo 15

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Hubo una vez en que las flores de Verónica se enojaron con ella y empezaron a morir con un simple toque suyo

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Hubo una vez en que las flores de Verónica se enojaron con ella y empezaron a morir con un simple toque suyo. Hasta donde Vero recordaba, esa era la peor crisis que había atravesado en su vida: no saber exactamente qué querían las flores, cómo reconciliarse con ellas y poder tocarlas de nuevo sin que se marchitaran, la incertidumbre de no saber si siempre estarían enojadas.

Y fue en medio de esa crisis que conoció a Noah.

Él la vio desanimada una tarde en su pastelería y, con la pura intención de ayudar, le regaló algunas gotitas de maracuyá y una sonrisa sincera que dio inicio a su amistad.

Los días pasaron y Vero seguía sin una respuesta de lo que sus flores querían a cambio de regresar a la normalidad. Una tarde, cómoda en la compañía del pastelero, decidió contarle su problema... y sobre su don. Él, al comienzo, obviamente la miró como si estuviera loca, sin embargo, Vero le demostró en vivo y en directo el rencor de sus flores al matar uno de sus girasoles tocándolo.

En esa conversación hubo un chispazo —que ninguno de los dos vio como algo más que amistoso— cuando Noah aceptó sin más que Vero tenía una conexión mágica con las flores. A lo mejor para él no fue gran cosa esa aceptación, pero para ella, que tantas veces había sido tratada de demente al revelar su secreto, fue como una brisa de aire fresco.

Ese día ella supo que Noah sería importante en su vida.

Entre conjeturas, teorías y varias hipótesis, Noah y Vero descubrieron el motivo del enojo de las flores —temas de amores y de malas decisiones— y pudieron solucionarlo juntos antes de que ella se diera por vencida.

Fueron días y días de inquietud, y al verlo todo solucionado, Vero, aliviada y feliz, quiso ir a tomarse algo para quitarse el regusto de la tensión de los hombros. Invitó a Noah, su buen y nuevo amigo, y juntos compartieron algunos tragos.

En realidad, Vero se tomó los tragos de los dos mientras Noah apenas probaba alguna que otra cerveza. Él era de las personas que disfruta los momentos y elige no embriagarse demasiado para tenerlos todos presentes después.

Vero, por otro lado...

—Te voy a dar mi dirección —le había dicho a media velada—, por si acaso cuando nos vayamos soy incapaz de recordarla.

Pidió al chico de la barra un pedazo de papel y anotó su dirección, luego se la dio a Noah, que la puso a buen resguardo en el bolsillo de su pantalón después de reírse.

—¿Hasta ese punto planeas beber? —le preguntó Noah.

Vero bebió de su vaso antes de responder:

—No lo planeaba, pero esto está muy rico.

Noah asintió y de forma silenciosa le prometió no dejarla inconsciente en el bar sino sana y salva en su apartamento, si llegaba el caso.

Los pasteles de Noah  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora