Kim era el invierno. Galante e imponente ante aquellos que presenciaban el impacto de las primeras impresiones. Distante e indiferente ante aquellos que intentaban escuchar su misteriosa voz. Grosero e impertinente ante aquellos rechazados que inten...
El hombre tropieza con sus propios pies intentando seguir el desesperado ritmo que su prometido ha impuesto. Es un beso completamente desordenado e ineficaz en capturar una danza suave que destile un amor tierno e inexperto. Su futuro esposo—el calificativo lo llenaba de gozo e indescriptible orgullo—se rehusaba fervientemente a abandonar el calor de sus labios. Puede sentir el aliento tibio chocar contra su piel mientras los traviesos dedos intentan crear rulos en sus cabellos desordenados.
Tiene que retroceder con cierta torpeza mientras toma con sus manos temblorosas las caderas del menudo muchacho. Su prometido no repara en esperas ni inexperiencias torpes. Es bastante honesto con sus reacciones e impaciencia por unirse con el hombre al que ha prometido su castidad e inquebrantable lealtad. El sonido obsceno que sale de sus labios es solo una de las muchas demostraciones que ha logrado provocar en su cuerpo.
Kim intenta controlar las olas de un mar llamado deseo. Un calor ardiente que parece crecer como un fuego abatido con cada roce de un muchacho dispuesto a ser tomado con anhelo.
Su prometido lo somete con cierto desespero. Pronto cae sobre las suaves mantas de la cama que ahora va a ser su nido.
Es incapaz de ver lo que ocurre a su alrededor. Las imaginarias expresiones de deseo intentan aparecer en su mente como un torbellino de pasiones encontradas. Kook debe tener un semblante travieso e incapaz de contenerse a tomar el control sobre su abatido estado. Cielos. Le resulta imposible ocultar las reacciones de su cuerpo ante el calor de un omega que su lobo desea poseer. Sus pantalones de vestir han empezado a apretar y su rostro se ha coloreado por el arranque de un romance a punto de consolidarse.
El atrevido chico no es indiferente a sus respuestas. En un momento de bravura ha subido sobre su regazo hasta sentarse directamente sobre el miembro despierto. Su cuerpo sufre una sacudida de placer al sentir los movimientos profundos sobre su sexo. Seguros de lo que pueden provocar con un poco de mimos.
Las manos curiosas de su prometido desabotonan su camisa de vestir con ansias. El cosquilleo que recorre su espalda no tarda en llegar al sentir las manos pasearse con seguridad sobre su pecho expuesto a la curiosidad de un omega con hambre de un amor completamente pasional.
No es suficiente cuando el omega realiza recorridos certeros hasta llegar a la atractiva figura en v que provoca adormecimientos en su vientre y una humedad enloquecedora entre sus piernas. El menor se toma su tiempo en—supone—observarlo. Su lobo solo quiere tenerlo entre sus brazos para amarlo como solo los amantes apasionados se aman. Puede escuchar como su prometido se deshace de su costosa blusa de seda sin cuidado alguno. Los labios de su hermoso prometido son un dulce exquisito que no quiere parar de saborear hasta cansarse.
