Capítulo 4: Adiós.

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Ni siquiera la falta de aire hacía que Sabito lo liberara, el no sentirse correspondido llenaba su mente de odio, pero que Giyū solo mantuviera los labios cerrados esperando separarse fue lo que colmó su paciencia.

—¿Por qué demonios no aceptas lo que yo te estoy ofreciendo? —preguntó el pelidamasco pegando al otro a su cuerpo.

—Porque ya no te amo, ya no siento nada por ti —intentaba despegar su rostro de Sabito —déjame ir.

—¡No mientras! Ya deja de resistirte —hundió su rostro en el cuello ajeno y simuló una mordida —yo sé que no me has olvidado.

Sabito tenía una complexión más robusta, fue fácil para él imponerse. Se unió de nuevo a Giyū con un beso a pesar del forcejeo, pero de pronto sin darse cuenta alguien lo había derribado.

—¡No vuelvas a tocar a Giyū! —habló una voz fuerte al tiempo que le propinaba un golpe en la mejilla.

—¿Usui San? —el azabache corrió en dirección a él y lo abrazó.

—Está más que claro que las cosas no van a quedarse así —respondió Sabito mientras limpiaba la sangre que salía de su nariz —tú y yo vamos a estar juntos otra vez Giyū —. Caminó en dirección contraria con una sonrisa en el rostro. Se marchó.

El azabache procedió a explicar lo que había sucedido momentos antes, afortunadamente su amigo creyó en él.

Entraron de nuevo al bar, ya era muy tarde y estaban por cerrar. Giyū esperaba poder arreglar la situación en el departamento, pero para su mala suerte, al volver a la mesa se dio cuenta que Kyojuro no estaba, se fue sin decirle nada a nadie.

Todos llamaron a su celular sin éxito alguno, dejándolos aún mas preocupados. Finalmente, todos se despidieron y fueron a sus respectivas casas.

Giyū regresó al departamento, su mente estaba muy abrumada, lloró hasta quedarse dormido en la sala, pues esperaba ver a su pareja cruzar la puerta. A la mañana siguiente los rayos del sol lo despertaron, corrió a la habitación a buscar, pero no había nada.

Como si las cosas no estuvieran ya bastante mal, parece que el frío de la noche anterior le estaba causando daño, tomó un baño y se encerró a ver la televisión, por fortuna era sábado.

Cerca del mediodía notó que la fiebre no bajaba, tomó el celular y llamó a Kanae. Una hora después ella y Sanemi llegaron.

Hacía mucho tiempo que no lo veían tan mal, y no solo se referían al resfriado, su aura emanaba tristeza.

La chica le dejó unos medicamentos que le ayudarían a mejorar y prometieron volver en la noche. Ella era su mejor amiga y lo que sucediera le importaba, en el fondo lo creía capaz de hacer alguna estupidez.

**********

El lunes en la oficina todos se reincorporaron, o bueno, casi todos. Kyojuro seguía sin aparecer y no se comunicó con nadie estos días. Intentaron seguir la jornada de manera normal. Uzui esperaba recibir alguna especie de reclamo de parte de Michikatsu luego de haber golpeado a su socio, sin embargo, eso no ocurrió, el tipo resultó ser de lo más agradable.

Llegó la tarde y Giyū volvió a su hogar, tenía una última esperanza de encontrarse allí con Kyojuro y, en efecto, lo encontró, pero no de la manera que esperaba.

—¿Por qué te llevas tus cosas? —preguntó el azabache totalmente desconcertado.

El rubio se acercó a él, lo tomo de las manos para luego rodearlo y abrazarlo profundamente.

—Hablemos adentro.

Caminaron juntos hasta la sala, Giyū se mostraba nervioso, imaginaba lo que estaba por pasar. Tomaron asiento uno frente al otro.

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