» Prólogo «

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Era casi medio, una brisa fresca anunciaba la llegada del invierno y las calles estaban casi solas, se suponía que sería un Sábado tranquilo, en esa ciudad de Tokio.

Sin embargo en una de dichas calles residenciales, cerca de una secundaria; se habían juntado varios jóvenes, todos ellos murmurando, expectantes de aquella rara escena que no era habitual y menos en esa zona. Si bien había pandillas de pequeños delincuentes juveniles, no solían haber enfrentamientos tan importantes.

Y menos entre dos de los líderes más importantes.

—¿Ya viste?— dice un muchacho murmurando a su acompañante, señalando a escondidas a un muchacho de aproximadamente 1.62 cm, de alrededor 15 años.

—No me digas que es Mikey, —dice con la boca abierta casi hasta el suelo— el comandante de la ToMan.

El mencionado caminaba con seguridad por la calle sin dirigir ninguna mirada a la multitud que se aglomeraba entre las angostas banquetas. Vestía con su distintiva chamarra en los hombros, camisa blanca lisa, su pantalón negro y sus botas altas color crema.
Enfrente de este, a algunos escasos metros se encontraba...

Yo, una chica; aunque ese será nuestro pequeño secreto. Soy la comandante de la pandilla LinKeban, una de los más activos enemigos de la ToMan. Ahora bien, siendo yo su líder esperarían que fuera un HOMBRE "macho pecho peludo".
O eso es lo que el 99.99% de las personas que escuchan hablar de LinKeban esperarían. Aunque es todo lo contrario, solo que gracias a las múltiples vendas en mi busto bien ajustadas, mi suéter de color negro de hombre (holgado), pantalones de mezclilla igualmente holgados, Vans negros y cubrebocas del mismo color. Oh, y mi cabellera castaña la suelo llevar atada y acomodada en la parte de arriba de mi cabeza, haciendo simular tener mechas y cabello medio largo cubriendo un poco mis ojos. Para que no vean la liga que sujeta mi cabello para que no se mueva me coloco el gorro de mi mismo suéter negro. Suelen pensar que soy un hombre.

Lo único que no puedo controlar es mi estatura, de aproximadamente 1.57cm que para un hombre de 15 no sería muy normal, pero para una chica de esa misma edad sería aceptable.
Supongo que se preguntarán, ¿por qué te vistes como hombre?; bueno... los delincuentes juveniles son unos morbosos de mierda, creyéndose la gran cosa por golpear y romper algunas narices. Y para evitarme las burlas, críticas y comentarios sexistas, me hago pasar por « Endo Usagi » un joven delincuente de 15 años, líder-comandante de LinKeban.

Este dicho personaje lo invente yo misma, haciendo tributo a... alguien, usando su mismo nombre.
Desde 6to de primaria me he hecho y comportado como todo un completo hombre a la vista de las personas relacionadas con las pandillas. Lo único que he evitado han sido las relaciones cercanas con cualquier persona, para mantener mi secreto y segunda vida.

Mi apodo es Eney, la verdad es que no me hace mucha gracia, mayormente porque parece un apodo femenino pero nadie sospecha, y mientras sea así, no veo problema con usarlo.

—No puedo creer que este viendo a Eney y Mikey frente a frente —dice una chica aún con su uniforme escolar— ambos son taaaan guapos.

—Como quisiera que ambos se pelearan por mi —mencionó la otra al lado de la que había hablado. Ante esto solo hice una pequeña mueca, aunque me vistiese de hombre no me gustaban las chicas.

Además, ¿qué le veían a ese cabeza hueca?, es solo un maldito dolor de cabeza que no se quita con una simple pastilla. Ruedo los ojos mientras pienso en eso, desearía que fuera así de fácil.

Sin darme cuenta ya me encontraba frente a frente con Mikey. Alce la vista pero no el mentón, dándole una mirada sería mientras detrás del cubrebocas sonreía. Este se limitó a bajar un poco la vista para cruzar miradas, su cara era totalmente seria.

En un abrir y cerrar de ojos el de cabellos rubios cenizos me lanzo su típica patada, dirigiéndola a mi cabeza, en un segundo me agache evitando su ataque pero aún así sentí como rosó la parte de arriba de la capucha de mi suéter. En respuesta le di un golpe en el estómago con todas mis fuerzas. No tenía mucha fuerza física pero solía compensarlo con mis reflejos, agilidad y velocidad; aunque la resistencia no era definitivamente mi fuerte, un golpe de este chico en el lugar indicado podría dejarme muy mal.

Ante el golpe recibido afectivamente el contrario solo jadeo y soltó aire, rápidamente me aleje, tomando distancia y él solo me dirigió una mirada con el ceño fruncido y una sonrisa.










—Ahora me perteneces Eney— dijo de forma directa y cortante el muchacho de aspecto intimidante.

¡¿PERO QUE MIERDA HABÍA PASADO?!, me encontraba en el suelo, sentía como mi cara ardía al igual que un punzante dolor cerca de las costillas cuando respiraba, estaba cansada, daba gracias que mi capucha y cubrebocas seguían en su lugar, solo que con un poco polvo y tierra, al igual que un poco desacomodados.

—Desde ahora también me pertenece tú dolor y preocupaciones, —continuó el rubio, yo me limité a abrir mis ojos asustada ¿de qué estaba hablando?— según el trato hecho, si te ganaba en una pelea cuerpo a cuerpo formarías parte de ToMan al igual que todos tus hombres.

Maldición. Maldición. ¡¡Maldición!!

Me ofreció su mano, para levantarme, pero baje la mirada y lleve una mano a mi frente para limpiar mi sudor, no iba a aceptarlo no a él, JAMÁS será mi comandante, JAMÁS.
El contrario seguía con la mano suspendida, a lo que respondí golpeándola, no se inmutó y con dificultad me levanté como pude. Sin mirarlo y tratando de forzar un tono más grave en mi voz dije:

—Bien, LinKeban desde ahora será parte de la ToMan —me acerqué a él, colándome a escasos centímetros de su rostro y con una mirada desafiante lo miré— pero nunca serás mi comandante.

Me alejé y caminé con un poco de dificultad, pero antes de volver con mis hombres, los cuales me esperaban ansiosos y algo preocupados, me giré y coloqué una cara retadora, aunque por mi cubrebocas no se veía mucho.

—Acabas de romper tu palabra Mikey, comandante de ToMan.

Dejando la duda en el aire y al nombrado confundido me fui junto con los de mi pandilla, ayudándome a caminar ya que me dolía mucho la zona baja a las costillas.

—Atte. O'weel
Continuará

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