Diana

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Nací cuando mis padres ya no se querían a lo largo de un frío treinta y uno de febrero, como me decía mi abuela.
    Decidieron llamarme Diana mientras la comadrona le decía a mi madre que su pequeña luna había nacido con una insólita enfermedad: estaba llena de lágrimas anónimas. Ante aquellas palabras, la mujer que me dio a luz sentía una gran animadversión con el mundo. Hasta conjuró odio hacia la otra mujer, que ocupaba el rincón opuesto de esa habitación verde triste y, escuchando pasivamente, respondió: "No sufras. El significado y el destino de las lágrimas solo dependen de sus padres. Con un poco de suerte y mucho cariño, éstas serán de alegría. Pero de lo contrario y por culpa de solo dos gritos mal dados, su llanto durará días y días. Te voy a dar dos consejos: escúchala y quiérela como si el día llegara a su fin mañana."

    Hoy cumplo dieciocho años, me comporto como si fuera otro día más: me levanto antes de que la luna pierda la batalla de cada madrugada contra el sol y me dirijo hacia el baño, donde me desnudo y me siento en el plato de la ducha. Abro el grifo y dejo que las primeras gotas, gélidas, sean libres y humedezcan mi piel poco a poco. Entonces espero a que el líquido salga ardiendo para sentir el duro contraste. Me doy cuenta de otro: el de mi casi traslúcida tez con los cardenales.
Empiezo a llorar sin motivo aparente. Tan solo pienso en la insignificancia que ocupan mis lágrimas y sollozos bajo el agua salpicando las paredes. Me siento en el suelo con la espalda rozando la mampara y recuerdo la primera vez que me ocurrió esto: cuando mi padre le regaló ese primer ramo de moratones a mamá por San Valentín.

    Nací cuando mis padres ya no se querían y hoy, después de celebrar mi décimo octavo cumpleaños, será hora de partir de este maldito inframundo. Un lugar donde mi padre, mi madre y yo moriremos esta noche, dejando nombradas todas esas lágrimas con el nombre del mismísimo diablo. Y no Lucifer, Beelzebub o Amon:

sino mi padre.

Vírgenes blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora