Porque ella vive, y eso es suficiente

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Diana respira. Ella vive, ella se expresa.

Hay todo un universo en su pecho, en sus manos, en sus pies, en su cuerpo entero. Recolecta momentos claves, maravillosos sentimientos, y los llama suyos, acunando el calor en su corazón, respirando como una brasa, que se ilumina hasta ser un fuego ardiente.

Ella se prepara, incluso cuando todo a su al rededor le hace bajar los ánimos. Tropieza en su camino, como cualquier persona haría, las palabras no serán su primera línea de soporte, pero ella expresará oraciones, y ella será escuchada.

Ella se cae, y se levanta, y luego se esfuerza más.

El mundo dentro de su cabeza es tan grande como el universo mismo. Solo ella sabe que piensa, solo ella sabe que opina, que mira y que ignora, que sufre y que disfruta. Ella habrá tenido dolores duros o verdades amargas, solo ella es consciente de eso, y su silencio podría ser prueba de ello.

Pero incluso todavía, ella se expresa. Incluso todavía, ella crece.

Porque ella es mucho más que un silencio. Ella es mucho más que verdades amargas o dolores duros.

"Bailemos" –le dije una vez, en secundaria, en algún lugar de la cancha.

Ella me miró con ojos abiertos y expectantes. E incluso en ese momento, incluso cuando todavía éramos desconocidas de la vida, ella me dijo tanto sin una palabra.

La cancha no está vacía. Está llena de gente, estudiantes de secundaria alborotados, viviendo su vida efusiva de una manera en la que ella todavía no se daba el lujo. La música suena en una bocina, los muchachos juegan y carcajean entre ellos, las chicas ríen y bromean, un puñado de niños aburridos, como nosotros en algún momento, están sentados en las faldas de la cancha, esperando ser vistos o esperando irse (Lástima para ellos, pues el tiempo estaba a mitad de camino, todavía sin pasar el pleno apogeo efusivo del lugar).

En algún momento, creí que a ella no le gustaban este tipo de ambientes. No le gusta la gente, no le gusta el ruido. Nunca la culpé por eso, incluso yo me siento así muchos días, pero ella, incluso en eso, fue más expresiva que yo al respecto.

Ella estaba sentada, existiendo con toda ella misma apretada contra los propios límites de su cuerpo, sin ocupar más espacio del que ella tiene, incómoda entre las bromas y risas de otras compañeras. No parecía sufrible, pero no fue su ambiente, no en aquel momento.

Quizá ella sabe que es estar disminuida, hacerse pequeña y luego más pequeña. Yo también lo supe, incluso en estos momentos actuales, intentar ser desgarrada y magullada de mil maneras pequeñas, hasta que tu voz no sea más que un grito silencioso sin fin, y no haya palabras ni sonido.

Ella sabe.

No significa que ella lo deba seguir sintiendo.

Me acerco, la invito, e incluso entre tantas bromas y ruido, Diana habla, una suave negación de cabeza, una mueca nerviosa, quizá incómoda, se hace más pequeña. Déjame ser invisible, está escrito en todo su cuerpo. Porque incluso desconocidas, ella me está hablando sin voz.

Ella agrega también con palabras: "No soy buena bailando" Y es una vil mentira absoluta de la que no sabría en aquel momento.

"Yo tampoco lo soy" dije en respuesta "Y no es necesario" también dije, porque es cierto.

Le extiendo la mano, le hago una seña con la cabeza para que venga, pero no la toco directamente. Es una oferta.

Es una elección. También sé lo que no es tener opciones al actuar.

Ella había mirado a la multitud de prepubertos esparcidos por toda la cancha, se alzó de hombros.

¿Con toda esa gente? Fue lo que ella preguntó con sus acciones, tuve la suerte de entenderla.

"Aquí mismo" insistí yo, porque era terca como una mula.

Ella miró un poco más a la gente, y se alzó de hombros. Pude verla cuantificar la valentía, ella se levantó lentamente, pidiendo permiso para salir de entre todas las demás.

Algunas cosas son más fáciles para algunos y más difíciles para otros, siempre lo supe, y aunque la mayoría no contaría como valentía bailar en un rincón de una cancha distraída, lo es, porque bailar es expresar, y Diana dijo tanto cuando se movió y cuando se rió al son de la música.

No fue perfecto, no fuimos profesionales, pero estuvo bien, porque ambas disfrutamos, reímos, ella se vio más natural que riendo entre un grupo lleno de chicas ansiosas. Ella dijo tanto, acostumbrada al movimiento, no acostumbrada a expresarlo con otro. Y supe que estaba bien, supe que esta chica cubría sus flores cerca de sí misma porque ya antes se las habían arrancado y magullado.

Bailamos al son de una bocina, en uno de los muchos tiempos libres de la secundaria, a expensas de las miradas indiscretas, quizá hubo algunas, a ninguna nos importo más de lo necesario, y eso fue fuerza, eso fue valentía.

Un día, bailariamos en un parque, ocupando suficiente especio de los gigantes, balanceándonos, riendo, empujando, divirtiéndonos en la juventud que se nos está yendo entre las manos. Porque es nuestro derecho, porque es nuestro instintio ser jóvenes imprudentes. 

Ella se expresó incluso en aquel momento, su risa, su postura, su frustración al recordar, su tranquilidad y su esfuerzo, fue suficiente para hacernos saber que ella está con nosotros, ella vive a nuestro lado, ella disfruta a nuestro lado.

Algún día, giraremos entre el centro de la pista, ocupando más espacio del que nos corresponde, rompiendo las masas con nuestra mera presencia mientras nos balanceamos y reímos al compás de la música. Una flama enorme, viva, que se mueve donde el aire sople, que devora lo que pase por su camino.

Algún día.

Por mientras, seremos brasas que brillan cálidas en nuestra tranquilidad, doradas en la oscuridad, sin disminuir, solo creciendo, pero disfrutando de aquel crecimiento. Somos brasas cálidas, y disfrutamos de serlo.

Giramos, y en nuestro pequeño rincón del mundo, los tres somos tan grandes como el sol mismo.

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⏰ Última actualización: Dec 17, 2021 ⏰

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