Único.

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La entrada de la casa estaba a unos metros de distancia, Mirio marchaba sobre la nieve, sentía que le quemaban las piernas, pues parecía que escalaba una montaña sin fin. Agitado y mojado logró llegar al pórtico que le esperaba con una luz encendida, apenas se acercó pudo sentir el calor de la vela dentro del cristal que fungía como farol, sopló hacía la nada y observó la nube de aire tibio que salía por su boca.

Era uno de los inviernos más fríos que le había tocado experimentar en sus años viviendo en el extranjero, pensó que mudarse a Estados Unidos le serviría para conocer otros climas, pero era casi lo mismo en estas épocas, el frío le calaba en los huesos y simplemente optaba por encerrarse en casa, tomar chocolate caliente y ver videos de gatos haciendo cosas tiernas.
Su psiquiatra le había recomendado que; a parte de su medicamento regular, hiciera cosas que fomentaran el desarrollo de serotonina, en todo caso, ver videos de gatitos le producía mucha satisfacción y aseguraba que cumplía los requisitos de generar felicidad en el.

Un último vistazo al patio delantero asegurándose que todo estuviera en orden, la reja cerrada, nieve por todos lados, la pajarera cubierta, todo estaba listo para que el oso de cabello dorado y ojos azules entrara a hibernar, desapareciendo hasta la mañana siguiente, cuando tuviera que levantarse solamente para quitar la nieve que seguramente volvería a caer en la noche, pero de alguna forma le entretenía retirar.

Metió la llave en la puerta y girando con algo de torpeza, gracias al hielo y sus guantes, logró girar la perilla y adentrarse al recibidor.
En cuanto sintió el calor de su hogar agradeció estar vivo para sentir ese olor que emanaba de la cocina, antes de dirigirse a la fuente del emocionante aroma rectificó cerrar con llave la puerta, luego de eso se encaminó a perseguir esa fuente de placer convertida en atmósfera.

Mientras avanzaba a la cocina, retiraba cada prenda de su cuerpo, sus guantes, su gorro, sus orejeras, su abrigo, el suéter debajo de su abrigo, solo quedando en sus pantalones y una camiseta de manga larga, despeinó un poco su cabello y sin más por deshacerse, entró a la tan esperada habitación, su estómago vibró emocionado por la imagen frente a sus ojos.

Un chico de cabello azul oscuro bailaba suavemente frente al horno dándole la espalda al recién llegado, tarareaba una canción que hablaba sobre sol, belleza y amor. Mirio podría describir el sentimiento que lo embargaba con esa misma melodía, la cocina se percibía caliente por el fuego de la estufa, ahora el rubio no sentía más frío, estaba cómodo y quería tomar una siesta dentro de los brazos de la persona frente a él.

- 'Cause you're so lovely, you're so lovely, I can't help but fall for you...

- Love, when you love me, It's so lovely loving you...

Al terminar la última frase Mirio ya se encontraba abrazando a su chico por detrás, amaba lo pequeño que sentía a Tamaki dentro de sus brazos, este último se acurrucó en el gran pecho del rubio, restregando su cabeza contra los suaves pectorales ajenos como si de un gato se tratara.

El mayor repartió besos en la cabeza del contrario hasta llegar a sus orejas y sus mejillas, Tamaki solo pudo sonrojarse por la intimidad del momento, ellos dos frente a la cocina donde se encontraba su cena navideña, ambos en su hogar el cual era cálido en muchos sentidos, amándose como jamás lo habían podido hacer, podría jugar que su corazón estallaría de amor y felicidad.

-¿Ya casi está lista?

La voz de Mirio preguntó lleno de curiosidad, Tamaki giró para observarlo bien y su gran oso parecía un cachorro expectante de su respuesta. Volvió a sonreír por la idea del rubio siendo un cachorro ruidoso y juguetón, acaricio la cara de Mirio jugando con sus mejillas que mantenían un tono rosado por el frío.

Contigo [Miritama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora