—Hola.—Danna dio un respingo en su lugar, se giró lentamente encontrándose de frente a Christopher Vélez.El muchacho le ofreció una amplia sonrisa mientras llevaba a sus labios su copa. Danna lo miró de arriba abajo sin entender muy bien qué diablos había hecho de malo en la vida para ahora tener que topárselo en todos lados. Frunció sus finas cejas y luego negó lentamente.
—¿Pero qué es lo qué haces aquí?—preguntó sin querer mirarlo.
—Bueno…—comenzó él.—generalmente las personas vienen a los centros nocturnos para bailar, ¿sabes? Y a beber…
—Oh, ¿en serio?—ella renegó.—No podría haber pensado en eso ni en un millón de años…
—¿Ser sarcástica es tu talento oculto?
—No soy sarcástica.—se burló la chica.—Solamente soy realista.
—¿En serio eres así de amargada siempre?—cuestionó él alzando una de sus cejas.
Danna bufó con exasperación.—¿En serio eres así de idiota siempre?—preguntó sin más.
—Entreno todos los días.—anunció guiñándole un ojo acompañado de una risita de diversión que ella tampoco correspondió. Era verdad, odiaba a los tipos que se hacían los lindos para obtener algo a cambio, pero había algo raro en él, algo que aunque sabía que estaba—¿Sabes que creo…?—pregunta.—Creo que si hubiese un programa al estilo de American Idol o algo así pero para encontrar a la persona con mayor mal humor y sarcasmo acumulado en el cuerpo, ese sin duda lo ganarías tú…
—No me hagas reír.—se quejó la castaña sin dejar de mirarlo.—De verdad, creo que el lugar es bastante amplio, ¿por qué no vas y hacer lo que sea que los tipos como tú hacen en estos lugares? Como…no lo sé, seducir niñitas tontas…bailar, beber o lo que sea que te mantenga total y completamente lejos de mí…
—No creas que tienes tanta suerte.—se burló el joven.—No estoy aquí por ti.—Danna dejó escapar una risita de diversión y luego negó ante las palabras de Christopher.
—¿Entonces qué es lo que haces aquí?—preguntó cruzando sus brazos por encima de su pecho.
—Me da un poco de pena que estés sola.—anunció él encogiéndose de hombros.—Sólo quería ser amable contigo, tú sabes, por cortesía…
—Nadie te lo pidió.—respondió.
—¿También eres grosera?—preguntó él alzando una de sus pobladas cejas y negó la castaña.
—No.—pausó.—Mi madre me educó bien, de hecho. Siempre decía que las personas merecían respeto y crecí con eso pero después me di cuenta que el respeto se gana, no se impone…
—¿Y yo no me lo he ganado?—adivinó Christopher.—Entiendo.
—¿Por qué no me dices de una vez que es lo que quieres?—exigió.—Realmente odio perder el tiempo y odio a las personas que me hacen perder el tiempo y esta conversación no nos está llevando a ningún lado…—le sonrió.—aunque déjame decirte que si lo que quieres es follarme, pierdes el tiempo, no soy el tipo de chicas que conoces un día en un club nocturno y se deja follar…