Era una noche fría y húmeda, el viento reinaba en aquel lugar, que no era precisamente un sitio de riqueza, sino todo lo contrario.
A mí, Tamara Irinova, personalmente, hubiera preferido estar en cualquier otro lugar, pero no, estaba ahí, en un barucho de los bajos fondos que apestaba a vino y estaba abierto las veinticuatro horas.
Antes, mejor empezar por el principio.
Estaba ayudando a mi madre, Eva, a limpiar, cuando, de pronto, me pareció oír un ruido proveniente de debajo, en el portal. Decidí mirar por la ventana y vi a una persona que corría con una capa azul marina que impedía verle el cuerpo y el rostro.
Mentí, y, al instante, le dije a mi madre que tenía que salir a comprar el pan, luego fingiendo coger dinero, me dirigí a seguir a aquella persona que, por la forma en la andaba debía tratarse de una mujer.
La seguí hasta una calle estrecha. Primero torció a la derecha y luego a la izquierda. Pasaron las horas y la perdí de vista, y allí me encontraba, en ese bar.
Tenía frío y hambre, así que, entré. Poco después me acordé de que, en realidad, no había cogido dinero. Justo cuando el dueño, corpulento y de voz ronca, me preguntó que quería pedir. Del susto que me llevé, yo que estaba pensando en mis cosas, salí corriendo y no paré hasta llegar al portal de mi casa, donde me esperaba una bronca tremenda.
Mi madre me preguntó mil veces dónde había estado y dónde estaba el pan, pero yo me limitaba a escucharla. Al final me castigó un mes sin salir.
Al pasar el castigo fui a la fuente del parque a relajarme, cuando vi a la mujer misteriosa, así la llamo.
Fue por el mismo camino (lo sé porque la volví a seguir), pero esta vez no la perdí de vista, me condujo hasta un callejón sin salida, por lo menos a mí me lo parecía. Me apoyé en la pared, desanimada por no haber descubierto el misterio de esa mujer, cuando, de repente, la pared se dejó deslizar, dejando un camino secreto a la vista. Y yo, sin pensármelo, me adentré en el.
El camino no era como me lo imaginaba, apenas se podía ver, estaba lleno de enredaderas grandes, largas y puntiagudas. Seguí caminando y me encontré en un sitio totalmente diferente. Era precioso, me rodeaban cientos de flores de diferentes formas y colores, que formaban un sendero. Antes de que yo pudiera reaccionar, mis pies se dispusieron a seguir el sendero. Hasta que, ante mí, se alzaron unas enormes cúpulas doradas que brillaban al sol.
No podía creer lo que veía, había pasado de estar en un callejón sin salida a estar en un maravilloso prado lleno de edificaciones muy similares a las de Kiev.
Vi que empezaba a anochecer y, como no quería volver a estar castigada, volví por donde había venido, emprendiendo el camino de vuelta a casa. Llegué justo a tiempo a casa. Cené la sopa de cebolla de mi madre sin decir palabra y me acosté en mi poco cómoda cama.
Durante la noche estuve pensando en la mujer misteriosa, ¿por qué alguien querría tener un pasadizo secreto que llevara a un sitio tan extraño como una especie de mansión de tipo parecido a las de Kiev?
Por la mañana, cuando mi madre se fue a hacer recados y mi padre a trabajar, cogí un cuaderno y empecé a dibujar: la mujer misteriosa, un plano del camino que había hecho para seguirla, el pasadizo secreto y la mansión.
Por la tarde, volví a aquella mansión y, por fin, me acerqué a la puerta. Puse mi mano en el pomo y lo giré. Para mi sorpresa, estaba cerrada. En ese preciso momento, mi padre me llamó al teléfono(era tan viejo que ni se puede llamar móvil). Lo cogí y mi padre, Dante, dijo:-¡¿Dónde estás?!, he llegado del trabajo y no estabas.(silencio)¿Tamara? ¿Estás ahí? ¡Tamara! Yo: - Estoy aquí, papá. Lo siento, he salido a dar un paseo. Papá: -(suspiro)Vale, te quiero en casa en 15 minutos.
Terminé la llamada y me fui a casa. Mi padre dijo que no le diría nada a mamá y, que si quería dar un paseo, tendría que haberle avisado primero.
Seguí yendo a la mansión los siguientes días, pero, siempre estaba cerrada y no había forma de entrar en ella. Se me ocurrió esperar a ver a la mujer misteriosa, porque, seguramente ella tendría una llave de la mansión.
Un día, por casualidad, la vi. Para ahorraros la historia, la seguí, y, cuando atravesamos el pasadizo secreto y llegamos al prado, me escondí en un matorral. Ella se acerco a la puerta de la mansión, sacó una llave, y, con un chirrido, abrió la puerta y entró apresuradamente en las ruinas de aquel palacio.
Esperé a que se hubiera ido y, entonces, yo también entré.
Estaba muy oscuro, así que no conseguí ver casi nada. Vislumbre la silueta de aquella señora en la planta de arriba pero decidí seguir caminando por esa gran sala, pero, no sin antes fijarme en los detalles del salón, quería acordarme bien de aquella aventura. A la derecha de la entrada había una mesita con un jarrón de piedra artesanal, en medio de la sala había una alfombra en círcular roja, a la izquierda estaban las escaleras por las que había subido la dama misteriosa, y, justo al lado, una puerta que daba a un extenso comedor con una preciosa decoración y una bonita chimenea.
Mientras estaba inspeccionando el comedor, oí ruidos en la parte de arriba, así que me escondí dentro de un armario, no quería arriesgarme a ser pillada, y tenía miedo de lo que me sucediese, no sabía que pasaría si me encontraban allí.
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El secreto de las cúpulas doradas
Misterio / SuspensoTamara observa a alguien extraño y descubre su secreto. NO VOY A TERMINAR DE ESCRIBIR ESTA HISTORIA PORQUE NO SUELE SER EL TIPO DE LIBRO QUE ESCRIBO, PERO TE INVITO A LEER: ¿Marta, qué va a pasar hoy? Y a seguirme, no te arrepentirás!!