Única parte

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No podemos diferenciar lo real de lo que habita en nuestra cabeza, y más cuando notamos que aquella realidad falsa nos mantiene de pie, aunque nos dañe. Como aquella famosa frase, "Caras vemos, trastornos mentales que no conocemos", así lo era para ella, Eliana Jansses, quien se podría considerar que la vida nunca le ha sonreído; la ha dañado, destruido y abandonado en un vacío insondable.

Con la edad de diecisiete años, Eliana, ya había conocido mayor parte del mundo adulto, no me refiero a experimentar con aspectos sexuales, al mundo al que encadeno es infame y doloroso, la desgracia de crecer y vivir con demasiados problemas, pero bueno, ella ya los tenía desde muy pequeña.

Eliana, regresaba de su escuela puntualmente a las 3:09 p.m., ese día el autobús tuvo un retraso de 10 minutos, debido aún accidente automovilístico; donde se encontraban 3 fallecidos en la escena. Antes de cruzar la puerta del jardín delantero, comenzaron los gritos de su madre, con un origen desde la casa. Entró a la casa e intentó dirigirse rápido a su habitación para evitar seguir escuchando a su madre. Mientras subía las escaleras, su madre tiró un mechón de su cabello, provocando que ella cayera a la planta baja desde el tercer escalón, después pegada a su oreja mencionó:
-¡¿Cuántas veces debo repetírtelo que no debes ignorarme, niña malcriada?! - se podía sentir el rencor en sus palabras, pero ¿a qué se debía ese rencor?, ya habían pasado ocho años y Eliana aún no conocía ese desprecio.
-Está bien, lo lamento.
Dicho esto, su madre la soltó y se alejó a la cocina. Eliana se levantó y se dirigió a habitación. Cerró la puerta con seguro y se tiró en la cama mirando hacia el techo. A pesar de que su habitación era amarilla, se podía sentir la tristeza y soledad que le trasmitía la chica. Todos pelean con sus padres, pero el caso de ella no tenía un motivo en particular, simplemente comenzó de un día para otro esas pesadillas que le tocaban vivir dentro de su hogar.

Existen maneras de sobrellevar estos horribles pensamientos; unos fuman, se drogan, ingieren bebidas alcohólicas, etc. Pero Eliana no era como esa clase de personas, ella prefería dibujar e imaginar que vivía dentro de ellos, todo sería mejor si los dibujos tuvieran vida y no parecieran mares profundos donde la única manera de salir es ahogándose y pasando a la vida donde no existe dolor. Se había acostumbrado a vivir así, en cualquier momento todo mejoraría, pero sabía que todo se pondría peor cuando en sus últimos tres dibujos comenzaban a plasmar un chico; sin rostro, sin chispa, sin ser, lo fatal era que ni ella sabía quién era. Se levantó de la cama y se colocó ropa deportiva, necesitaba despejar sus emociones. Salió de su casa comenzando a correr al parque más cercano. Eran pocas cuadras pero de igual manera llegó agitada por lo que se sentó en una de las bancas del lugar. Mientras recuperaba el aliento, agachada, una figura negra y extraña se postró frente a ella, antes de levantar la mirada para encontrarse con la persona, se paralizó, pensó formas de salir corriendo de ahí pero no había manera, pasó saliva con fuerza y se quedó con la mirada baja.
-L-Lo lamento tanto.-
¿Acaso era un chico?
Eliana levantó la vista, encontrándose con unos ojos grises, parecían que estaban muertos pero aún se notaba un poco de vida en ello.
- No debí asustarte, es sólo que, estoy algo perdido, - soltó una leve risilla y continúo. - Soy Duman – Un silencio incomodo.- Duman Needles.
-S-soy Eliana Jensses, lo lamento, no hablo con desconocidos.- Hizo una línea con sus labios, giró su cabeza hacia otro lado y comenzó a rascar su antebrazo derecho sin ningún motivo.
-Pero si yo no soy ningún desconocido, Eliana, vivo en tu cabeza.- esto último lo dijo en un susurro.
-¿Qué?- Su confusión se hizo notable, no había comprendido lo que mencionó el chico.
-Estudio en tu mismo colegio, creí que sabías quién era porque nos hemos topado varias veces en los pasillos, pero ahora veo que no.- Hizo una sonrisa de medio lado y suspiró fuertemente.- Si te hice sentir incomoda, te pido una disculpa.
Eliana regresó la mirada a sus ojos, ese color lo reconocía pero no recordaba su origen, inspeccionó al chico; piel morena, pestañas largas, labios secos, era alto pero no mucho, muy delgado y cabello un poco largo.
-¿A dónde debes ir? - pasó sus manos por detrás de su cabeza
-Calle Raymundo Jardón (oriente), si serías tan amable.
-Bromeas ¿cierto? – Eliana chasqueó su lengua y río- Vivo dos calles antes de ahí.
-Entonces, no será problema que me muestres el camino. Te llevo a tu casa.
-Eres un abusivo.- La chica giró la cabeza a una señoras que murmuraban cerca de ella cosas absurdas, pero no le dio importancia.- ¿Cómo dijiste que te llamabas?
-Duman, con su significado "Humo".
Ella asintió y posterior a esto ambos comenzaron a caminar a sus destinos.

Eliana temía que desde aquel día, Duman, llegara sin avisar a su casa provocando que sus padres la regañaran, nunca fue así, la primera vez que recibió una visita de él, sus padres no estaban y llegarían hasta tarde. Eliana se encontraba dibujando uno de sus sueños cuando escuchó unos golpes en la ventana de su habitación, giró la cabeza y notó algunos de los mechones del cabello de Duman, el cual estaba a punto de caer. Se levantó y abrió la ventana para que pudiera entrar.
-Estás loco, por poco te matas, Duman.- Él comenzó a reír, burlándose de la expresión de la chica. En cambio, ella hizo una mueca de disgusto.
-Tranquila, no me pasará nada.- Entró a la habitación y dio un tour por toda esta.- ¿Y qué hacías?- Destapó una paleta y se la metió a la boca.
-Nada que te importe.- Eliana se acercó a su escritorio y comenzó a guardar sus cosas, en menos de diez segundo Duman se encontraba por un lado de la chica, tomó el dibujo que había en el escritorio.- Espera, no.- Se alejó rápido de ella para analizar mejor el dibujo.- Duman, por favor, no.
-¿Qué significa?- la miró con frialdad y ternura, o eso parecía.
-Sólo son dibujos.-Intentando restarle importancia, siguió guardando las cosas
-Dolor y sufrimiento, en la punta del abismo, a punto de caer.- Soltó seco y triste.

Sus miradas se encontraron, la de ambos estaban cansadas emocionalmente, pero con vida. Sin nada más por decir, Eliana se acercó a Duman y se dejó caer en sus brazos, él la abrazó y la besó en la coronilla. Se sentía una conexión, pero siendo ambos completamente desconocidos, no existía una explicación. Durante semanas, Duman, la estuvo visitando, lo increíble era que él lo hacía cuando sus padres no estaban, era como si conociera los horarios de su presencia. Le sacaba sonrisas, convertía sus días más amarillos. En una noche, Duman se encontraba recostado en la cama de Eliana, ella solamente lo veía, hasta que él giró a verla provocando que se sonrojara, él solo sonrió dulcemente.
-Eliana, necesito que me prometas algo.- Su expresión se tornó seria y le agarró por sorpresa a ella, Eliana simplemente sonrió y asintió.- Debes prometerme, que después de este día no me buscarás nunca más, seré yo quien lo haga. Confiar sólo en mí y creer en lo que ves.
-Pero... ¿a qué te refieres?- Antes de que Duman dijera algo, alguien tocó la puerta de la habitación. Salió corriendo por la ventana pero antes escuchó las palabras de la chica.
- Lo prometo.-
La puerta de la habitación se abrió, mostrando por el otro lado del marco a sus padres.
-Te lo dije, otra vez hablando sola.- Mencionó su madre. Ella se acercó a la puerta y la cerró.- ¡No te salvas maldita escuincle!
Habían pasado aproximadamente quince días, Eliana no había sabido nada de Duman, pero no debía buscarlo por la promesa, pero un día, en medio de la multitud, Eliana estaba caminado y lo pudo apreciar a una corta distancia. Abriéndose paso entre la multitud, comenzó a correr y a gritar su nombre, su mente le estaba fallando, comenzó a ver borroso y antes de desmayarse miró los ojos grises de su chico.
Despertó en un hospital de paredes blancas, con luces brillantes, se encontraba débil y confusa, se levantó de la cama despacio y notó alguien en la habitación, era Duman.
-¿En dónde estoy? – Él la miró y le sonrió, pero no le respondió.- ¿Duman?- Varias personas entraron a la habitación; eran enfermeros, un doctor y sus padres.- ¿Qué está pasando?
-Prepárenla para la descarga.- Mencionó el doctor a uno de los enfermeros, me miró y sonrió.- Pequeña esquizofrénica, estás apunto de recobrar tu vida con tu familia feliz. Eliana estaba confundida, en un pequeño susurro se escuchaba Duman <<Sólo confía en mí y en lo que ves>>.
-No comprendo, ¿dónde está Duman?- Sus padres se acercaron a ella, acariciaron su cabello y dijeron:
-Eliana, "Duman", no existe, todo lo has inventado en tu cabeza, no debimos dejarte varada en tu mente, sabíamos que empeorarías cuando terminaste de darle rostro a tu dibujo del chico, lo lamentamos tanto.
Los enfermeros la sacaron de la habitación. Ella comenzaba a gritar pidiendo ayuda.
-¿Qué me harán?- Su voz sonaba aterrada, intentaba zafarse pero no podía: <<No permitas que me borren de tu mente, Eliana>>, la voz de Duman estaba presente pero él no.
-Es un pequeña técnica que creamos hace años, donde les damos a los enfermos mentales una descarga en su lindo cerebro y ¡puf!, a veces olvidan hasta su nombre.- El doctor comenzó a reír, ocasionándole escalofrías a Eliana. Ella ya se encontraba en una cama, al lado de esta había aparatos bastante raros, temía por su vida, pero más por la de Duman.
-En verdad lo lamento, debí decirte desde un principio y no dañarte más.- Miró al lugar de donde provenía la voz. Ella ya no podía hablar por le sedante pero sus lágrimas comenzaron a salir.- Te amo, Eliana.- Bajaron una palanca y todo fue blanco para Eliana.
Todo había terminado, Eliana nunca había imaginado cosas y nunca conoció algún chico de nombre Duman, todo sería nuevamente normal, o al menos eso les haría creer a todos.

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