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Y entonces una lágrima recorrió su mejilla con una lentitud sofocante, le dolía tanto, sentía su corazón romperse en mil pedazos y ser destrozado por alguien que decía amarla con cada fibra de su ser, con cada latido y cada maldito tropiezo.

— Me duele tanto que nuestros ideales sean distintos. — Susurró—. Tal vez habría sido diferente si me hubiera quedado.

—Ya no tiene sentido pensar en lo que hubiera sido. — Respondió—. Pero ambas aprendimos algo.

—¿Lo hicimos? — Cuestionó en voz baja.

— Algunas veces... El amor no basta.






—Levántate niña.

Un año había pasado desde el accidente minero que dejó huérfanos por doquier.

Un año desde que conoció al Señor Vander, desde que la tomó entre sus protegidos y la hizo sentir como en casa.

No era una mala vida, de hecho todo lo contrario. Vander explicó no podía cuidar de ella gracias a las constantes pesadillas que tenía respecto a la muerte de sus padres, únicamente una persona logró calmarla: Babette. Por increíbleque sonará ella fue quien escuchó sus miedos y preocupaciones lo que ayudó mucho a la infante a relajarse, así que la mejor opción fue dejarla al cuidado de la dueña del prostíbulo; jamás la hicieron trabajar en él, sólo era un lugar donde pasaba la noche y era alimentada.

Babette era una increíble persona con ella, siempre preocupada por lo que una "mocosa de su edad" podría necesitar: Ropa, comida, juguetes, amigos, todo lo que ella deseaba se lo daba.

—Akira, mocosa infeliz, despierta. — Se quejaron del otro lado de la puerta—. No me hagas entrar por la fuerza.

La joven de once años se levantó con una enorme pesadez de su cama, sentía como si en sus tobillos hubieran costales de piedras que le impedían caminar con rectitud.

Babette tocaba con desespero la puerta de su pequeña recámara tapizada de dibujos que había hecho con crayones donde se plasmaba en la mayoría la imagen de la pequeña dueña del lugar y ella jugando o siendo regañada, cosa que le causaba demasiada gracia.

—Akira, voy a entrar. — Rugió Babette.

Sin más que esperar, la puerta se abrió de inmediato dejando un golpe severo en la cara de la infante quien estaba a tan sólo unos pasos de abrir para darle paso a la pequeña mujer.

— ¡Auch! — Se quejó Akira mientras tomaba su nariz entre sus dedos—. ¡Estaba a punto de abrir la puerta!

— Si hubieras sido más rápida esto jamás habría pasado. — Replicó la dueña—. Además, ya no son horas de dormir, mocosa.

— ¡Son las dos de la tarde!

— Exactamente, es hora de trabajar.

La más joven soltó un bufido mientras volvía a cerrar su puerta para tener un poco más de privacidad y poder cambiar su lindo pijama rosa por sus habituales prendas de vestir del mismo color.

— Llegaste tarde anoche, niña. —Reclamó Babette—. ¿Demasiados heridos?

Akira asintió.

No fue un secreto que la niña de once tenía un don bastante especial en lo que la sangre y heridas respectaban, fue descubierto unos seis meses atrás cuando ella misma se curó un gran puñetazo sin tener en cuenta que podía hacerlo o mejor aún, sin conocimiento alguno de cómo llevarlo a cabo. Babette insistió con demasiada gente que su pequeña mocosa era una prodigio de lo curativo y no tardaron en darse cuenta que así era.

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⏰ Última actualización: Apr 15, 2022 ⏰

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