Diego pasó con delicadeza sus manos bajo la remera de Esteban, quien no podía más que retorcerse ante el frío tacto que le proporcionaba el de melena rubia. El de mayor estatura realizaba movimientos lentos, acariciando los puntos más sensibles del menor, disfrutando de las reacciones que le causaba a este.
Ambos varones se encontraban en la casa del de cabellos oscuros, habían quedado allí para jugar videojuegos, pero antes de siquiera comenzar el segundo round la situación se había acalorado hasta este momento.
El rubio comenzó a repartir delicados besos alrededor de la mandíbula de Esteban, bajando por su cuello hasta detenerse en su clavícula. Los dos, se miraron, uno más calmado que el otro y, en un parpadear las prendas de ropa habían volado hasta algún punto del hogar. Las respiraciones se estaban volviendo un poco agitadas, a pesar de encontrarse en un nivel leve de afecto.
Esteban, cuyas mejillas no daban más de sí, se separó de las caricias ajenas para juntar sus labios con los del rubio, un beso inocente que escaló a más según los segundos iban pasando. se separaron nuevamente antes de besarse con desespero, como si aquellas fuera la última noche que se verían.
Las manos rebeldes del pelinegro acariciaban la espalda baja de Diego, recorriendo sus muslos hasta detenerse en la "v" del contrario. una sonrisa de tinte travieso se formó en el rostro de Esteban, buscando hacer desesperar al mayor mediante caricias cerca de su miembro, pero sin tocarlo directamente.
la sangre fluía en aquella dirección, creando una erección que ansiaba por ser tomada entre las finas manos de su compañero. con un brillo suplicante Diego miró al menor, atento a las acciones que este hiciera, sonrojándose ante la seductora imagen que presenciaba.
Esteban se encontraba cara al pene del rubio, con la boca semiabierta mientras comenzaba a pasar los dedos sobre el tronco, repitiéndose hasta optar por aferrarlo con la mano entera.
lentitud, era lo que dominaba en sus acciones, aún así tenía una agarre firme que se fue ablandando un poco según el ritmo aumentaba. por su parte, Diego dejaba salir todo sonido obsceno sin vergüenza alguna, aunque de vez en cuando la necesidad de un oral le podía tanto que se callaba para incentivar a Esteban.
El pelinegro depositó un beso en el glande antes de introducir la cabeza en su interior, empezar así antes de un deepthroat era lo típico de todas formas. para aligerar el escrito, el mayor estaba marcando el ritmo del oral, moviendo de vez en cuando sus caderas para un mayor estímulo.
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que sueño la puta que te re mil patas parió, ale ya se me fue lo horny, matate a pajas Lwxhep