II

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—Creo que no es el mejor plan de todos —comentó Alex sin poder callárselo más mientras caminaba junto a las chicas y Kara, en contestación, puso los ojos en blanco, totalmente en desacuerdo.

—Es el único que hay —suspiró Kelly en su defensa—. Además, a mí me parece buena idea —apoyó mirando a Lena y a Kara que sonrieron.

—Esme se va a dar cuenta de que es mentira. Es una niña, pero no es tonta —razonó finalmente la pelirroja. Se quedaron en silencio por un momento y su mujer finalmente lució una mueca, reflejando que estaba en lo cierto—. Lo siento, pero creo...

—Vale, mirad —interrumpió Kara, deteniéndose al lado de Lena para mirar a las madres—. Sé que estáis asustadas, pero Esme no os va a odiar si finalmente descubre la verdad. Es más, algún día lo hará —adivinó su preocupación ya que ambas no paraban de darle vueltas al asunto.

—De lo que realmente se dará cuenta es de que os habéis esforzado mucho por ella, que no queríais estropear las tradiciones navideñas ni su ilusión de que no existe el hombre de barba blanca. Incluso apuesto que, cuando crezca, se reirá de esta situación por tener a unas madres tan desastrosas —expresó la pelinegra con convicción, acompañada de una pequeña sonrisa.

Alex y Kelly finalmente asintieron y se rieron porque no tenían fallas en esa lógica. Quizá con derrota o tal vez esperanzadas de que su hermana y madrina de Esme tuvieran razón. Por intentarlo valía la pena y no tenían otra cosa que hacer. Además, ya se sentían muy culpables por abandonar a su hija toda la tarde con la canguro, aunque podían poner la misma excusa piadosa de que estaban ayudando a la ciudad ya que no era la primera vez que pasaba.


Llegaron a casa, alzando la voz para hacer ver su presencia nada más abrir la puerta, y Esme salió de su habitación corriendo para saludarlas con un abrazo, feliz de que sus madres venían acompañadas. La canguro no tardó en asomarse por la puerta del cuarto con una sonrisa. Su rostro reflejó su despreocupación, dedicándoselo especialmente a las madres cuando sus ojos gritaron una disculpa por el inesperado cambio de horario.

La rubia no tardó en coger a la pequeña en brazos y se dirigió al salón junto con Lena, dejando que las madres hablaran y le explicasen la situación a su empleada por haber abandonado a su hija toda la tarde con ella. Estaban agradecidas por la paciencia de la señora y prometieron que la próxima vez avisarían con tiempo, aunque la mujer mayor finalmente agitó la mano con desdén, casi riéndose por el motivo. Además, prometió que estaba encantada con cuidar a Esme y las dos suspiraron aliviadas al ver que no hubo ningún problema.

Kara y Lena, mientras tanto, se habían sentado juntas en el sofá mientras la pequeña enseñaba su cuaderno lleno de pinturas y líneas desde el suelo. Ambas mujeres se miraron y compartieron una mirada. Pensaron lo mismo: era el momento de ejecutar el plan cuando la pequeña torció su sonrisa nada más enseñar los dibujos de Santa Claus.

—Hey, Esme —llamó Kara su atención antes de inclinarse y su sobrina dejó su cuaderno para mirar hacia arriba y encontrarse con los ojos azulados de su tía—. Alex y Kelly nos han contado lo que ha pasado esta mañana —comentó y Esme luego miró hacia Lena que también se inclinó.

—Quisieron explicártelo —prosiguió la pelinegra—, pero no han tenido tiempo para hacerlo. Sin embargo —miró a la rubia que sonrió y asintió antes de volver a dirigirse a Esme—, aquí tu tía, más que nadie, sabe lo que está pasando ahí fuera.

La rubia, junto con el apoyo de la pelinegra, comenzó a hablar, siguiendo la idea que habían tenido. La pequeña sonrisa que quedaba de Esme se desvaneció con un puchero cuando ambas finalizaron la historia. Se quedaron un poco preocupadas al ver su rostro indescifrable, temiendo en llegar demasiado lejos con esta mentira piadosa porque Alex y Kelly tenían razón: una cosa era jugar con su inocencia y otra era tomarla por tonta.

Mi mejor regalo eres tú, Santa Claus  | Supercorp AU NavideñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora