Nueva vida

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Todo era oscuridad, no podía moverme, sentía que el aire escapaba poco a poco de mis pulmones. Después un sonido a lo lejos, eran pequeñas explosiones, no lo sé, lentamente fui recuperando mi vista, ¿estaba despertando? Eso creo, pero con ello vino el dolor, quería gritar, gritar hasta que no quedara nada de mi voz, pero no podía, de mí sólo salían gemidos de dolor, no podía moverme, claro, no podía moverme, estaba conectada a una máquina. ¿Qué estaba haciendo aquí y por qué no podía recordar nada?

El sonido se iba haciendo más intenso, balas, gritos y luego una explosión, mis oídos volvían a zumbar, perfecto, acababa de recuperar mi sentido del oído y de nuevo... nada.

Era de noche, ahora lo recuerdo, confíe en las personas equivocadas y como resultado me tenían al borde de la muerte día y noche, siendo un experimento para ellos. Humanos. No podía estar completamente enojada, su naturaleza es destruir aquello que no comprenden, pero antes deben saber si le pueden dar un uso a aquello que no conocen, si es así... pues yo soy el ejemplo, servía como una energía inagotable para un "científico" que quería abrir un portal a otra dimensión y de esa manera esclavizar a su propia raza, algo estúpido.

Eso nos lleva al ahora, al parecer había algunas personas rodeando algo, aún no se daban cuenta de mi existencia. Desconecté los cables unidos a mi cuerpo, y no mentiré, fue demasiado doloroso, tanto que esta vez sí logré gritar un poco, creo que llamé la atención de alguien, pero aún no sabían dónde estaba. Me encontraba demasiado débil, necesitaba ayuda, pero antes agarré una lona para poder tapar mi desnudez, así es, esos malditos me tenían unida a una máquina y desnuda, lo bueno es que no siento frío.

- Ayuda... - apenas salió un susurro de mi boca, la cual estaba seca, me pregunto cuándo fue la última vez que probé el agua, agua que no fuera de la lluvia que caía hace unos ¿minutos?

- ¿Quién está ahí? - dijo un hombre.

¿En serio? "¿Quién está ahí?" Esto debe ser una maldita broma. Debo moverme, pero duele demasiado, ya casi no tengo energías, perdí demasiada sangre con los malditos cables y aún más cuando me los quité.

- Ayúdenme - mi voz salió algo ronca, pero lo suficientemente fuerte como para dar mi ubicación. Creo que no fue buena idea, ya que me dejaron casi ciega con la luz que fue directo a mis ojos.

Jadeos de sorpresa y tal vez admiración fueron lanzados por los hombres. Poco a poco me fui acostumbrando a esa luz y logré ver una mancha roja que se movía, espera... ¿mancha? No, era... era un ser, creo que los humanos si lograron abrir el portal, era Anung.

Mi visión se estaba volviendo borrosa, no tenía mucho tiempo, traté de dar unos pasos, pero caí, estaba ya demasiado débil. Una sombra se acercó corriendo a mi encuentro, no era igual a los otros humanos, éste era delgado, no muy alto y con anteojos redondos, tenía a Anung en brazos, creo que este humano es el indicado para iniciar mi nuevo viaje.

- ¡Señorita! - se hincó a mi lado y creo que está viendo todas mis heridas porque los siguiente que sale de sus labios - Por Dios... ¡Ayuda! - Señorita, ¿Cuál es su nombre? -

Ya no tenía muchas fuerzas y todo me dolía, traté de hablar, pero nada salía de mis labios, es estresante querer hablar y no poder.

- No se preocupe, estará bien - revisaba mi cuerpo tratando de parar la hemorragia de mis heridas mientras que Anung me veía con lágrimas en los ojos y acariciaba mi cabeza con sonidos lastimeros, creo que eso me estaba rompiendo el corazón - soy el profesor Trevor Bruttenholm, estará bien, la ayudaremos. Sólo siga despierta. -

El que ahora conozco como Profesor Trevor Bruttenholm seguía hablando y tratando de ayudar con mis heridas y dando órdenes a los hombres que estaban con él. Pero nadie mejor que yo sabía que mi tiempo era limitado, sólo espero no asustarlos demasiado. Con lo último que me quedaba de fuerzas logré hablar.

- Pro... Pro-fe-sor T...Trevor, no... me... deje - con eso di mi último aliento dando por "finalizada" mi vida. -

- Señ... Señorita, despierte, no la dejaré, pero por favor despierte - el profesor decía de manera desesperada. -

Esta parte es la que nunca me ha gustado, los hombres detrás del profesor trataban de decirle que me dejara, que ya me había ido, JA, más incorrectos no podrían estar. El profesor con un par de lágrimas resbalando de sus ojos dio un pesado suspiro para verme una última vez, cerrar mis ojos y tomar a Anung en sus brazos de nuevo.

- Lo siento, de verdad, perdóname - decía entre lágrimas y entiendo su dolor, el ya siente el lazo que nos unirá y no le deseo ese dolor a nadie - ven, vámonos pequeño - le dijo al pequeño demonio.

Okay... es hora de regresar, esta parte es muy dramática. Al momento en que mis fuerzas regresaban a mi cuerpo, la energía me envolvía, para ojos humanos, parecía que llamas azules, moradas, rojas y amarillas/naranjas, consumían mi cuerpo y de una alguna manera eso estaban haciendo. Los humanos veían entre maravillados y horrorizados lo que me pasaba.

Una vez terminado el proceso ya no sentía dolor alguno, como si nunca hubiera estado ahí y de una u otra manera era verdad. Ya recuperados mis sentidos, sentía una gran pesadez sobre mí, me estaba lastimando, y comencé a llorar, pero no era como cuando una mujer llora, no, era un llanto de bebé.

Pronto sentí que me quitaban de encima aquello que me estaba haciendo daño, dejé de llorar, sentí que alguien me levantaba y abrazaba, logré abrir un poco mis ojos y pude ver la figura del profesor, dejé de llorar y sonreí acurrucándome más cerca de él cayendo en un profundo sueño.

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Tercera persona.

Una vez que las llamas terminaron de consumir el cuerpo, todo el mundo estaba estupefacto, el primero en acercarse fue el profesor. Vio que algo se movía bajo la lona y pronto un llanto de bebé se escuchó, con esto último aceleró el paso para quitar la lona y efectivamente vio a un bebé recién nacido, un bebé realmente hermoso, tenía un cabello casi traslucido y mejillas rosadas.

El Profesor Bruttenholm tomo a la pequeña bebé en brazos y esta paró su llanto, la pequeña abrió sus ojos por unos cuantos segundos y se sorprendió cuando el color de estos era amatista. Con la sonrisa que le ofreció la bebé, no pudo más que sonreír al tener un sentimiento cálido en su pecho, uno de los soldados se le acercó por detrás.

- Profesor, ¿qué ha sido todo eso y de dónde ha salido la bebé? -

- No lo sé, pero prometí que no lo dejaría sola y pienso cumplir con mi palabra. -

El pequeño demonio, como lo habían nombrado, subió a los hombros del profesor para ver a la pequeña, con sonidos alegres acarició la cabeza de esta con uno de sus dedos. El profesor pensaba que nunca tendría familia y ahora se encontraba con dos seres que de alguna manera tenía el sentimiento de protección hacía ellos.

Tomaron una foto conmemorativa de ese momento. El profesor observó a los pequeños seres de los que se haría cargo, Hellboy y Pheonix.

Nuestra Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora