En medio del caos yo solo me podía preocupar por su seguridad. Me defendía de seis personas que me intentaban reducir, que jalaban y me empujaban para anular mi libertad de movimiento, no sé en que momento todo acabo así, ahora que lo pienso pude haberlo solucionado de otra manera pero no era nada seguro, así que solo tomé lo que mi mente maquinaba.
Todo estaba listo, 3 días antes había asaltado la enfermería y robado una jeringa grande, habían dos pero pensé que solo quería una, aunque me arrepentí pronto de no haber tomado la otra para defenderme de lo que me esperaba. El día empezó mal aunque él estaba de guardia, no pude terminar lo que más quería y no dejaban de recordarme que ese día me iba -según ellos- a casa.
Ya antes habíamos hablado, lo conocía un poco y lo admiraba muchísimo. Tan esforzado, responsable, soñador y ejecutor. Solo le deseaba bien a su vida y que fuera feliz, se lo merecía - se lo merece- después de hacer esas guardias en ese lugar, estudiar, ser un hombre de familia y deportista, y a mi juicio una buena persona, un ejemplo a seguir. No quería tener que verlo así, desearía no haberlo hecho, y lo peor es que nunca sabré que pasaba por su mente a pesar de haberle pedido perdón mil veces...
Todo comenzó a las cuatro de la tarde, venían por mi pero yo no quería y no me iría con ellos, no daría mi brazo a torcer. Tenía un plan y rogaba porque funcionara, ademas de liberarme de la rabia y el dolor de la decepción. Fui al baño y ellos no se fijaron que lleve conmigo mis armas: una jeringa y vasos desechables en donde nos daban el agua. Estuve en paz unos segundos, respiré profundo y simulé estar usando el baño. Con un guante -que también les robé- apreté mi brazo y usé la jeringa para extraerme sangre.
Mi plan era sencillo en mi cabeza: si yo demostraba estar muy mal de manera dramática, ellos me dejarían quedarme mas tiempo. El único problema: estaba en un hospital lleno de personas con la autorización para reducirme y medicarme si era necesario.
Así es como él termino involucrado, era uno de los enfermeros que trabajaban en ese psiquiátrico y su deber era cuidar a los pacientes. Así lo conocí, el me calmaba solo conversando cuando sus compañeros solo me hacían llorar.
Tuve varias oportunidades para extraer la sangre y llenar el vaso, pero nada es eterno y alguien me encontró. No pude hacerlos detener demasiado, traían llaves de todo. Entraron primero dos, cuando me negué a dar el arma entraron dos más y luego habían ocho personas en la sala de baño mirándome y una era él. Como último recurso les pedí que fuera él quien hablara conmigo y yo entregaría la jeringa -ellos creían que quería lastimarlos a ellos- pero la jefa se negó.
Así es como decidieron reducirme con una almohada, seis personas encima de mi y dos personas observando todo. Así es como la jefa usó el cariño y respeto que le tenía a Ronald para que yo cediera y terminara perdiendo la pelea que iba ganando. Él lo verá como su deber pero yo creo que ella fue anti-ética, baja, malvada. Me tenían que trasportar a una camilla y nunca deje de dar la pelea por lo que lo usaron a él como escudo debido a su experiencia en artes marciales. Recuerdo forcejear y gritarle: -Por favor vete, por favor no quiero herirte, pero el solo estaba en silencio conteniendo mis patadas y dejando que los otros me amarraran a la camilla.
Recuerdo sus ojos. Aparentaban seguridad en su trabajo, pero era evidente en el enrojecimiento de los bordes, en los capilares llenos de sangre, en la capa liquida cristalina que cubría sus ojos, que le dolía hacerlo, que era difícil para él verme así porque quizás tenía fe de que me había recuperado -nunca lo sabré con certeza-. Yo no quería lastimarlo, no se lo merecía. No se merecía ser usado por su jefa y tener que lidiar con eso de mi. Sé que en el "rubro" verá cosas peores que un suelo lleno de sangre, una jeringa y mucho llanto, y no sé si ya lo había hecho, solo sé que en ese momento el se rompió conmigo. Lo pude sentir cuando por unos minutos nos miramos fijamente.
Al final me rendí y dejé que me inyectaran el calmante, estaba agotada mentalmente de que ellos no se dieran cuenta de mis llamadas de auxilio. Me amarraron y encerraron hasta el día siguiente. Al final lo había logrado: no me fui ese día. Pero definitivamente no tuve éxito.
El día siguiente me desamarré, levanté, fui al baño y salude como si nada pasara. No es algo que yo haría la verdad, parece que la medicina cambiaba mi voluntad de alguna manera -lo comprobé más adelante- termine acostada pacíficamente y casi sonriendo por el efecto de esa inyección. Solo recuerdo pedirle mil perdones a Ronald pero se notaba ya la distancia, ya no era cercano y no se atrevía a decir - sea lo que haya sido- lo que pensaba de verdad. Aceptó mis disculpas pero sé sintió tan lejano que dolió, era entendible pero aun así no pude evitar sentirme mal.
Sentirme mal por la sangre derramada que vio, por haber insultado a esas mujeres, por no poder controlarme, por mi enfermedad, casi por mi existencia. Yo no le quería hacer daño a nadie, solo quería ser escuchada.
ESTÁS LEYENDO
BORDERLINE
RandomEscritos de alguien con Trastorno Limite de la Personalidad (TLP) o Borderline dissorder