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"A veces, las puertas que se cierran con mayor fuerza son las que empujan al alma hacia su verdadero destino."
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El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas de la sala de estar en casa de Lara, iluminando las paredes con un brillo cálido y tranquilo. Isabella estaba sentada en el sofá, abrazando un cojín contra su pecho. Su mirada estaba fija en la alfombra, como si los patrones intrincados pudieran ofrecerle las respuestas que tanto buscaba. Lara, sentada a su lado, la observaba con preocupación mientras sostenía una taza de té.-Entonces, ¿ya pensaste qué vas a hacer? -preguntó Lara en voz baja, rompiendo el silencio.
Isabella suspiró profundamente, sus hombros se hundieron mientras buscaba las palabras correctas.
-No lo sé, Lara. Apenas puedo procesar que estoy embarazada, y mucho menos pensar en lo que viene después. Tengo miedo... de todo. -Su voz temblaba, cargada de vulnerabilidad.
Lara dejó la taza sobre la mesa y tomó la mano de Isabella entre las suyas.
-No tienes que decidir todo de golpe. Pero, Isa, no puedes quedarte con esto dentro. Tu familia... Robby. Tarde o temprano tendrás que decírselo a alguien más.
Isabella negó con la cabeza rápidamente, sus ojos brillaban con lágrimas contenidas.
-Mi madre nunca lo entenderá. ¿Sabes cómo es ella? ¡Lo primero que hará será decirme que he arruinado mi vida! -Se cubrió el rostro con las manos, frustrada.
En ese instante, un sonido de pasos en la escalera interrumpió su conversación. Isabella levantó la vista justo a tiempo para ver a su madre, Verónica, de pie en el umbral. Su rostro estaba endurecido por una mezcla de sorpresa y furia.
-¿De qué estás hablando, Isabella? -preguntó Verónica, su tono frío como el hielo.
El corazón de Isabella se detuvo un segundo. No se había dado cuenta de que su madre estaba en casa.
-Mamá... yo... -trató de decir, pero las palabras no salían.
Lara se levantó rápidamente, intentando calmar la tensión que llenaba la habitación.
-Señora Verónica, creo que debería...
-¡No te metas, Lara! -interrumpió Verónica, dirigiéndole una mirada cortante antes de volver su atención a Isabella. -¿Es cierto lo que acabo de escuchar?
Isabella se levantó lentamente, sintiendo que sus piernas temblaban.
-Mamá, puedo explicarlo...
Pero antes de que pudiera continuar, Verónica la tomó del brazo con fuerza, arrastrándola hacia la puerta.
-¡Vamos a hablar a casa! -dijo con voz firme, ignorando las protestas de Lara.
-¡Suéltame, mamá! -exclamó Isabella, tratando de liberarse.
-¡No aquí! Esto no es algo que se discuta frente a extraños. -Verónica apenas podía contener su enojo mientras salía de la casa con Isabella a rastras.
Lara se quedó en la puerta, mirando impotente mientras las dos desaparecían por el camino. Quería intervenir, pero sabía que cualquier palabra suya solo empeoraría la situación.
Isabella llegó a casa con el corazón apretado. Sabía que la discusión con su madre no terminaría ahí, pero no esperaba que al entrar al salón estuvieran ambos, su padre y su madre, esperándola con expresiones cargadas de furia y decepción.
-¿Qué significa esto? -gruñó su padre, levantándose del sillón mientras señalaba a Isabella. Su tono era grave, cortante como un cuchillo.
-Papá, yo... -comenzó Isabella, pero su madre no le dio tiempo de continuar.
-¡Nos has avergonzado, Isabella! -exclamó Verónica, cruzándose de brazos. Sus ojos brillaban con una mezcla de ira y lágrimas contenidas. -Primero, ocultas algo tan importante y luego te atreves a gritarme en la cara como si yo fuera la enemiga.
Isabella tragó saliva, intentando mantener la calma, pero su voz temblaba.
-No lo oculté para herirlos. Lo hice porque sabía que reaccionarían así, como si yo fuera un problema, no su hija.
-¿Problema? -repitió su padre, su rostro rojo de ira. -¡Estás embarazada! ¿Cómo crees que esto afecta nuestra reputación? ¿Nuestra familia?
-¡¿Reputación?! -Isabella alzó la voz, incapaz de contenerse más. -¡¿De eso se trata todo esto?! ¿De cómo los hace ver a ustedes? ¿Y qué hay de mí, papá? ¿Qué hay de lo que siento?
Verónica golpeó la mesa con la mano, exasperada.
-¡Por supuesto que estamos pensando en ti, Isabella! Por eso te estamos diciendo que este es un desastre. ¿Cómo piensas criar a un bebé cuando ni siquiera puedes cuidarte sola?
-¡Voy a hacerlo! -respondió Isabella con firmeza, aunque sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.
Su padre rió, una risa amarga y sin humor.
-¿De verdad? ¿Y dónde piensas vivir? ¿Cómo piensas mantenerte? Porque aquí no será, Isabella.
Las palabras de su padre fueron como un golpe al pecho. Isabella dio un paso atrás, sintiendo que el suelo desaparecía bajo sus pies.
-¿Qué...? -murmuró, su voz apenas un susurro.
-Lo escuchaste bien -continuó su padre, cruzándose de brazos. -Si tomaste la decisión de arruinar tu vida, hazlo por tu cuenta. No vamos a sostenerte mientras te hundes más.
Isabella miró a su madre, buscando apoyo, pero Verónica apartó la mirada.
-No es que no te queramos, Isabella -dijo su madre, aunque su tono carecía de verdadera calidez. -Es que no podemos permitir que traigas este tipo de caos a nuestras vidas.
-¿"Caos"? -Isabella rió, incrédula, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. -¡Soy su hija! ¿Y me están echando de casa porque quedé embarazada? ¿Así de fácil?
-Te dimos todas las oportunidades, Isa -dijo su padre, cada palabra cargada de frialdad. -Si no puedes respetar lo que hemos hecho por ti, entonces tendrás que arreglártelas sola.
El silencio que siguió fue devastador. Isabella respiró hondo, temblando mientras recogía sus pensamientos.
-Está bien -dijo finalmente, con una mezcla de dolor y orgullo en su voz. -Si es lo que quieren, me voy. Pero recuerden esto: algún día, cuando más me necesiten, les devolveré exactamente lo que me están dando ahora.
Sin esperar una respuesta, Isabella dio media vuelta y subió rápidamente las escaleras. Con lágrimas cayendo libremente, comenzó a empacar apresuradamente una mochila. Su habitación, que siempre había sido su refugio, ahora se sentía ajena y hostil.
Al salir de la casa con su mochila al hombro, miró una última vez hacia sus padres, que permanecían inmóviles en el pasillo.
-Adiós -dijo con voz quebrada, antes de cerrar la puerta tras ella.
El aire frío de la noche golpeó su rostro mientras caminaba hacia la calle, sola, con un vacío inmenso en el corazón. Pero, en el fondo, también había una chispa de determinación. Ya no tenía a su familia, pero aún tenía algo por lo que luchar: su bebé.
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The Karate Legacy- Robby Keene
FanfictionIsabella Montgomery parecía tener la vida perfecta, hasta que una noche inesperada con Robby, un joven karateca, cambia su destino para siempre. Ahora, con un bebé en camino y enfrentando la presión de su poderosa familia, Isabella deberá decidir si...