Infante

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WangJi abrió los ojos desconcertado. Ya no encontraba en el JingShi, tocando su citara como cada noche llamando a dos personas con insistencia y soledad. En este momento se encontraba en una humilde cabaña, el sonido de un llanto desesperado llegando a sus oídos, volteando hacia el lado donde había una cama vio el cuerpo de una mujer recostado, su piel pálida y el pecho sin inflarse le indicaban que ya no había nada por hacer para ella. A los pies de la cama un infante estaba arrodillado, llorando mientras se aferraba a las faldas de la señora.

-¡Madre! - Sollozaba una y otra vez el pequeño niño

WangJi no se atrevía a acercarse, sabía bien quien era ese pequeño infante, lo había visto noche tras noche. A veces de menor edad, a veces siendo un joven apuesto, a veces siendo no más que un niño pequeño, un suspiro escapó de sus labios.

-BingHe- dijo rompiendo la quietud, lo que hizo que el pequeño se diese la vuelta, espantado. Al ver al cultivador de completo blanco, el pequeño que lo había perdido todo pensó estar en presencia de un Dios que había escuchado sus plegarias, tal vez una deidad que había llegado por su madre.

-¿Quién eres tú?- Se atrevió a preguntar, olvidando formalidades por el corazón destrozado.

Algo dentro de WangJi se rompía, ver a su expareja de esta manera siempre movía cosas en su interior. No tuvo fuerzas para decir nada y lo abrazo con fuerza y dulzura a la vez, transmitiendo al pequeño una sensación de calidez mientras cerraba los ojos deseando no despertar jamás.

BingHe estaba sorprendido, pero pronto ese patrón de nubes le pareció conocido, la tranquilidad en su corazón le recordó a una persona que había olvidado ya.

-WangJi - Escuchó una voz adulta, como un eco desesperado resonando en lo profundo de su mente, llamándole desesperadamente.  Lan Zhan tuvo un breve momento de esperanza, pero cuando abrió los ojos se encontraba de nuevo en su habitación, una espada negra de energía demoníaca siendo suprimida por el aura espiritual de una bella citara.

Desde aquel día en que abrieron la puerta a la dimensión que era el mismo infierno, aquel lugar donde un ser con el cuerpo de su gran amor pero corazón de hielo los llevado casi a la muerte, el maldito lugar donde su amante no tuvo más opción que enviarlo de vuelta a casa con Xin Mo para asegurar que nada lo perseguiría WangJi no había tenido más opción que agregar un nombre a su llamado, el nombre de quien no había dejado esa mala costumbre de jalar su consciencia cada vez que el dolor era insoportable.

LuoZhan (Relatos cortos de una autora obsesionada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora