Kim era el invierno. Galante e imponente ante aquellos que presenciaban el impacto de las primeras impresiones. Distante e indiferente ante aquellos que intentaban escuchar su misteriosa voz. Grosero e impertinente ante aquellos rechazados que inten...
El solitario invierno trae consigo nuevos sentires impropios de su existir. Son tan suaves que el simple tacto provoca corrientes fuertes sobre su piel. Son tan limpios que su mente no se tortura en aclarar sus caminos ni crear rutas de escape. Se perciben tan tibias que su lobo se arrulla en su corriente hasta dormirse como un cachorro en su protegido nido. Es un fulgor inevitable a su mirar que pone en duda su incapacidad de percibirlo. Es tan comprensivo que a inicios de un imparable romance le dio miedo. Lo siente tan gentil que lentamente fue derritiendo la dureza del hielo que rodeaba su pecho.
Kim era el invierno. Elegante e imponente ante aquellos que presenciaban el impacto de las primeras impresiones. Distante e indiferente ante aquellos que intentaban escuchar su misteriosa voz. Grosero e impertinente ante aquellos rechazados que intentaron tocarle para ver su rostro. Roto e incapaz ante aquellos que pudieron escuchar los quiebres de su alma en un llanto impetuoso.
Farsante e inestable ante aquellos que apreciaron el triste gris de sus iris.
Kim era el invierno. El triste tronco de roble que resaltaba entre el resto de su indiferente grupo familiar. La madera seca entre el bosque ambicioso que intentaba ocultarlo entre sus masas verdes. Fuente de frutos alimentados de vergüenza por su deplorable estado. Era el tronco gris que nadie visitaba ni por consuelo. Kim Taehyung era la triste mancha entre la falsa e impecable imagen familiar que tiene el mundo de los Kim. Era todo lo despreciable ante las voces autoritarias de su hermano. Era todo lo lamentable ante la voz distante de su madre. Era el triste cachorro ante la nublada vista de su moribundo padre.
Kim era invierno cuando su padre lo detuvo con su inestable voz e impuso que fuera a visitarlo un viernes 8 de octubre del 1976. Kim era invierno cuando las dulces feromonas a rosas se abrieron paso ante su sensible olfato. Kim era invierno cuando su padre hizo enloquecer a su lobo con unas simples palabras.
—Vas a llamarlo esposo en unos meses—el efecto dulce de ese aroma era imposible de ignorar—. Es tu prometido.
Fue incapaz de capturar las primeras impresiones de su pronto destino e iba a resignarse a no poder apreciar al responsable de tan dulces notas. Ese fue el momento en el que su fiel aullador le dio un regalo bello e insuperable. Su lobo se impuso ante su pobre control para apoderarse de su perdido sentido por unos momentos e inmediatamente mostrarle un escenario rumboso que hizo de su cuerpo un infierno de temblores disimulados.
Un bonito muchacho de facciones suaves estaba frente a su provisional e inestable mirar azulado. Esos labios rosas intentaban suprimir un avergonzado gesto. Su piel era limpia e impecable como la nieve. Su cabello oscuro se acomodaba en delicadas ondas sobre su frente. Las curvas de su cintura eran estrechas e imposibles de ignorar. Sus caderas eran ligeramente anchas para deleite de sus primitivos pensamientos. Y esos luceros... no recuerda un color tan claro como el que tienen aquellos faros que desbordan curiosidad e inquietud.
