Un Nuevo Miembro En El Equipo.

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Una calurosa tarde en Florida. Hacían 26°C y estar cerca de la playa no ayudaba. Cerca de las múltiples sombrillas y la calle que guiaba a la entrada, se encontraba un pequeño carrito rojo, con el rostro de un anciano sonriente en su afuera y el título de "Las asombrosas y deliciosas comidas de Miguel" escrito en colores vivos y letras grandes, se podía ver a simple vista.

Dos personas estaban en ese carrito, un anciano y un joven, que apenas parecía haber salido de la adolescencia, el anciano estaba sonriendo frente a una caja registradora, su rostro era claramente el mismo al que estaba pintado en el carrito, se le notaba feliz mientras atendía a dos jovencitas en bikini que gustaban bromear entre sí por la calor que hacía, y estar dentro de una cocina no ayudaba. Pues este carrito era una cocina andante, o como se le conoce, un carrito de comida. A pocos pasos de distancia del anciano, se encontraba el joven, era visible dentro del carrito por su peculiar color de cabello, un adorable rubio salmón, era alto, más alto que el hombre a su lado y las señoritas empezaron a gritarle coqueterías en cuanto lo vieron. Pero él solo se quedó callado con incomodidad, a diferencia del anciano se le notaba afligido, y suspiraba como si estuviera cansado, estaba dando la vuelta a las hamburguesas, y el calor se le acumulaba en su cara, nuestro tonto protagonista no eligió buena vestimenta, pues además de su uniforme, un pobre delantal blanco con el mismo logo que el carrito, llevaba puesto una camisa bastante gruesa y de manga larga, y unos jeans sueltos, que juntos no hacían más que hacer la existencia del chico más miserable de lo que ya era.

—Un Americano más a la orden, Casser. —

Dijo una amable y gruesa voz, era la voz del caballero mayor de aquel puesto, solo necesitaba voltearse para hablarle frente a frente.

—¡A... A la orden! —

Dijo repentinamente Casser a su jefe, asustado de que haya sido una reprimenda, pues el pobre se estaba casi desmayando, tenía un golpe de calor.

El mayor volteo a nuestro protagonista del hombro a la fuerza, tratando de verlo, el pobre tenía los ojos casi volteados y sudaba como un cerdo.

—¡Casser! Estas teniendo un golpe de calor, ¡sudas como puerco! Quítate esa camisa ahora mismo. —

—¡Pero señor! ¡No llevo nada debajo! —

Mencionó, tratando de mantener su camisa puesta, que su jefe intentaba quitar a la fuerza, había logrado exitosamente sacarle el delantal, al parecer tenían la suficiente confianza como para tratarse así, pero Casser le gustaba el ambiente formal.

—¡¿Y que?! ¡¿Acaso tienes pechos?! —

—N-No, ¡pero podría quemarme con la freidora! —

—El delantal es para eso, ¡y la única cosa que se va a quemar son las hamburguesas para las señoritas y el cheque de tu salario! ¡No montes una escena frente a ellas! —

Casser, avergonzado, asintió tristemente mientras Miguel le retiraba la camisa y la colgaba. Casser se puso el delantal de nuevo para tapar un cuerpo delgado y casi sin musculo, ¿quizás su altura no ayudaba a su metabolismo? Pero le avergonzaba mostrarlo en personas burlescas como lo son esas señoritas, que siempre que podían hacían comentarios vergonzosos de cosas que no les incumbia, como era ahora, por eso el chico alto se aseguró de rápidamente ponerse frente a la freidora y darle la espalda a la extrañada fila de pacientes.

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