capítulo 3
Marcharse fue difícil. Se marchó a California justo a la semana siguiente de año nuevo. Empacó todo rápidamente y contrató un camión de mudanzas que le cobró una auténtica millonada por llevar sus pertenencias a California. Se lo llevó todo menos su corazón. Su corazón se había quedado en Michigan, llorando ante la puerta del apartamento de Inuyasha Taisho.
Inuyasha se acercó durante varios días a su apartamento pidiendo que le escuchara y ella no tenía más remedio que taparse los oídos y rezar porque se fuera ya que cada vez que le escuchaba, se derretía. Le decía unas cosas tan bonitas y tan dulces que sentía la tentación de abrirle la puerta. Nunca lo hizo y menos mal que no lo hizo. La hubiera engañado, la hubiera embaucado otra vez para hacerle creer que le importaba cuando en realidad, no quería más que un polvo. Él no la quería y nunca la querría, era hora de aceptarlo y seguir hacia delante. Lo que compartieron en Nochebuena fue maravilloso, ¿por qué estropear el recuerdo?
Además, él se marchó dos días antes de Nochevieja. Se fue a Francia, lo vio en las noticias. Se ató una cuerda finísima a un tobillo y se tiró desde lo alto de la torre Eiffel. Sabía que no le ocurriría nada. Como científica lo sabía pero... cuando le vio tirarse desde lo alto de la torre Eiffel el corazón le dio un vuelco y dejó de latir. Durante unos segundos que se le hicieron eternos temió tanto por su vida que estuvo a punto de cometer cualquier tontería. Y también le odió aún más porque a pesar de todos sus intentos por alejarlo de su corazón, seguía ahí. Por eso, decidió darle su corazón, dejárselo roto e inerte y marcharse. Lo hizo en el sentido literal de la palabra. Escribió en una hoja "te amo" y la pasó por debajo de su puerta. Eso era todo lo que tenía que decir y más de lo que nunca había sentido por nadie. Se lo daba para que hiciera con ese sentimiento lo que quisiera.
En California se encontraba muy a gusto la verdad. Sus nuevos compañeros de trabajo eran muy amables con ella y todos muy simpáticos. Vivía en una casita de dos pisos encantadora junto a la playa y hasta se había comprado un gato al que había llamado Buyo. Sí, la vida pintaba bien allí. Tan bien que hasta había salido a cenar con un compañero de trabajo. Una cita. Nunca se imaginó a sí misma en una cita. En su vida sólo había estado con dos hombres. Uno de ellos fue su profesor de historia con el que no tenía citas porque se veían a escondidas. El otro fue Inuyasha y lo suyo duró lo bastante poco como para que no llegaran a tener una cita.
En principio no pensaba aceptar aquella cita pero su compañero debió entenderle mal cuando le rechazó y se presentó en su casa para recogerla con una reserva en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. En lugar de rechazarle como deseaba hacerlo, se enfundó en un ajustado y diminuto vestido rojo y se hizo un elegante recogido con unas horquillas.
La cena transcurrió de prisa, sin incidentes y con buen vino. Era divertido, era guapo y muy educado pero no era en absoluto su tipo. Le iban los hombres como Inuyasha. ¡No, mentía! Le iba Inuyasha. Houjo era un buen chico pero nunca sería Inuyasha Taisho. Le quedó bien claro cuando la dejó frente a la puerta de su casa y su intento de beso la repelió hasta el punto en que sintió ganas de darle un puntapié y volver a meterlo en el coche. Era la clase de hombre que intentaba dar pena para que le invitaran a pasar y le ofrecieran una copa de vino. Después se inventaría cualquier historia sobre una mujer despiadada que le destrozó la vida y ahí caía la mujer. Con ella estaba equivocado porque no pensaba invitarle a pasar. Dijo adiós y cerró la puerta de la valla que rodeaba su casa sin miramientos. Escuchó arrancar el coche de Houjo cuando buscaba sus llaves en su bolso y abrió la puerta de su casa.
- Veo que no me has echado tanto de menos como me hiciste creer.
Esa voz ronca, suave, sensual... ¡Inuyasha! Era él, atinaba a ver su silueta recortada por la tenue luz de la luna. Estaba sentado en una de las cómodas butacas del porche de su casa.
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Regalo de navidad
Random¿Quién iba a esperar que hiba a esperar que saltará la chispa entre la aburrida profesora de química y el intrépido corredor de riesgos durante la noche buena? ¿Fue solo una noche... o tal vez... ¿Fue algo más? Derechos a: Bala-2006