Prólogo

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El bullicio de la multitud en el entorno era una completa molestia para el oído de quién sea que estuviese presente en ese momento

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El bullicio de la multitud en el entorno era una completa molestia para el oído de quién sea que estuviese presente en ese momento. Habrían personas acostumbradas a estar en espacios abiertos con una inmensa cantidad de voces de fondo. Pero, lamentablemente, este no era el caso.

Los oídos del azabache ya dolían hasta volverse un retumbido leve en el interior de su cabeza. Cosa que solamente le reaccionaba unas ansías en su pecho de levantarse de su asiento y caminar hasta su casa, llegar y lograr abrazarse a las frazadas de su cama cómo era cada noche, disfrutando de la calidez de esta misma.

No obstante, su madre le había aclarado ya varias veces el resto de la semana pasada sobre ese día.

Logró cubrir cada aspecto que pudiera ser una excusa en su hijo para irse a casa. Desde el hecho de que ahora mismo estuviese usando una chaqueta de plumón unas cuántas tallas más grandes de la que su infantil cuerpo debería usar. Hasta el que haya unas cuántas bolsas de aperitivos en el bolso de su progenitora junto con una botella de agua a temperatura ambiente.

Inasa no tenía más opción que solamente callar y mantenerse firme contra la pared de la silla detrás suya, afianzándose más a la tela de su chaqueta negra, protegiéndose del frío que su cuerpo comenzaba a sufrir.

Jamás había sido fanático de las salidas con su familia. En su mente, el hecho de convivir con gracia todos los días en la comodidad de su hogar, era más que suficiente. Y aún más cuándo notaba lo cansada y la extrañaba expresión que lograba visualizar en el rostro de la única adulta de su familia; Se veía cautelosa de su alrededor, alerta de todo movimiento, mientras sus hermanos reían y jugaban a no más de medio metro de su silueta.

La ausencia de su hermana mayor era algo notable. Su madre siempre sonreía con orgullo al verla en esas revistas que exhibían en las tiendas a las que la acompañaba cada semana.

Su hermana era hermosa. Y no solamente por el hecho de ser una de las pocas mujeres que podía ver semanalmente aparte de su madre. Las personas que se acercaban a hablar con la señora a su lado siempre repetían esos comentarios, halagando la belleza que portaba su mayor.

El fugaz pensamiento de que si él creciera y también recibiera esos comentarios llegó en su momento de reflexión, y solamente una negación seguida de una risa fueron su respuesta automática ante las incógnitas que él mismo se ponía.

Si él recibía comentarios iguales a su hermana, eso significaría que ella ya no tendría la misma cantidad de halagos que antes, y él no quería ser el responsable de esa injusticia.

Dejando de lado sus ideas, el infante se levantó de su silla en silencio. La señora Yoarashi estaba muy enfocada hablando con un rostro que ni siquiera se detuvo a repasar. Por lo que dejó su cuerpo irse a buscar en el bolso de la contraria la botella de agua que está había traído especialmente para él y sus más pequeños hermanos.

No la encontró. Con un ceño denotando extrañeza pura, movió su cabeza a sus alrededores, inclusive bajando a ver debajo de su silla de terciopelo roja, dónde no halló más que basura y envoltorios viejos.

Apenas su cabeza subió para seguir con su búsqueda, una voz infantil lo sacó de sus dudas con una pequeña interjección de no más de una sílaba.

La palabra mal pronunciada de "agua" salió de los labios de su hermano menor seguido de un golpe sordo en el suelo que pasó desapercibido para todos a su alrededor, que ya se habían vuelto parte del ambiente a oídos de Inasa. Y así ocurrió igualmente para el resto de individuos de la gran sala.

La botella rodaba de forma intermitente entre los pies de la fila de sillas ocupadas por totales desconocidos a ojos del menor de doce años. Este en total instinto, solamente empezó a corretear detrás del objeto plástico, sin importarle realmente los choques o quejidos que recibía.

Por su mente, solamente el deseo de suprimir su sed y de no molestar la tranquilidad de su madre eran lo que estaban sobre el tablero en ese momento. Su anhelado deseo infantil de ver feliz a su figura maternal eran lo que lo impulsaban a bajar las escaleras sin temor alguno.

Finalmente, por el golpe contra unos pies ajenos, logró atrapar entre sus manos el envase transparente sin problemas, lo que llenó de alegría sus mejillas regordetas, que eran cómplices de los jadeos que salían de sus labios, dejando salir el cansancio de esos pocos minutos de persecución.

Con un giro, se decidió en seguir sus pasos hasta su silla dónde su madre aguardaba. Sin embargo, su vista se vió interrumpida en el camino por un par de iris de colores que lo miraban fijamente, lo que le sacaron de su burbuja de concentración y hasta le hicieron sobresaltarse levemente.

Fueron unos pocos segundos de miradas fijas por parte de ambos pares de ojos, hasta que en un puro instinto infantil, Yoarashi habló con un tenue sonrojo en sus mejillas:

  —¿¡Qué estás viendo!? —Preguntó con una cólera fingida en su garganta al contrario, que solamente pestañeó en silencio varios segundos antes de empezar a reír mientras cubría sus labios.

Eso incrementó la molestia en Inasa. Pensaba que quizás el extraño niño frente suyo se estaba burlando de él, o simplemente era de esos niños crueles que lo molestarían por una razón sin sentido alguno. Hasta que el contrario replicó finalmente.

  —Nada. Realmente te viste gracioso. —Respondió su pregunta con sinceridad, mientras dejaba de reírse para verle con una sincera sonrisa, que denotaba incluso un agradecimiento silencioso que Inasa no pudo leer en ese momento por una vergüenza que ni él mismo entendió.

Su enojo se convirtió en sorpresa, y luego este mutó en nerviosismo. ¿Cuánto tiempo llevaba ese niño viéndole en silencio?

  —Eres raro. ¿Por qué me veías? —Preguntó nuevamente con tosquedad.

  —Lo siento. Tú te veías más amigable que todos estos adultos.

Esa respuesta quitó la expresión fruncida en el rostro de Yoarashi. Solamente bufó y se limpió sus pantalones, cómo si el hecho de haberse ensuciado apenas pasó por su cabeza en ese momento.

  —Tú te ves raro. —Replicó con un calor molesto en sus orejas—. ¿Acaso quieres agua?

  —Te lo agradecería mucho.

Realmente no se esperaba que la respuesta del contraria fuera esa. Por lo que se tomó unos leves instantes de vacilación antes de extenderle la botella de agua.

El bicolor tomó con una delicadeza admirable el envase y también tomó de esta con esa misma suavidad. Algo que extrañamente robaba la atención de los iris del azabache.

  —¿Cuál es tu nombre? —La pregunta fué formulada por puro instinto. Cómo si los labios del más alto de los dos se hubieran movido solos.

  —Soy Shoto Todoroki.

  —Inasa Yoarashi.

  —Inasa Yoarashi

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Aguanieve || Inatodo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora