Capítulo Segundo

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Título: Todos los muñecos tenían el mismo rostro.

El sendero me condujo hasta un pequeño altiplano que terminaba en un terraplén de unos cuatro o cinco metros sobre la orilla del mar

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El sendero me condujo hasta un pequeño altiplano que terminaba en un terraplén de unos cuatro o cinco metros sobre la orilla del mar.

Me senté en una roca y permanecí durante un largo rato observando el espectáculo que se ofrecía a mis ojos. En la línea del horizonte divisé un punto negro que debía de ser un barco. A los pocos minutos había desaparecido. A mi izquierda, a unos tres kilómetros, se encontraba el acantilado con el faro y,tras él, el bosque que se perdía en los montes. El terreno que llevaba hasta allí era bastante escarpado. Seguramente habría alguna carretera interior  de acceso, pero desde mi posición no podía verla. A mi derecha se extendía la playa, accidentada y rocosa,y un poco más allá el pueblo, con alguna casita que llegaba casi hasta el agua.
El sonido de unas gaviotas me hizo volver la cabeza hacia el faro y mis ojos descubrieron, a unos treinta metros,a una persona que contempla el mar.

¡Era imposible no haberla visto antes!¿De dónde había salido?

Me acerqué con curiosidad y advertí que se trataba de un chico de mi edad y que parecía no haber reparado en mi presencia.
-¡Hola!- saludé tímidamente.
Entonces me miró. Tenía el pelo rubio, y sus ojos de un azul casi transparente revelaban una profunda tristeza. Daba la impresión de haber llorado.
-¡Hola!- respondió-. Tú eres T/n, ¿verdad?
Me quedé de piedra.
-¿Cómo sabes mi nombre?
- Tongyeong es demasiado pequeño.

La respuesta habría sido satisfactoria dos días más tarde, pero yo acababa de llegar al pueblo hacia apenas unas horas y nadie me conocía todavía. El muchacho volvió sus ojos hacia el mar y pareció olvidarse de mí.

-¿Cómo te llamas?- pregunté.
Tardó unos instantes en responderme. Tuve tiempo de sentarme y contemplar los movimientos de tres gaviotas que se habían posado a unos metros de nosotros.
- Lee Felix- dijo sin volverse.
-No te he visto llegar.
-¿Te gusta la casa?- preguntó sin hacer caso de mi observación.
-¿La casa? Sí. Es muy bonita.
El sol se posaba con suavidad sobre la línea de los montes, con una gran naranja de fuego.
- A mí también me gustaba mucho.
Las enigmáticas palabras me parecieron venir de muy lejos; igual que una voz o una música que suena al otro lado de un tabique. Volví los ojos y descubrí con sorpresa que no había nadie junto a mí.

El muchacho había desaparecido misteriosamente.

Regresé a casa perseguido por las sombras- las de la tarde y la de Lee Felix-,que se cernían sobre mí como fantasmas.
Por supuesto, no dije nada de aquel extraño personaje a mis padres durante la cena y menos a mi hermano. Me habrían tomado por loco. Pero no me pude quitar de la cabeza el rostro de aquel desconocido. Sus ojos transparentes se aparecían por todos los rincones de la casa, y sus palabras retumbaban en mi cerebro como eco apagado. Tenía la impresión de que en cualquier momento volvería a tropezarme con él.

Después de la cena dimos una vuelta por el pueblo.La gente paseaba por la calle o se sentaba en sillas de anda a la puerta de las casa.

En la plaza de la iglesia había una fuente y a su alrededor unos árboles y unos bancos donde vimos grupos de jóvenes. Un bar que se anunciaba como La Taberna de Bang Chan tenía dispuesta las sillas y las mesas al aire libre, casi todas ocupadas.
Estábamos tomando unos helados cuando se nos acercó un hombre que fumaba un puro y que nos obsequio con una sonrisa postiza.

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⏰ Última actualización: Dec 22, 2021 ⏰

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