La joya de la Navidad

Cada Navidad, el árbol brilla más, o el anillo, francamente no lo sé. El espíritu corre por nuestras venas mínimo hace 73 años, desde que nos casamos. Si, ya estamos un poco usados o cómo le gusta decir a mi mujer, grandecitos. 

Nosotros vivimos esta época cómo si no hubiese un mañana, ya que a veces de verdad no lo hay. 

Ahora se preguntarán, ¿Qué anillo, que más brilla? Pues mi mujer y yo, hace años juramos vivir para el otro, en una pequeña capilla de San Francisco, dónde sólo habían tres cosas resplandecientes, su sonrisa, las estrellas y esta joya preciosa bañada en plata y cariño. En esa muestra de amor a lo que respondió sí, prometimos sólo sacarlo, el día que dejemos este mundo atrás. 

Ya estamos grandecitos, ya tenemos otra visión de futuro. Nuestra siguiente meta es volar juntos, tomados de la mano y así será.  El último día del año, abrazados en la cómoda de nuestro dulce hogar, a la vez nos quitamos el anillo. Y aquí estamos de camino al país de nunca jamás, juntos y amándonos más que nunca.