¡Al fin! Carajo, al fin me voy a ir. Hoy sale mi vuelo hacia la ciudad de México. Allá están Jota, Daniel y Diego, mi banda, ya esperándome. Cada uno viene de distintos estados, así que vamos a ser una banda bien multicultural.
La neta tuve uno que otro problema para salir de mi casa. Mi mamá andaba llore y llore... Ya luego les contaré porqué. Me dio la bendición como veinte veces y, ¿yo qué podía decirle? Me vi bien aventado la neta, pero toda buena decisión va acompañada de un chingue su madre. Yo no le dije nada. Nada más me subí al avión luego de documentar todas mis pinches maletas. Ah, y le mandé un mensaje a Daniel para decirle que ya iba. "Si se les olvida, me los madreo" escribí.
Después de todo, de documentar mi chingo de maletas, de encontrar mi asiento y por si fuera poco de ir aguantando a la bendición chillona que venía al lado de mi, llegué al aeropuerto. Nunca he venido, pero los chavos dicen que está bien grande, y como noté el desmadre que había, mejor le marqué a Daniel.
—¿Qué pex? — Me contestó.
—Oye, ya llegué.
—¿En qué terminal estás?
—¿Eh?
—Sí, wey — Se rió. —, ¿En qué terminal estás?
—No mames, yo no le sé a eso.
—A ver, ¿De dónde vienes?
—De Sinaloa.
—Entonces estás en la uno, pinche menso.
—Ah — Me reí —, pues ahí.
—¿En cuál puerta?
Caminé tantito para poder ver el número. —A25.
—Quédate ahí wey, no te muevas.
—Ya pareces mi mamá, wey.
—Eso te pasa por no saber ni donde estás. Ahí quédate, ya vamos.
Me colgó y yo me quedé ahí parado hasta que vi sus mechoncitos rosas entre la multitud. La neta ya nis habíamos visto, pero nada más por videollamada. Diego está casi de mi tamaño y es muy callado, pero de un modo u otro le entra chingón al desmadre; Daniel es bien parlanchín, igual que Jota. Cuando nos vi, me di cuenta de que ya no nos vemos tan morros.
—¿Ya no te perdiste? — Me preguntó Daniel chocando nuestras manos mientras se burlaba.
—Cállate, esto no se menciona.
—Es que no puede ser que no sepas algo tan simple. — Me regañó Jota.
—Pinche menso. — Se unió Diego.
—Bueno, órale — Sonreí —, me halagan con tanta atención, en serio, pero tengo un chingo de hambre, necesito comer.
—Aguantate, la casa nos queda bastante lejos.
—¿Cuánto es lejos?
—Como a dos horas.
—Me voy a morir de hambre, wey. — Jota se ve re chistoso con su greñero jajajaja.
—Son las 4, relájate.
—Y vete acostumbrando al horario. — Me dijo Diego dándome palmaditas en la espalda. La neta no creo que vaya a ser tan difícil, lo que pasa es que estos weyes son bien exagerados.
Total, Jota manejó como hora y media por pura carretera hasta que finalmente llegamos a la civilización, donde empezó a meterse entre calles para poder llegar a la casa que estamos rentando. Digo estamos porque, desde que me avisaron que ya estaba, empecé a mandar dinero. Está bastante bien, tiene tres recámaras, y tengo entendido que a mí me toca estar solo por aquello de que la batería usa un chingo de espacio y eso. Yo les dije que no había pedo en compartir con alguien, pero ellos quisieron, así que no importa.
Hasta eso, no traje tantas cosas, pero son un chingo de maletas. Nada más mi ropa, mi computadora y mandé algunas cosas por paquetería la semana pasada. Por suerte, ahora todos tenemos siquiera un colchón inflable. Ni pedo, así se empieza a veces.
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Después de todo, estás tú •|Roberto Saracho|•
FanfictionDecirte que te amo podría salvarnos a ambos del abismo.