Crepúsculo

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Por fin en casa, o mejor dicho, en la residencia universitaria.

Ambos regresaron un poco antes de que oscureciera, habían comido muy bien, decidieron no beber mucho alcohol, pero aún así se sentían con mucha energía.

— Por fin llegamos. – exclamó Akaashi, depositando las bolsas de compras sobre el suelo.

Kenma caminó hasta el ventanal del fondo de la habitación, admiró por el cristal sólo por unos segundos, hasta que Akaashi la abrió, saliendo al balcón, en donde recargó sus hombros, encorvándose, admirando la hermosa puesta de sol frente a sus ojos azules como el cielo de mediodía.

— De cierta forma, la puesta de sol me recuerda a ti. – murmuró observando el cielo, el sol se había ocultado por completo, los colores de este se eran reflejados en los ojos de ambos espectadores.

Kenma salió al exterior junto a él, situándose a su lado, recargándose de igual forma sobre el muro del balcón de la habitación, cerrando antes el ventanal.

— ¿A mí? – preguntó embelesado por la bella vista, algo curioso por la contestación de su ahora pareja formal. — ¿Por qué una puesta de sol te recordaría a mí?

— Tus ojos son color ámbar, justo como el sol cuando está por ocultarse. – aclaró su garganta. — No sólo eso, sí, el color de tus ojos es hermoso, pero piénsalo de esta forma, eres como una puesta de sol, tan hermoso que quiere ocultarse para dejar brillar a la luna una vez termine tal transición.

Kenma rió entre dientes, para después fijar su atención en Akaashi, los colores en el cielo se reflejaban en su rostro, cada vez se oscurecía más, pero su rostro aún podía verse claramente, el semblante en él le transmitía cierta paz, esa sonrisa sutil y aquellas facciones finas era algo de lo que Kenma no podía librarse, de lo que su corazón no podía librarse.

— Tan poético como siempre, Keiji. – rió. — En ese caso, podrías ser mi luna, o el cielo de medio día, ambos creo que coinciden perfectamente contigo.

— Puedo ser ambos para ti, Ken-chan.

El de gafas despegó su vista del cielo, ésta vez mirando al teñido fijamente a los ojos, con una sonrisa gentil, Kenma por su parte se encontraba perdido entre esos ojos azulados.

— Podemos fusionar nuestros colores, en un hermoso crepúsculo. – dijo acercándose lentamente al más pequeño, colocando su mano sobre su cuello, subiéndola lentamente hasta depositarla en su mandíbula, masajeando lentamente esa zona con su dedo pulgar.

El corazón de Kenma latía a ritmos acelerados. Sí, se suponía que ahora eran una pareja oficial, pero jamás se imaginó estar de esa forma con el pelinegro.

Se sentía bien, aunque no quisiera admitirlo.

— ¿Qué dices? – Akaashi susurró tan cerca de los labios del chico, logrando estremecerlo un poco, podía notarse en sus gestos faciales.

— ¿Qué rayos haces? – dijo aumentando su respiración, colocando su mano sobre el pecho del contrario para intentar alejarlo, lo cual, fue en vano.

— Solo quiero escuchar una afirmación o una negación como respuesta, no haré nada sin tu consentimiento.

Kenma tomó un largo suspiro, levantó la mirada, mirándolo finalmente a los ojos, sus mejillas estaban algo sonrojadas, asintió con un ligero "sí".

Akaashi removió el poco cabello rubio que obstruía en el rostro de Kenma, colocándolo detrás de su oreja.

Sonrió triunfante antes de ladear un poco su cabeza, acercándola a los delgados labios del contrario, depositando sobre ellos un tierno beso, el cual fue intensificando con el paso de los segundos, sus manos seguían acariciando la suave piel del chico, Kenma rodeó ambos brazos sobre los hombros de Akaashi, disfrutando de aquel largo beso debajo de la luna que comenzaba a asomarse, los corazones de ambos latían al compás de las caricias, se sentía bien disfrutar de los labios ajenos.

Lentamente se separaron, ambos un tanto sonrojados, Kenma desvió su mirada nervioso, Akaashi lo veía con cierto brillo en los ojos.

— Kenma, no te diré que siempre estaremos bien porque te mentiría, pero...

Kenma lo miró, la luz de la luna iluminaba de una linda forma el tono blanco de la piel de Akaashi, además de ese ligero sonrojo sobre sus mejillas.

— Solo quiero que estes en las malas también.

— Así será.

Kenma se acercó lentamente al contrario, desabrochando el primer botón de la camisa de Akaashi, evitando el contacto visual.

Keiji soltó una risita juguetona, decidió abrir de nuevo el ventanal, para pasar a la habitación nuevamente.

Cerró la cortina, era perfecto, podía entrar la luz de la luna y de los faros del exterior a la habitación, pero nada podía reflejarse del interior hacia afuera.

Kenma siguió desabrochando los botones de la camisa de Keiji, hasta retirarla por completo, arrojándola por alguna parte de la habitación, dejando ver su delgado y bien trabajado dorso.

— Puedes tocar todo lo que quieras.

Kozume no habló, simplemente se dispuso a pasar sus manos sobre el abdomen y pecho del ojiturquesa, simulando dibujar pequeños círculos con la yema de sus dedos sobre ambos pezones, posteriormente acercando su rostro, comenzando a lamer dicha zona, logrando sacar algunos jadeos del pelinegro.

Akaashi comenzó a retirar la camisa de Kenma, quedando ambos con la mitad de sus cuerpos desnudos.

Retiró sus gafas y las depositó sobre su escritorio, empujó con delicadeza a Kenma sobre la cama, bajando de poco a poco el pantalón de éste, dejándolo únicamente en ropa interior.

— Me gustaría creer que eres virgen. – rió antes de colocar su mano derecha sobre el miembro cubierto por la tela del bóxer.

— Solo cállate y haz lo tuyo. – chasqueó la lengua, colocando sus manos sobre el cabello del chico.

— Lo haré, gatito.

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𝐍𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐨 𝐟𝐥𝐨𝐫𝐞𝐜𝐞𝐫.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora