Capítulo único.

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Quince meses. Habían pasado aproximadamente quince meses terrestres, desde que toda esa desesperante agonía comenzó para aquel hombre allá afuera en lo desconocido. Él todavía mantenía un poco de calor en su grueso traje espacial, mientras que seguía acurrucado como un montón de carne, en la esquina de esa pequeña capsula circular; que había estado destinada para partir fuera de la vía láctea; y que fue diseñada para soportar muchos meses navegando en medio de la galaxia. Tendría un largo rumbo, y el Cosmonauta estaba preparado para abandonar la tierra durante un largo tiempo; puesto que sería uno de los más grandes avances de la humanidad. Sin embargo, las cosas no habían salido como lo esperado.

Él todavía recordaba el día en que tomó vuelo; incluso, la sonrisa en el rostro de su esposa, despidiéndose de él del otro lado del satélite. Ella estaba tomando de la mano a su pequeño hijo, al lado de toda la prensa que fotografiaba el momento Histórico. Y los dos simplemente le deseaban un buen viaje al igual que sus colegas.

A veces cuando descansaba sus parpados, podía recordar el suave tacto de su dulce amada sobre su piel, y esos momentos felices que pasó en su planeta madre. Por eso, dormir era su única manera de seguir manteniéndose cuerdo, en medio de ese inminente silencio cubierto de misteriosas estrellas. Pero debido a la poca presión que se había estado creando en la capsula, ya le costaba pegar el sueño y, de esa manera tenía que mantenerse despierto la mayor parte del tiempo.

Su rostro estaba completamente pálido, y la expresión muerta que tenía no era algo normal. Parecía haber pasado por una experiencia traumática, y que no podría recuperarse de ello. Desde que se le acabó la comida se volvió un poco más delgado, le salieron surcos negros debajo de los ojos, sus labios se volvieron resecos; y de ellos emanaba el poco aire caliente que todavía permanecía en el cuerpo de aquel pobre hombre llamado: «Benjamín Morkovick». Un Cosmonauta que se había perdido en el espacio, desde el trágico momento en el que un asteroide desconocido golpeó su nave y lo impulsó fuera de su orbita, ocasionando que Ben quedara varado en medio de la nada, con el perro con el que había sido lanzado.

Habían pasado cuatrocientos cincuenta y seis días desde entonces, y Ben no perdía la esperanza de que enviasen a otra nave por su compañero y él. Sin embargo, él esperaba que fuera lo más pronto posible, porque se habían quedado sin comida desde hace tres días y de esa manera, el pobre animal terminó cayendo primero; quedando profundamente dormido en los brazos de aquel pobre hombre que estaba viviendo la desesperación en medio del espacio. Dentro de una pequeña capsula que sólo flotaba, como una pequeña bacteria en medio de un enorme mar oscuro. ¿Qué le pasaría ahora que se había quedado solo? Pues el can había sido su única compañía hasta ahora, y él ya no despertaba como las veces anteriores... Y Ben cuando se dio cuenta de eso, bajó lentamente su perturbada mirada hacia sus brazos, y se encontró mirando a la pobre criatura terrestre ahí tendida, inerte, muerta.

Al principio su mirada demacrada fue completamente inexpresiva, pero sus ojos reflejaban la cruda desesperación de un pobre hombre; que no corrió con mucha suerte al ser lanzado al racimo de galaxias. Pero después, su mirada se desencajó de una manera terrible, cuando se dio cuenta de que su pobre compañero se había quedado muerto entre sus brazos; y que él ya no estaría para menearle la cola y lamerle la cara; siendo esa su primera fuente para no perder la cordura en el espacio.

La respiración de Ben se aceleró, y él no dejó de ver al animal con ojos de esperanza; rogándole a Dios que Buster despertase de nuevo.

Pero nada ocurría.

De pronto, el hombre en medio de su desesperación, pensó que él era uno de los mejores Cosmonautas de la región, y que por eso no podían olvidarlo en el espacio... ¡No podían dejarlo varado en medio de la infinita nada, ni mucho menos con el perro más inteligente del mundo! ¡Ellos dos no podían recibir ese final tan horrible!

Horror en el CosmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora