Capítulo Único

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En la multimedia pueden encontrar la canción del songfic, en caso de que no la conozcan.

Cuando el primer timbre de su celular sonó y vio aquel nombre en la pantalla, dudó acerca de si atenderlo o no

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Cuando el primer timbre de su celular sonó y vio aquel nombre en la pantalla, dudó acerca de si atenderlo o no.

Al cuarto timbre respondió.

-¿Tienes algo que hacer hoy?-la voz del rubio resonaba desde el otro lado de la línea.

-No...

-¿Vienes a mi casa?

Un desagradable cosquilleo lo invadió hasta la punta de los dedos de sus pies, sabiendo la intención detrás de esas palabras. Una especie de nauseas se instalaron en la boca de su estómago, y quiso huir. Aquellas inseguridades lo atacaban de nuevo, y la historia tentaba con volver a repetirse.

Ya no quería más de estos juegos.

Aún así, su voz optó por actuar por cuenta propia.

-Está bien, iré.

-Te espero-oyó, seguido de la llamada cortada.

Tal y como se encontraba, salió del hogar. La noche de invierno era fría; el aire helado penetraba en su piel y el vapor era expulsado de entre sus labios. La fina tela de su sudadera no era suficiente para protegerlo del clima (ni del inminente evento que lo esperaba), pero prefirió no darle importancia.

De todos modos la casa de Yuki quedaba cerca de la suya.

Desde que eran niños, habían sido muy unidos, siempre estaban a la par del otro sin importar qué. Y a medida que el tiempo pasaba y ambos crecían, la distancia era cada vez más estrecha; confiaban en el otro más que en nadie, y se necesitaban entre sí. Nunca podrían sentirse tan conectados con alguien como lo estaban entre ellos.

Sabían absolutamente todo del otro.

Exceptuando una cosa: que el corazón de Mafuyu latía en una diferencia sintonía que el de Yuki.

Siempre había estado enamorado de él.

Quizás fue por todo en lo que lo ayudó siendo pequeños, por nunca dejarlo solo, por cuidar de él en todo momento, o por la bonita sonrisa que le dedicaba siempre que lo veía, como si quisiera decirle que es lo más importante y valioso en su mundo. No sabía porqué fue, pero estaba perdidamente enamorado de su amigo de la infancia. Todo sobre él le encantaba, y no podía quitarle la vista de encima ni controlar el aleteo de mariposas en su pecho cuando estaba cerca suyo.

Era su primer amor, uno que jamás olvidaría.

Y, aunque se repitiera que admitirlo arruinaría la amistad de ambos, algo en él mantenía las esperanzas de que algún día lograría que su mirada de amor se viese reflejada en la del rubio, que los sentimientos de ambos se sincronizaran y fueran mutuos. Confiaba en que lograría que algo más surgiera entre ellos.

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