Coralina Green nunca había vivido antes de haber sido brutalmente asesinada una noche antes de su boda, en un callejón en Nueva Orleans en 1867. Para su mala suerte, su agonía no terminó después de que un ente muy extraño de ojos rojos intentara sal...
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𝖈𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖙𝖗𝖊𝖘
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Lashoras anteriores a nuestra primera batalla (bueno, en verdad, su primera batalla) me sentí muy inquieto. Por alguna razón no podía dejar de pensar en mil y una cosas que podían ir mal para ella. Era como si pudiera escuchar en mi mente el crujido de alguien arrancando sus brazos y no podía evitar ver su cabeza separada de su cuello.
Fue entonces cuándo me di cuenta que yo lideraba las batallas. No iba a poder ponerla bajo mi protección constante. La vida de Coralina dependía meramente de ella, no había nada que yo pudiera hacer para cuidarla cuando estuviéramos luchando. Quizá podría evitar que llegaran a ella si la mantenía atrás. Quizá podía evitar...
No, no había forma.
Cuando María aparecía con una estrategia bélica y preparaba nuevas batallas, nunca nos dimos es lujo de preocuparnos por las bajas. Ella sabía que yo iba a sobrevivir, y si perdíamos a alguien que considerábamos valioso simplemente lo reemplazábamos convirtiendo a otra persona. Y listo. Un nuevo neófito solucionaba los problemas y el agujero que había dejado la muerte de uno en las filas. ¿Coralina? Coralina no podría ser reemplazada, jamás.
Lo que me ponían peor era el mero hecho de que ella estaba radiante y tranquila como si al caer la noche no tuviéramos un brutal trabajo. Salí del granero y la observé reír suavemente a la lejanía con otro vampiro que integraba el ejército hacía ya un par de meses. Puse mis ojos en blanco y me encaminé hacia la gran casona que teníamos para volver a repasar los planes.
Era sencillo. Sabíamos que un grupo liderado por un vampiro llamado Dante había tomado asentamiento más al sur de Kingsville, pero en las afueras de la ciudad. Habían rumores de que Dante había comenzado hacía muy poco tiempo a tratar con neófitos y que aún no sabía cómo controlarlos. Pero el sur de Kingsville era un lugar simplemente perfecto, y si no podía estar al nivel, no podría mantenerlo por mucho tiempo más. Con un poco de suerte, pasaría muy pronto a ser nuestro territorio.
Había algo en la codicia de María de querer conquistar al menos la parte americana del Golfo de México. Poco a poco, ladrillo por ladrillo, recolectaríamos primero el territorio texano y después la había escuchado parlotear algo sobre continuar con Luisiana.
—¿Está todo listo para esta noche? —me preguntó de pronto, mientras yo estaba apoyado contra una vieja mesa de madera y miraba un mapa con atención. Me volteé hacia María, hice una pequeña reverencia y asentí como si fuese una especie de guardia. Y lo era, más o menos—. Bien. Partirán cuando el sol haya comenzado a bajar.
—¿No vienes esta vez? —me atreví a preguntarle, recorriéndola con la mirada mientras ella caminaba alrededor de la mesa con su vista fija en el mapa—. No puedo decir que no me alivia.
