Vacío.
No hay nada más. Mi interior es como una playa tras una noche de tormenta. Sólo hay un perturbador murmullo, el sonido que oyes cuando no oyes nada. A pesar de la oscuridad, puedes distinguir los restos del desastre que el tiempo dejó a su paso. Los sientes, irradian dolor y malas vibraciones.
Sin embargo, las tormentas, por muy fuertes que sean, acaban por amainar. Pero la mía se ve obligada a hacerlo. Las nubes se han quedado secas de tanto llorar, el viento está afónico de gritar. Y a estas alturas me pregunto, ¿si no hay nadie para oírlo, de verdad produce sonido? ¿Existe, es algo real, o un simple delirio? ¿De verdad ha llovido? ¿Acaso quedan pruebas? Aún así, nadie le presta atención a la arena mojada. La pisan, saben que lo está y que ha llovido. Pero es algo simplemente irrelevante para los demás.
Esta costa es peligrosa. Llena de cristales rotos, deshechos y agua sucia. No es una playa en la que pueda haber turistas, tampoco una en la que unos amigos harían una hoguera o en la que se puedan ver las estrellas. Este cielo es absolutamente oscuro, y es de un negro tan fuerte que absorbió toda luz que pudiera existir en él.Ahora sólo falta que alguien esté dispuesto a limpiar la playa, a pesar de poder ser arrastrado por la marea.