Recuerdo caminar por las calles de Huaraz sin dirección y menos sin sentido. Bueno, sabía por qué estaba ahí, pero no quería hacerlo, yo quería vivir feliz. El motor que hacía funcionar mi vida parecía averiado. No podía encontrar la forma de repararlo. Solo me quedaba en mi interior rendirme y dejarme en un rincón, ahí, sin molestar a nadie, en silencio. No era lo que quería. Ciertamente quería una vida simplemente amable conmigo. Y si era mucho pedir, entonces al menos quería algo coherente. Miraba a mi alrededor y nadie podía entender lo que me pasaba. Nadie. Quería encontrar una escusa para quedarme, ante el miedo de sufrir más antes de mi final. Como dije e insisto, no me quería matar, yo quería vivir y había luchado, con garras y muchas ganas. Miré hacia una casa que se encontraba junto a otras en las faldas del cerro que planeaba subir. Una habitación iluminada con colores morado y azul que variaba entre ellas. Sonidos salían de ahí y llegaban hasta mí. ¿Qué hacía ahí? ¿Por qué? Si yo tenía una habitación y fácilmente podría ser esa persona que estaba ahí cómodamente en su hogar. En cambio me encontraba ahí, sola. ¿Pero, acaso en casa no estoy sola? Sí, nuevamente los pensamientos intrusivos. Pero, era verdad. Aún así, yo quería que fuera diferente. Y como de quien dice que una raya más al tigre no hace la diferencia, volví a intentar sentir a mi familia conmigo. Captar señales, quise captar afecto, otra vez. Esperanzada e incluso con ayuda de la locura, marqué a mi madre. Ella contestó y me preguntó dónde estaba. Sonaba como si recién se hubiera despertado. ¿Qué? ¿Puede dormir sabiendo que no estaba ahí? Había viajado sola a otra ciudad de improvisto, ¿cómo puede actuar como si nada? ¿Era eso? ¿Nada? Aún así, mi gran amiga, la locura, me hizo pensar que mi madre solo estaba tratando de sobrellevarlo tranquilamente, pero que en realidad se preocupaba por mí. Creyendo eso, pedí su ayuda para conseguir dónde quedarme. Me dispuse a dejar de lado mis planes y regresar. Y es que no era que mi familia me mandase señales de cariño. Es que yo me aferraba a la vida aunque ella me decía claramente que no me quería. Me engañaba yo misma para sobrevivir. Y pues aquella toxicidad con la vida, es la que me mantuvo con ella. Aferrada como una garrapata a ella. Hasta que decidí tomarla por las astas, pero esa ya es otra historia.
-Viaje a Huaraz.
Sábado 11 de diciembre del 2021.
21:28 p.m.