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Kristel

El bullicio de la calle es exorbitante el día de hoy, pareciera que toda la ciudad se puso de acuerdo para hacer ruido y empeorar mi mal humor.

Dejo ir un profundo suspiro y empujo la puerta de la cafetería haciendo sonar la campana, que avisa mi llegada, y el común olor de Humeantes sonrisas me recibe.

Por inercia mi cuerpo se relaja, dejando ir un poco la tensión del día. Arrastrando mis pies me muevo entre las mesas y llego hasta mi mesa favorita, me siento en los sillones acolchados y doy una mirada apreciativa a mi alrededor. No hay mucha diferencia a los demás días, sigue igual que siempre, solo que esta vez con coloridas decoraciones navideñas. El rojo y el dorado predominan y hacen una agradable armonía de colores, también se siente más calidez en el ambiente.

Humeantes sonrisas se encuentra más concurrido de lo normal, pero eso puede deberse a que es veinticuatro de diciembre, víspera navideña y muchos tienen su día libre, por lo que aprovechan para terminar sus compras navideñas y venir a tomar algo.

Mi mirada se centra en una pareja que entra al establecimiento; el hombre lleva a un bebé en brazos, mientras la mujer limpia el rostro de la criatura. Se ven felices. Un sentimiento agridulce me hace apartar la mirada bruscamente de ellos y centrar mi mirada en la mesa. Es lindo ver a personas ser felices, pero no pudo evitar sentir celos y anhelo por lo que no tengo y quiero.

Suelto mi segundo suspiro en menos de quince minutos y me obligo a centrarme en otra cosa.

—¡Hola, Kristel! Que gusto verte de nuevo.

Internamente agradezco la distracción y levanto la mirada para encontrarme con Jay Brown, el agradable mesero. Es un joven lleno de vida y con una agradable personalidad, que hace que congeniemos apresar de los once años de diferencia que nos llevamos. No somos amigos, pero hace ameno el rato que paso en este lugar.

—Hola, Jay, también es un gusto verte.

Le doy el intento de una sonrisa.

—Veo que no está siendo tu mejor día.

—Trabajo —es la único que digo, pero basta para que él entienda mi desánimo. Aunque no es solo eso.

—Deberías trabajar aquí —ríe y no puedo evitar hacer lo mismo.

—Rechazo tu oferta, a pesar de que mi jefe es un imbécil, tengo un buen salario y me gusta mi trabajo.

—La oferta seguirá en pie, a la señora Kendrick le gustaría tener con nosotros a una persona como tú —saca una libreta de su delantal y acomoda su castaño cabello, antes de anotar algo—. ¿Lo mismo de siempre?

Asiento en respuesta. Termina de anotar el pedido que se conoce de memoria y se retira.

Al quedarme de nuevo sola, saco mi celular de mi bolso y lo desbloqueo para escribirle un mensaje a mi madre con la hora estimada de mi llegada. Su respuesta no tarda en llegar y provoca que se me forme un nudo en la garganta.

Mamá: Aquí los estamos esperando. La abuela está emocionada porque conocerá a Jake.

Todavía no les he dicho la verdad, les he ocultado que Jake rompió conmigo hace casi un año y ya es momento de decirles. He estado tan avergonzada y dolida, que el solo hecho de imaginar contarles y llegar a ver esas miradas de lastima me destroza.

Muerdo el interior de mi mejilla para evitar que las lágrimas broten y le dejo un simple tengo que contarles algo, en respuesta. Bloqueo mi celular y lo dejo sobre la mesa cuando Jay aparece con mi pedido y decidiendo ignorar la cantidad de mensajes que sé, que mi madre va a enviar.

Jugando Con El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora