Capítulo 2

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Siempre es una sensación extraña el despertar en una cama diferente luego de una mudanza, pero esta vez la extrañeza escaló considerablemente.

Morgan se quedó acostada unos minutos, con la mirada clavada en el techo de su nueva habitación. Su mente maquinaba a una velocidad increíble tratando de entender la inusual energía que detectaba a su alrededor. Lo que percibía era una presencia, la presencia de algo que la observaba a su antojo, manteniéndose invisible a los ojos de ella.

Pronto experimentó una especie de ahogo, el cual subió desde su estómago y se instaló en su pecho. Se levantó rápidamente, convenciéndose a sí misma de irse a otro sitio, a cualquier sitio que no sea ese.

Le disgustó la incomodidad que se había hecho presente en su nuevo cuarto. Después de todo ella estaba decidida a que ése sea SU lugar especial, un lugar completamente suyo, donde pudiera ser ella misma.

—Aún no me acostumbro a esta casa —pensó—. Eso es todo, pasará con el tiempo.

Trajinó con la grifería del cuarto de baño, haciendo esfuerzos para lograr que el agua adquiriera la temperatura adecuada. Había olvidado preguntarle a su padre cómo funcionaban las cosas allí, y ahora se veía en la obligación de aprender todo sobre la marcha. Un par de intentos después el agua proveniente de la ducha no era lo suficientemente caliente como para considerarla perfecta, pero era bastante agradable.

—Okey, esto sí está bien. Esta casa vuelve a gustarme —murmuró Morgan al entrar en la tibia ducha.

En su antigua casa nunca había tenido un cuarto de baño que le perteneciera solamente a ella, y tenía que admitir que era un cambio placentero.

No tardó mucho duchándose. No tenía planes precisos para ese día, así que suponía que investigaría la nueva casa, ayudaría con las últimas cajas de mudanza y quizás diera una vuelta por el barrio. Esas actividades tenían una cosa en común: no era necesario un atuendo espectacular para llevarlas a cabo; cualquier cosa serviría, y cuanto más cómodo mejor.

Salió del baño envuelta en una esponjosa bata de toalla, se paró frente al espejo y comenzó a secarse las piernas. Al levantar la vista pudo observar claramente una sombra oscura escabulléndose del cuarto de manera rápida, hacia la ventana.

Morgan se embutió en unos viejos pantalones azules y una chillona camiseta con un patrón de rayas anaranjadas; y salió de esa habitación más rápido aún que la sombra que había escapado por la ventana.

Su cabello aún estaba mojado y le incomodaba, mojándole la espalda de la camiseta. Las suelas de sus desgastadas zapatillas de correr producían un sonoro eco a medida que bajaba rítmicamente los escalones en camino a la cocina.

—¿Puedes parar con ese alboroto, por favor? —exclamó su madre, sosteniéndose la frente con la palma de la mano.

—Cielos, lo siento, mamá. No había notado que había hecho tanto ruido.

Lorraine resopló en dirección a su hija, y se retiró a su habitación.

—Es por la mudanza, esta casa no le gusta —comentó Joseph, el hermano (seis años menor) de Morgan.

Joe estaba sentado cómodamente, usando la silla de lado, mientras jugueteaba con los cereales que habían quedado remojados en el fondo del tazón.

Morgan se sentó junto a él, tomó un puñado de cereal directo del empaque y comenzó a arrojarlos a su boca uno a uno, echando la cabeza hacia atrás cada vez.

—¿Cómo sabes? ¿Te dijo algo?

—No deberías hacer eso, sírvelos en un plato.

—Responde a lo que te he preguntado.

—Mamá se enfadará aún más si te ve haciendo eso.

Morgan se enderezó en su asiento. Su rostro se puso serio un instante.

—Oye ¿puedes escucharme, Joe? Respóndeme, ¿mamá te dijo que la casa no le gusta?

—No, no con palabras. Ya la viste, está nerviosa. Además...

—¿Qué?

—Esta casa tiene una vibra rara. No digo que no me guste, de hecho es genial. Pero sí que es rara. ¿No lo has notado?

—¿Algo extraño dices?

Joe asintió brevemente, y se levantó para dejar su tazón en el fregadero.

—No sé —dudó Morgan—. Creo que sólo debemos acostumbrarnos. Pero no me disgusta la casa, definitivamente me gusta más que nuestra casa anterior. ¿A ti te gustaba?

Joseph movió su cabeza en un gesto negativo y salió silenciosamente de la cocina.

Morgan se levantó de un salto y corrió hacia la puerta. Iba a salir a caminar por el barrio, con el único propósito de no dejar que su mente la lleve a tristes recuerdos asociados a su vida previa.

El día era igual de primaveral que el anterior. Parecía un buen augurio.

No era buena idea alejarse demasiado de los escasos lugares que conocía en esa ciudad, así que decidió dar una simple vuelta a la manzana.

Todas las casas del barrio parecían haber sido diseñadas por el mismo arquitecto, todas bonitas; todas correctas, pulcras y relucientes. Prolijos jardincillos se alineaban al frente de los edificios: en algunos jugaban niños, en otros viejecitas charlaban entre ellas, incluso había uno en el que un perro y dos gatos jugaban a perseguirse retozando en la hierba.

Daba la impresión de ser un barrio muy tranquilo; casi no se veían autos, por lo que muchas personas iban y venían montados en sus bicicletas.

Luego del paseo, Morgan dio la vuelta con la intensión de volver a su casa. Al acercarse a la valla alzó la vista hacia la peculiar ventana de su propia habitación, y pudo observar nuevamente esa sombra oscura, ahora entrando por la abertura. Se veía algo más definida que antes, pero se movía con la misma rapidez.

Morgan se quedó parada, mirando fijamente la sombra hasta que ésta desapareció a través de la ventana. No sentía miedo o inquietud, sino simple curiosidad. Quería saber qué demonios estaba ocurriendo.

Muerto por dentro (y también por fuera) 👻 (En Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora