Prólogo

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Empezaba a caer la noche en una ciudad a la cual de momento no diremos su nombre. Algunos locales ya se preparaban para cerrar sus puertas y los empleados guardaban todo para así poder irse a sus hogares y descansar para estar con energías para un nuevo día.

En un edificio algo grande ocurría lo mismo, algunos empleados empezaban a guardar sus cosas para así tener sus escritorios limpios y ordenados. Entre los empleados que se encontraba en ese edificio había una persona un tanto particular, dicha persona era una mujer, quien estaba sentada en su computadora guardando algunos documentos importantes.

Tras varios minutos de estar en su silla la mujer dejó por un momento lo que estaba haciendo y dio un suspiro de cansancio, estiró sus brazos para así evitar que le diera un calambre. Luego retomó lo que estaba haciendo momentos antes. La mujer estaba muy concentrada en lo que hacía, sus ojos se movía de un lado a otro por el monitor de su computador, podría pasar cualquier cosa a su alrededor y ella no se daría cuenta.

Por unos breves momentos volteaba su vista a un lado de su computador para ver algo que había en su escritorio, lo que había ahí era lo que parecía ser un pequeño cuadro con una foto en ella. Al verlo una sonrisa se formó en su rostro y le dio una alegría incomparable.

La mujer en cuestión, como se había mencionado anteriormente, es un tanto particular, y no lo digo de mala manera, lo digo por su apariencia que sin duda llama mucho la atención. Lo primero a destacar en ella, es que tiene el cabello completamente blanco y atado a una cola de caballo, y no por qué sea mayor de edad, es su color natural. Llevaba puesto un traje de ejecutiva que consiste en una blusa color azul celeste manga larga, una falda color negra, tacones de color negros y llevaba unos lentes.

Detrás de ella pasaba otra empleada y compañera de la mujer de cabello blanco, quien al verla aún sentada en su silla frente a su computadora fue que se acercó a ella para hablarle.

_ Oye Linka, ya es hora de salida. Deberías de parar por hoy.— dijo la mujer a la albina.

Fue ahí que la mujer de nombre Linka se estremeció cuando escuchó esa voz, volteó y vio a su compañera de trabajo. Quién le miraba un poco seria y a la vez graciosa por como había reaccionado.

_ Perdón Sasha. No me fijé que hora era. Estaba centrada en la venta que acabo de hacer, si sigo así podré atraer más clientes para la empresa.— respondía Linka a su compañera.

_ Sé que lo harás, no por nada eres la empleada número uno en ventas. Lo mejor que puedes hacer es descansar, te vendrá bien luego de tanto trabajo que has hecho.— comentaba Sasha a la peliblanca.

_ Creo que tienes razón, déjame guardar todo esto y luego te alcanzo.— dijo la peliblanca.

Fue ahí que Sasha deja a Linka sola y camino hacia donde estaba el elevador para esperar a su compañera. Por otra parte Linka fue a su computadora y terminó de guardar los documentos restantes, luego de eso apagó la computadora y acomodó en su escritorio. Volvió a ver la foto que había ahí en su escritorio, no importa cuántas veces la vea, siempre le trae una sensación de tranquilidad que necesita cuando hay días muy agitados, lo que le provoca mucho estrés.

Ya acomodado su escritorio y guardado algunas cosas en un maletín fue que dejó su puesto de trabajo y fue a dónde estaba su compañera. Entraron al elevador y de ahí Linka apretó el botón que las llevaría hasta el primer piso.

Estando ya abajo ambas salieron del elevador, caminaron por el vestíbulo en donde había otra compañera de ellas, quien es la recepcionista. Salieron del edificio despidiéndose del guardia de seguridad que se encontraba ahí. Mientras caminaban con rumbo al estacionamiento, fue que ambas mujeres tendrían una breve conversación.

Mi vida caótica (Sin Kids) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora