Capítulo 4

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Había pasado un mes entero, y las cosas se habían puesto cada vez más extrañas.

Esa sombra era ya un huésped usual en la casa. Se paseaba libremente no sólo por la habitación de Morgan, sino también por todas las demás, materializándose aquí y allá con una figura cada vez más definida. A pesar de este hecho, Morgan parecía ser la única que podía verla. Todo intento por explicarle a los otros la existencia de esa sombra resultaba en vano.

Sin embargo existían cosas que su familia sí lograba percibir. En ocasiones la luces se encendían por sí solas, los objetos caían como si alguien estuviera empujándolos, algunas cosas desaparecían para nunca volver a ser encontradas, o simplemente aparecían en sitios por completo diferentes a los cuales pertenecían originalmente.

En los momentos en que estos fenómenos se manifestaban con mayor frecuencia, la sala en la que ocurrían se llenaba con ese inquietante aire frío, los vidrios se empañaban e incluso —a veces— las personas en el lugar comenzaban a sentirse cansadas o adormiladas.

Lo cierto es que estas manifestaciones se habían dado de forma tan sutil que pasaban desapercibidas la mayoría del tiempo. Siempre era posible hallar una explicación racional para cualquier cosa que ocurriera.

La razón por la que Morgan se encontrara ahora pensando en estas experiencias y analizando sus pormenores era nada más y nada menos que la guitarra. De todas las cosas extrañas que pasaron en esa casa, ésa era sin dudas la más extraña hasta el momento.

Ese día Morgan se encontraba sola en la casa, por lo que había decidido encender música a todo volumen y dedicarse a limpiar las habitaciones. Prepararía su cuarto con todas las cosas que aún no sacaba de las cajas y lo dejaría todo listo para instalarse definitivamente, y poder llamar a ese lugar un hogar. De esta manera, cuando las clases comenzaran, sus cosas ya estarían dispuestas en su respectivo sitio, y ella sólo tendría que preocuparse por encajar en su nuevo colegio.

Cantaba a todo pulmón Are you ready aprovechando que llevaba puesta su camiseta de AC DC, mientras aspiraba la alfombra del salón. De pronto, la aspiradora se detuvo inesperadamente. Morgan frunció el ceño y siguió el recorrido del cable para intentar encontrar el desperfecto. Éste se había desconectado, y yacía arrojado en el suelo a un lado del tomacorrientes. Considerando que ese cable recorría todo el pasillo del comedor, pasaba por la cocina y llegaba al salón, no era extraño que lo hubiera desconectado ella misma al propinarle al aparato un tirón demasiado fuerte mientras aspiraba la alfombra.

Volvió a conectarlo y se dirigió nuevamente al salón. Podía oír claramente el sonido de la aspiradora —que había dejado encendida— a pesar del volumen de la música. Antes de que llegara al salón, el aparato se apagó nuevamente.

Esta vez volvió corriendo por el pasillo, hasta el tomacorrientes. Ahora sí que estaba molesta, no podía haber tocado nada para desconectarla de manera accidental. Encontró el cable cortado, parecía haber sido arrancado por unos filosos dientes.

—Ratas —murmuró Morgan—. Hay ratas en esta casa.

Sus palabras parecieron haber sido confirmadas por un sonido que indicaba movimiento dentro de las paredes del pasillo.

Había ratas corriendo por dentro de las paredes y mordisqueando los cables. Eso explicaba todo el asunto.

Morgan siguió el sonido hasta el ático. Subió la escalera, abrió la trampilla y entró. El lugar estaba oscuro, y helado también. Comenzó a buscar algún agujero por el que la rata estuviera entrando a las paredes, contaba con poder atrapar al pobrecillo animal sin matarlo. Pero no logró encontrar ninguno; en lugar de ello, un trozo de los paneles de madera que cubrían las paredes del ático literalmente explotó en astillas, dejando un gran agujero debajo. Un instante después, Morgan se sintió demasiado cansada repentinamente, y cayó desmayada en el suelo.

Allí la encontró su hermano una hora más tarde, luego de haberla buscado por toda la casa.

—¡Morgan! —exclamó, y corrió hacia ella.

Morgan abrió los ojos, un tanto mareada.

—¡Papá, ya la encontré! —gritó Joe hacia las escaleras.

—Gracias a Dios —se escuchó abajo, y una cabeza se asomó por la abertura de la trampilla—. ¿Qué te ha pasado, hija?

—Subí buscando una rata y me desmayé.

—Mmm —exclamó Dennis— quizás haya asbesto aquí, tendremos que revisar eso luego. Será mejor que bajes.

Dennis ayudó a su hija a dirigirse hacia las escaleras, cuando una exclamación de parte de Joe los detuvo.

—¡Wow! ¡Qué bonita guitarra! ¿Tú la pusiste aquí, Morgan? —y estiró la mano para alcanzarla de dentro del agujero en la pared—. ¡Auuch! Me dio un toque eléctrico.

—¿De qué hablas?

Morgan se acercó lentamente, y la observó: la guitarra más bonita que había visto en su vida. Eléctrica, de un amarillo reluciente, con detalles en negro y morado; estaba nueva, aunque algo maltratada por la humedad. Estiró a su vez la mano, muerta de ganas de tocarla.

—Cuidado —dijo Joe.

—¿Qué dices? A mi no me dio ningún toque —respondió Morgan, agarrando la hermosa guitarra suavemente con su mano izquierda.

—Niños, bajen —interrumpió Dennis—. Dejen eso, no es suyo, ¿no pensaron en que debe de pertenecer a los antiguos dueños de la casa?

—Pero, ¿por qué la meterían en la pared?

—No tengo idea, querida. Te diré algo: la llevaremos abajo, y luego contactaré con las personas que nos vendieron la casa, a ver qué dicen ellos.

—Y... si no dicen que la guitarra les pertenece... ¿puedo quedármela?

—Veremos.

—¿Eso es un tal vez?

—Es un veremos. Déjame hacer unas llamadas y hablaremos sobre ello, ¿de acuerdo?

—Trato.

Bajaron las escaleras con cuidado. Morgan aún se comía la guitarra con los ojos. Una vez abajo, fue derecho a la heladera y tomó un envase de jugo de naranja. Estaba sentada en el sofá bebiéndoselo cuando escuchó un estridente grito:

—¿QUÉ DIABLOS LE PASÓ AL CABLE DE LA ASPIRADORA?

—Ay, no, mamá —murmuró Morgan con frustración; tomó aire y se dirigió a la fuente del grito—. Aquí vamos de nuevo.

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⏰ Última actualización: Jul 31, 2022 ⏰

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