La navidad soñada estaba lejos de cumplirse para una pequeña familia recién llegada la calle Els. En esta pequeña zona han pasado sucesos extraños a lo largo de los años, y los residentes poco a poco se acostumbraron a ellos. Es normal que nadie sal...
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En vísperas de navidad las personas enloquecen en todo el mundo, están pendientes en armar el arbolito, en decorar la casa, en planear la cena de noche buena y en enumerar la cantidad de personas que invitarán a cenar, pero en la calle Els no sucede lo mismo. En la peculiar zona, ninguna casa está decorada por fuera y si alcanzas a ver por las ventanas notarás que sólo se distingue un árbol de navidad y alguna decoración alrededor. Los vecinos son tétricos, sus casas son del terror, no se conocen entre ellos y tampoco quieren hacerlo, cada uno vive sin entrometerse con el otro.
Este año será diferente para una nueva familia, que se muda a la casa que nadie quiere habitar, se trata de la última casa de la cuadra, la cuál se dice que al entrar se siente que alguien te observa día y noche. Esto último no tardó en notar la madre de la familia, quien por las mañanas quedaba sola en casa, ya que sus hijos iban a sus entrenamientos de básquet y fútbol, y su marido trabajaba hasta la noche.
El silencio de la casa no la ayudaba a estar tranquila, así que tomó las llaves del hogar y salió de ésta para dirigirse hacia la tienda más cercana. Aún le faltaba comprar comida para la cena navideña, en que invitaría a familiares y amigos, y los niños regresarían tarde a la casa ese día. Los vecinos ya le han advertido que no deberían celebrar navidad este año, que en esa casa pasan cosas extrañas y que en lo posible deberían irse del lugar. Pero ninguno de ellos es demasiado valiente como para advertirles a la familia que tengan cuidado con cierta persona que observa cada casa en la calle. Alguien controla todo lo que pasa en la cuadra, y ese alguien no es exactamente una persona.
Llegando la noche, la madre se encontraba con sus dos hijos decorando el árbol de navidad, faltaba exactamente una semana para la celebración.
— Má, mira —señaló un adorno en el árbol—. Lo acabo de hacer ¿Te gusta? —la madre le sonríe y lo carga entre sus brazos.
Dylan, el mayor de los chicos, es el más creativo, siempre está inventando cosas y pensando en cómo ayudar en casa. Mientras que el más pequeño es más tranquilo, ama la lectura y los deportes. Los dos comparten habitación debido a que el más pequeño tiene miedo de dormir solo, dice que siente que algo lo observa por la ventana. Unas noches atrás, se levantó a altas horas de la noche y salió corriendo a la habitación de sus padres, comentando que vió por la ventana un perro con ojos brillantes, que miraba hacia su ventana y que lo saludó. Los padres pensaron que tuvo una pesadilla y lo dejaron dormir con ellos.
Antes de que la madre llamara a sus hijos para cenar, tocaron el timbre de la casa. Ya era muy tarde y su esposo seguía en el trabajo, asi que se acercó a la puerta pero por la mirilla no alcanzó a ver a nadie. Cuando abrió, en el suelo encontró una caja con envoltura de regalo, la calle estaba desolada y una brisa de aire frío le recorrió el cuerpo. Agarró la caja y volvió a entrar en la casa, cerrando con llave.
Ya en el comedor decidió abrirlo, en el fondo de la caja se encontraba un adorno navideño, un pequeño hombre de nieve, y tenía una nota que decía "Bienvenidos al vecindario". La mujer sonrió y fue a colgarlo en el árbol, justo en frente para que todos lo vieran. Pensó que quizás algún vecino les dió el regalo.
La noche transcurrió normal, excepto por la alarma que se activa con el movimiento, pero revisó la casa y no había nadie. Ya venía sucediendo hace algunas noches, la mujer no se sentía cómoda en su propia casa, siempre tenía la sensación que alguien los observaba por las ventanas, y hasta por dentro de la casa. Pero las cámaras de seguridad no captaban nada.
La familia no podía mudarse aunque quisieran, con mucho esfuerzo compraron la casa actual, y pensaron que sería su nuevo comienzo. Nunca se imaginarían que cavaron su propia tumba; desde que les llegó ese adorno de navidad, la casa rechinaba por las noches, no apagaban las luces de la cocina porque escuchaban ruidos provenientes del comedor, donde se encontraba el árbol de navidad, y los niños no querían dormir solos ya que veían sombras por toda la casa.
Tres días para navidad, leyó la mujer en la tienda de la esquina.
Cuando estaba llegando a su hogar, vió a un hombre parado fuera de la casa mirando fijamente, pero no llegaba a distinguirlo, pues tenía un sobretodo y una capucha. Ese hombre se alejó cuando la mujer estaba por ingresar a su terreno. Le restó importancia considerando que ahí toda la gente se comportaba de forma extraña.
Semanas atrás, cuando volvían ella y su marido de dejar a sus hijos en sus entrenamientos, una mujer intentó decirles que no es un buen lugar para vivir, y que deberían irse lo antes posible; desde aquel día que no la han vuelto a ver, y como siempre, los vecinos no saben nada.
— No puede ser... —dice al momento de ver los regalos destrozados en el suelo, los sillones movidos de lugar y la comida para la cena de navidad esparcida por la cocina.
Lo único intacto era una caja con envoltura verde con lunares y un moño encima de la mesa del comedor, la cual no era exactamente un regalo de ellos. Ojalá no la hubiera abierto, dentro se encontraba un gato muerto, lleno de moscas que empezaron a volar por la habitación, parecía que lo apuñalaron con un cuchillo y le sacaron las tripas.
Pegó un grito tan fuerte que hasta los vecinos husmearon a través de sus ventanas, suponiendo de dónde provenía; la mujer inmediatamente cerró la caja y la sacó de la casa. El olor a putrefacción llenó sus fosas nasales a tal punto de sentir que le faltaba el aire, y antes de tirarlo a la basura, recogió un papel que se encontraba sujeto con el moño.
"Bienvenidos, siempre es un gusto tener visitantes, lo digo porque nunca duran hasta después de navidad. Espero les haya gustado mi regalo, es un pequeño adelanto de lo que se viene"
