TRANSFORMACIÓN OVINA

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                                                                "Todo tiene una moraleja,
                                                          sólo falta saber encontrarla".
                                                                                        Lewis Carroll


Cuando Belén se transformó por completo en un ovino, comprendió todo el asunto…

Todo comenzó cuando Belén fue a comprar no sé qué cosas en quién sabe qué mercado. Con pesadez, recorrió los grandes y profundos corredores del mercado en busca de no sé qué cosas, pero se detuvo cuando escuchó una voz que la llamó desde un angosto pasillo. Mucha fue su curiosidad cuando vio que el llamado vino de un enigmático mago con barba blanca como una paloma.
“¡Agua, agua gratis. lleve su botellita de agua gratis!”, gritó aquel mago. Belén pensó que se trataba de una especie de publicidad engañosa muy normal en aquellos sitios, sin embargo, Belén tenía sed. Tal vez el andar por aquellos grandes y profundos corredores del mercado la había agotado sobremanera, así que se acercó al mago con cautela. “Ten la botella y toma el agua, si quieres, es agua gratis, pero ten cuidado, esta agua es mágica y puede mudarte, pero te quitará la sed”. Las dudas de Belén llenaron su cabeza, pero la sed que tenía era más grande. ¿Tenía algo qué perder?

Al día siguiente, Belén se levantó de su cama de un brinco, mas no de un brinco humano, sino de aquellos brincos que dan los becerros en los primeros días de haber nacido. Se miró al espejo y notó cómo sus orejas estaban cubiertas por una lanosidad blanca semejante a la cabeza de los hisopos. Quedó perpleja frente al espejo, pero reaccionó cuando escuchó que sus hermanas subían las escaleras, tomó una mascada y se la puso de inmediato sobre la cabeza para ocultar sus nuevas orejas ovinas. Mientras se ajustaba la mascada, sintió una sensación extraña en las piernas. Grande fue su sorpresa cuando se dio cuenta que sus piernas estaban totalmente cubiertas por esa misma lanosidad que cubría sus orejas. Sus hermanas tocaron la puerta de su habitación. Belén tomó una falda larga que jamás le había gustado, y se la puso para ocultar sus nuevas piernas aterciopeladas, mientras sus hermanas entraban a su habitación, qué importaba lo que dirían de ella. “¿Compraste eso? Porque no le veo en ninguna parte” le dijo una de sus hermanas con desdeño. Y es que Belén olvidó comprar no sé qué cosas por motivo del mago y del agua mágica. “Le diremos a papá y mamá que eres una irresponsable” dijo otra de sus hermanas con altivez. Belén sólo bajó la cabeza, pues tenía cosas más importantes en las cuales pensar que en el fastidioso intercambio de bienes. Recordaba las palabras del mago cuando dijo “Está agua es mágica y puede mudarte”. “¿Qué quiso decir con eso?”, se preguntó Belén y al instante, entre balidos, gritó: “¡Baa, baa, la botella!”. Sus hermanas la miraron con desaire mientras se burlaban de la extraña ropa que vestía; entre tanto, Belén salió de su habitación con prontitud.

Belén no sabía qué pensar cuando miró que la botella del agua mágica estaba vacía en las manos de su papá. Su papá y su mamá notaron en seguida la presencia exaltada de su hija. “¿Ocurre algo?” le preguntó mamá. Belén quiso explicarles lo que pasaba y preguntarles si habían bebido de aquella botella, pero no pudo estructurar palabra humana porque su boca había mutado con la característica forma del hocico del rebaño. “¡Hija, qué te pasa!” gritó su papá cuando miró como Belén, poco a poco, terminaba su transformación hasta convertirse en un ovino. Sus brazos se convirtieron en dos cándidas patas; su cuerpo se cubrió con un rizado vello esponjoso; sus ojos también se trasformaron y adquirieron la candorosa mirada de un cordero. Mientras el padre de Belén intentaba despertar a su esposa del desmayo, producto de la fuerte impresión, algo en Belén cambió. Pero no, no me refiero al cambio evidente del exterior, sino algo de adentro, algo de eso que nos hace ser lo que en realidad somos, pero que no podemos ver. Y es que cuando Belén se transformó por completo en un ovino, comprendió todo el asunto.
Hoy en día, Belén habita fuera del corral de lo cotidiano; ya no se dedica a comprar no sé qué cosas en no sé qué mercado. Cambió las palabras por balidos y nunca más tuvo sed. Dicen que sus padres también disfrutan de esa nueva vida lejos de lo que alguna vez fueron. Seguramente, los tres esperan, con grandes ansias, que alguna vez sus hermanas se encuentren con un enigmático mago con barba blanca como una paloma, y que les dé una botellita con esa agua. 

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⏰ Última actualización: Jan 07, 2022 ⏰

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