42-. Orden 33

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Eve:

A pesar del fuerte mareo que sentía, pude escuchar parte de aquella conversación. No sabía quien estaba al otro lado de la línea, tampoco quien emitió esa orden, pero fuera como fuera, ahora mi vida corría peligro. 

Intenté decir algo, pero apenas logré susurrar algunas palabras, o mejor dicho, balbuceos.

Fijé la mirada en Chris y noté que, a pesar de su expresión neutra, cierta preocupación se asomaba en su rostro. Entonces, se giró hacia mí, fingió una sonrisa y siguió conduciendo en absoluto silencio. ¿A dónde me llevaba? No podía reconocer las calles. Todos los negocios y edificios eran idénticos. 

De repente, sentí cómo el auto se detenía, y al girarme, vi que estaba completamente sola. ¿Acaso me había abandonado aquí? No sería capaz, ¿o sí?

Me invadió un miedo inexplicable, y tan rápido como me lo permitían mis manos, me quité el cinturón de seguridad y abrí la puerta. Haciendo acopio de todas mis fuerzas, intenté levantarme para salir del vehículo, pero mis piernas comenzaron a fallar, y sin poder evitarlo, perdí el equilibrio. 

Por suerte, alguien detuvo mi caída, y al subir la mirada, observé que se trataba de Chris.

—¿Qué se supone que haces? —pasó sus brazos por debajo de mi cuerpo y cerró la puerta del vehículo con un suave rodillazo. Con la cabeza recostada en su hombro, noté cómo me llevaba cargada hacia la puerta de un edificio anaranjado.

—Creí que me habías abandonado —respondí avergonzada, y el chico se detuvo en seco.

—No dudaría en dar mi vida por ti, ¿en serio piensas que sería capaz de abandonarte? —por su tono de voz, parecía estar ofendido.

—Lo siento —hundí la cara en su pecho y respiré hondo. Su chaqueta tenía un hipnótico olor a cuero.

Escuché una puerta abriéndose frente a nosotros, y luego sentí cómo comenzábamos a subir los escalones. Al parecer eran muchos pisos, puesto que tardó varios minutos en detenerse. A continuación, escuché una cerradura abriéndose, para luego visualizar el interior de un apartamento. Las paredes y el techo estaban pintados de blanco, un gran sofá de cuero yacía en el medio de la sala y el suelo era de madera oscura. Por su parte, la decoración se basaba únicamente en algunos pósteres de bandas de metal y un pequeño florero de vidrio transparente.

—¡Chris Taylor! —gritó una voz femenina —. ¿Dónde se supone que estabas?

—Larga historia, ¿hay alguien en mi habitación? 

—No, mis amigas se fueron hace un par de horas —replicó ella—. Espera un momento, ¿esa no es la chica que vino a buscarte ayer?

—Sí, es ella.

Entendí a qué se refería, y para confirmar mis sospechas, me giré en su dirección. Definitivamente no estaba equivocada. Era una de las chicas que me había abierto la puerta en ropa interior. 

Volví a esconder mi rostro en el pecho de Chris para no seguir viéndola, y por suerte, la conversación llegó hasta allí. Sentí cómo era llevada hacia otro lugar, escuché algo rechinar debajo de mí, y al abrir los ojos, noté que estaba acostada sobre una sencilla cama matrimonial.

—Deberías descansar —dijo Chris, quitándose la chaqueta.

—Gracias —articulé con dificultad, a lo que él apagó las luces, para luego salir de la habitación y dejarme a solas. 

Se trataba de un sitio pequeño. Frente a mí se encontraba un pequeño escritorio de madera, y a mi lado, una mesita de noche. Fijé la vista en una gran ventana al fondo del lugar, y de esa manera, no tardé en quedarme dormida.

Under My Wings | Wattys 2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora