Cap 4. Alejandro.

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Nunca he sido cobarde, y menos con los hombres. Siempre he sido capaz de contestar a absolutamente todo, con bastante ironía, por cierto, y he sabido dejar las cosas claras. Pero con él no puedo, es imposible, es como que con su mirada me impidiera hacer nada. El calor de su americana es agradable, y él está tan cerca que, realmente, puedo notar su propio calor.
Le miro a los ojos esperando una respuesta, pero parece que mi pregunta le ha pillado de sorpresa ya que no es capaz de articular palabra.
Justo cuando estoy a punto de repetirle la pregunta, pero de una forma un tanto menos amable, escucho que alguien grita mi nombre. Giro la cabeza y veo a Irina que venía hacia mí con cara de asustada.
- Aro, por fin te encuentro, ¿dónde estabas? Me asusté mucho cuando no te vi en la barra - Parece que Irina no se ha dado cuenta del misterioso hombre que tengo a mi lado, ni de que llevo su americana echada por los hombros. Pero de algo si que se ha dado cuenta...
- Niña, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás llorando? - Y justo cuando se va a acercar a abrazarme, se da cuenta de la americana que llevo y gira la cabeza. Ve a la persona que está a mi lado, sonríe y da un pase hacia atrás.
- Perdón, no quería interrumpir, estaré adentro con Rubén - dice, mientras se va corriendo.
- ¡No! Iri, ¡vuelve! - Grito, pero ya es tarde, Irina ya está en el interior. Mierda, luego me va a llenar de preguntas y, sinceramente, no voy a tener respuestas para ninguna de ellas, más que nada, porque este maldito hombre no pronuncia ninguna palabra.
- Toma, tu chaqueta, no la necesito - le digo mientras me la quito de los hombros. Justo cuando estoy apunto de quitármela, su mano agarra la mía para impedírmelo. El contacto de su mano con la mía envía un escalofrío que recorre toda mi espina dorsal y me obliga a quedarme quieta.
- Hace frío aquí arriba, será mejor que te la quedes tú - me dice, sin soltar aún mi mano.
Genial, soy incapaz de reaccionar, ¿qué coño me pasa? ¿Por qué con este desconocido no soy capaz de reaccionar como con cualquier otro hombre?

No me había dado cuenta, hasta el momento en el que soy incapaz de sostenerle la mirada y miro al suelo, de que de uno de sus bolsillos se ha caído una tarjeta negra. Me agacho para cogerla, aunque realmente lo único que quiero es una excusa para romper ese contacto que me está poniendo tan nerviosa.
Cojo la tarjeta en el suelo, es de papel grueso negro, y tiene un pequeño logo que no termino de entender con color rojo. Me vuelvo a poner de pie, dando un paso hacia atrás y le doy la vuelta a la tarjeta. Con la misma tipografía que el logo del reverso de la tarjeta encuentro un email, un número de teléfono y un nombre, o más bien un apellido: "Sr. bravo".
Levanto la cabeza, no puedo creer que lo tenga ante mí. Susurro su nombre sin mirarlo a la cara. De repente, estoy mucho más nerviosa que hace un momento.
El hombre que ha organizado esta fiesta, el hombre que me miraba fijamente desde un sofá y el hombre que me ha cedido su americana sin tan siquiera pedírselo es el Sr. Bravo, ¡no me lo puedo creer!
Una pequeña chispa de valentía sale de mi, y me dispongo a devolverle su americana, de nuevo, y la tarjeta también.
- Tome, su tarjeta y su americana, debo regresar con mis amigos.
- Aún no has respondido a mi pregunta, Aro - me dice, ¿cómo sabe mi nombre? Ah, claro, Irina me llamó Aro cuando vino a buscarme.
- Ni usted la mía, aunque claro, gracias a su tarjeta ya se quien es usted, Sr. Bravo.
- Bueno, entonces tú sabes quién soy, yo no se quien es el gilipollas que te ha hecho llorar.
- Perdón, pero creo que no es asunto suyo, ni tan siquiera sé su nombre real.- ¿Por qué de repente le estoy tratando de usted? No me entiendo a mí misma.
- Vamos a hacer un trato, tú me cuentas quién es él y yo te digo mi nombre real, de momento, puede llamarme Sr. bravo.
¡Já! No se quien se cree, pero por nada del mundo pienso llamarle así.
- Sigo esperando a que me cuentes, Aro. Por cierto, Aro ¿de dónde proviene? ¿Cuál es tu nombre?
- Aroia - Susurro. Mierda, ¿por qué se lo he dicho?
- Me gusta tu nombre, bien, ¿prefieres contarme aquí afuera o quieres entrar y estar más cómodos en un sofá?
Decido que estar aquí, al aire libre, es la mejor opción, así que hago un gesto indicando que estoy bien aquí. No se porque pero tengo la necesidad de contarle todo lo que él me pide, así que siguiendo mi instinto empiezo a hablar. A medida que le cuento, él me escucha atentamente, como si de verdad le importara todo. No me reconozco, siempre he sido muy reservada para contar mi vida, y más a un desconocido, pero de repente siento una especie de conexión, como si le conociera de mucho antes, como si de una u otra manera, nos tendríamos que conocer en esta vida.
Llego a la actualidad, a lo que ha pasado esta misma tarde y noto como se vuelve a formar el nudo en mi garganta. Él se da cuenta y me abraza, no me suelen gustar esas confianzas, pero con él está siendo todo distinto, así que simplemente me dejo abrazar, me siento cómoda en su abrazo, es algo raro pero me siento… Segura.
- Perdón que interrumpa - escucho la voz de Irina a mi espalda- pero Rubén y yo nos vamos a ir ya. Él me suelta y yo, de repente, siento mucho frío, pero reacciono rápidamente.
- Iri, voy, dame un segundo y os alcanzo.- Ella asiente con la cabeza y se va al interior. Yo vuelvo a mirar al Sr. Bravo, y le devuelvo ya, de una vez, su americana y la tarjeta.
- La tarjeta quédatela y llámame pronto, podemos tomar algo juntos. - Asiento con la cabeza y guardo la tarjeta negra en mi bolso. Levanto la mano para despedirme.
- Adiós.
- Adiós.- Me responde, levantando la mano también. Cuando ya me he girado para volver al interior a buscar a mis amigos, noto como me coge de la cintura y me acerca a él, para susurrar en mi oído - Alejandro, me llamo Alejandro.

EL HOMBRE MISTERIOSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora