Era sábado por la mañana, el reloj que tenía delante en la parte superior de su pared, marcaban las siete con treinta minutos.
Odiaba como siempre su reloj interno lo hacía despertarse tan temprano en los fines de semana.Se encontraba recostado sobre su cama, con los brazos en cruz detrás de su cabeza como apoyo, vestía con una playera negra de tirantes y un pantalón holgado del mismo tono, tenía su mirada fija en el techo de su habitación, observando el tono blanco con el que estaba pintando, esperando a que dieran mínimo las ocho para levantarse e irse a preparar algo para desayunar.
-miau-
Un maullido lo hizo descender su mirada al suelo, y ahí sentado mirándolo fijamente mientras su cola se movía de un lado al otro de forma lenta se encontraba Einstein su gato de tono anaranjado.
-¿Qué sucede?- inquirió sosteniéndole la mirada, pero este solamente se quedó en su lugar sin hacer ruido
-¿tienes hambre?- pregunto nuevamente y como respuesta recibió un maullido del felino.
-En un rato, ¿sí?, aun es algo temprano para levantarme- bostezo mientras aun le sostenía la mirada a su gato, este no hizo ningún ruido, si no que de un salto se subió a su cama, para después subirse a su estómago y acurrucarse para una pequeña siesta.
El pelinegro observo cada movimiento y cuando su gato se había subido a su estómago se prometió cortarle esas garras que tenía por uñas.
-¿Y dónde están tus hermanos?- hablo pero al parecer el felino ya se había dormido o simplemente le estaba ignorando hasta que le diera de comer.
Kuroo tenía otros tres gatos aparte de Einstein, uno de color negro con blanco llamado “oreo”, otro de tono gris llamado “tom” y por último el más joven de sus gatos, de color gris y con unos rayitos en tonos más oscuros y negros, su nombre “señor búho” en honor a su mejor amigo ya que el pelaje del felino le recordaba al cabello de este.
Su mente divagaba entre los recuerdos de sus gatos, en cómo habían llegado cada uno de ellos a su departamento, pero la imagen de unos ojos miel se había interpuesto en estos, esos ojos le pertenecían al chico desconocido de cabello rubio, de piel clara, y bastante alto, de echo ahora que recordaba también estaba usando lentes, había chocado con él una semana atrás y desgraciadamente después de eso solo había podido logra verlo una vez más durante el almuerzo del jueves, pero cuando se levantó para ir a buscarlo un mar de gente había inundado el lugar haciendo que lo perdiera de vista, había desaparecido tan rápido como apareció.
Recordaba como ese par de ojos lo miraba, el rubio de su cabello moviéndose con las pequeñas olas de viento que aparecieron en ese momento y como lo hipnotizo solo en cuestión de segundos, incluso pensaba que aún estaba bajo ese hechizo, porque no era nada normal que siguiera pensando en un desconocido que solo pudo observar durante un instante.
Oikawa le pregunto múltiples veces durante la semana quien era ese extraño enamorado que lo había flechado bajo la atenta mirada del resto de sus amigos, y luego decían que el único chismoso del grupo era el castaño, si como no.
Pero nunca le había dicho más de lo que el mismo sabía, que era rubio y alto, no tenía ningún dato más del muchacho, ni su nombre, edad, ni qué carrera cursaba, nada, no tenía nada, que se supone que haría con eso…De repente un maullido lo había sacado de su pensamientos, giro su cabeza hacia un lado y se encontró con la mirada de Einstein
-Está bien, está bien, ya voy, pero deja de mirarme asi- Dijo mientras se sentaba en la orilla de su cama y se puso de pie, seguido de Einstein que bajo de un salto, sentándose en el suelo mirándolo de nuevo.
-Ve por tus hermanos-
El gato se puso en cuatro patas encaminando se a la salida de la habitación, desapareciendo de su vista tras abandonar el cuarto, miro curiosamente esa acción, siempre se preguntaba si era normal que un gato lo entendiera a ese nivel como lo hacía Einstein, de igual forma se dirigió fuera de su cuarto, caminando a la cocina en busca del alimento para sus gatos y de paso prepararse algo de comer para él.
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[University]
FanfictionSu mente solo giraba en torno al chico de ojos miel con el que había chocado un lunes de su primer día de clases