Parte A

325 41 4
                                    

Sentados en diversas partes del escenario, y frente al director de la compañía teatral, yacían Terry y el resto de sus compañeros.

Éstos se veían emocionados gracias a los días de descanso que se les había autorizado debido a las fiestas que se aproximaban.

Terry, en cambio, lucía serio; además, en su mano, sostenía un sobre que recientemente se le había entregado.

Era de parte de Eleanor Baker, que, a un selectivo grupo de compañeros de tablas, les hacía la invitación de ir a festejar con ella la Navidad.

— Navidad. Cómo si yo tuviera el humor — dijo para sí el guapo grinch con deseos de romper lo que sostenía; sin embargo, con estrujarlo fuertemente se dio gusto y aventárselo al humano más próximo que, por supuesto, ante la agresión, se giró a verlo.

Fingida e inocentemente, Terry sonrió; y con cierto malestar, dejó la silla al dárseles la orden de poder retirarse.

De momento, él regresaría a su camerino, ese que de meses atrás, había pasado a ser suyo a pesar de su tropiezo y dura caída.

Con apoyo y comprensión, Terry volvió a tomar las riendas de su vida. Bueno, al menos la parte de su profesión. La privada seguía prendida a Susana, jovencita que también se animaba con los arreglos y las festividades.

— Espero que le guste a Terry cómo va quedando el árbol — dijo Susana al estar colgando una pareja de elfs de costoso material.

— Me sorprenderá que al menos le preste caso.

— Mamá —, ésta desenredaba la serie de foquitos multicolores y oía la reprochadora cuestión: — ¿por qué no has logrado cambiar tu actitud para con él?

— Lo haré justo el día que él la cambie para contigo —, molesta y ruda la mujer peleaba con la difícil instalación.

— Yo... también soy responsable de que él sea así. No lo culpes del todo. Además, Navidad se acerca y...

— ¿Es época de perdonar? — la fémina mayor obviamente hubo ironizado.

— ¿Por qué no? Y honestamente deseo que él sea muy feliz.

— Susana —, una madre bajó rendidamente los brazos y miró a la joven: — tú bien sabes lo que verdaderamente lo haría.

— Es cierto. Pero...

— ¿Estás dispuesta a dejarlo en libertad?

Callada, la rubia ojo azul tomó una diminuta estrella de muchas empacadas en una enorme caja. Por instantes, la miró. Posteriormente, cerró los ojos y la apretó contra su pecho.

Arrojado un suspiro, una sonriente joven Marlowe abrió los párpados para dedicarse a colocarla en un lugar del árbol.

En eso, se escuchó la puerta.

Por ella, ingresaba Terry que, aunque secamente, saludaba a las ahí encontradas.

La emoción que él siempre provocaba en Susana se dejó oír:

— Bienvenido a casa, querido. ¿Cómo estuvo la reunión?

— Como siempre: poco interesante — dijo él sonriendo fugaz y fingidamente.

— Qué raro. Recuerdo que por estas fechas, el señor Hathaway nos anunciaba vacaciones o fiestas a las que fuéramos invitados.

— Pues... no —, deteniéndose a medio camino, Terry mostró sus enguantadas manos vacías para comprobarlo. — No recibí ninguna.

— ¿Ni tampoco un día de vacaciones por acercarse Navidad?

— Susana, aprovecho este momento para compartirte que yo nunca las he celebrado. Así que... voy a mi habitación.

— Terry — Susana lo llamó al emprender él el camino.

— Sí — contestó él girándose para atender:

— ¿Pudieras ir al centro comercial que está a pocas cuadras de aquí? Hice un pedido de... esferas especiales, y me garantizaron que hoy ya estarían en la tienda.

Además de ellas, Terry no soportaba estar en esa casa; por ende, sin objetar siquiera y con pleno gusto, él aceptó ir por el encargo.

Debido a que el joven actor ni el abrigo se hubo quitado a su ingreso, las mujeres lo vieron salir raudo y veloz.

De su escurridiza actitud, increíblemente Susana sonrió; en cambio, la señora Marlowe coloreó sus ojos de un rojo furioso; y contrario al buen deseo de una hija, la madre le deseó lo peor.

Por supuesto, para Terry, ¿qué peor malestar pudiera sufrir? ya ni el toparse con un "enemigo" de antaño.

Para la temporada, la bien acostumbrada Annie y el elegante Archie a Nueva York fueron para hacer sus compras.

El joven Cornwell paseaba por el departamento de caballeros, mientras que Brighton se entretenía por el de las damas.

La empleada en atenderlos llevaba unos artículos al mostrador para ser envueltos en papel regalo.

Por estar en ese mismo lugar aguardando por el encargo, Terry, minutos después, tendría la oportunidad de reencontrarse con ese par de excompañeros de colegio.

De momento, dos seres se verían rodeados de enemistad; sin embargo, uno la alejó para decir:

— Gusto verte, Annie.

— ¡Terry, qué sorpresa!

— En verdad la ha sido. Archivald.

— Granchester.

Reteniendo todo lo que en ese instante se quería decir, los dos jóvenes estrecharon manos.

De cierto modo, Annie le daba gusto verlos saludarse; pero interiormente, el gusto de la morena era por su amiga que en su hogar...

— Ya está listo todo, gracias nuevamente a la ayuda de Annie y Archie, lamentando yo que Albert no pueda estar con nosotros.

— Pero te dio su palabra que para fin de año aquí estará contigo.

— Pues sí, pero...

— No todo se puede tener en esta vida, hija. Además, aunque él lo quisiera, sus obligaciones lo tienen atado.

— En buena hora se le dio por aparecer y revelar que él era el tío abuelo.

— Si lo hizo fue por ti.

— Es verdad, pero...

Debido a las miradas y poses reprobadoras de sus madres, Candy corregía:

— Está bien. Dejaré de quejarme, al fin que mientras haya vida...

Dichas las últimas tres palabras, la rubia ojo verde se quedó callada al relacionarlas nuevamente con Terry. 

OTRA NAVIDAD EN EL HOGAR DE PONYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora