Secretos demasiado ocultos

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Al día siguiente, me dirigí a la escuela pensando en todo lo que pasó ayer con Mateo. Cuando la chica de la heladería le comenzó a mirar, me puse muy nerviosa y estuve a punto de perder los nervios, aunque al final no los perdí por miedo a asustar a alguien.

A primera hora me tocaba Historia y me senté al lado de Kate, mi mejor amiga. Ella siempre ha estado conmigo, literalmente, nuestras madres eran mejores amigas y nacimos casi el mismo día. Yo nací el 5 de febrero y ella el 7. Ella en sí es muy guapa en verdad, tiene el pelo pelirrojo que parece teñido por sus raíces oscuras, aunque no lo sea, tiene heterocromía (tiene un ojo azul y el otro marrón verdoso).

Detrás de mí se siente Jack, y a su derecha tiene a Pablo, el novio de Kate y mi mejor amigo. Debo decir que fui yo quien los hizo conocerse entre todos así que este "grupo" no estaría formado sin mí. Jack estuvo ligando conmigo durante un curso entero (hace dos años) y al rechazarlo tantas veces se cansó y ahora solo es mi amigo el que me hace compañía haciendo de sujeta velas cuando quedamos los cuatro juntos.

Las clases iban transcurriendo y cada vez estaba más nerviosa, solo quedaban dos horas para poder reunirme otra vez con Mateo.

- ¿Qué te pasa Ab? – me pregunta Kate.

- Es que estoy muy nerviosa – le respondo.

- Pero ¿por qué?

- Supongo que te acordarás de Mateo.

- No.

- El chico que me gustaba cuando éramos pequeñas y el cual tu siempre decías que era muy guapo y eso.

- Ahhhh, sí.

- Pues ayer vino a mi casa después de todo este tiempo y me dijo que al acabar el instituto vendría a recogerme.

- ¡BIENNNNNN!

- Shhhhh no grites.

- Ay, pero es que es como un cliché.

Al fin llegaron las 15 y pude salir de este manicomio llamado instituto. El problema es que cuando salí no había nadie llamado Mateo. Decidí quedarme un rato esperando a ver si venía, pero nunca vino. Pasé una hora esperando y mi estómago rugía como un tiranosaurio rex así que al final con mis esperanzas caídas por el suelo, volví a casa.

Normalmente tardo unos veinte minutos andando y diez en autobús, pero hoy estaba muy floja y cada vez me costaba más dar un paso, cada paso que daba, me iba decayendo.

- ¡Niña! ¿¡Quieres que te lleve a casa!? – gritó un hombre.

Vale, me quedaban unos cinco minutos y llegaba, no me podían raptar.

Cogí mucho aire y salí corriendo, al final no tenía fuerzas. Había estado corriendo tres minutos y ya no podía más, esto no es normal necesito ir a ballet. Estaba a punto de caerme al suelo cuando una voz que odiaba se escuchó aunque ahora era mi salvación.

- ¡Abigail! ¿Estás bie – eso fue lo único que escuché.

Lo demás estaba negro, mi mundo se apagó.

Me desperté en mi habitación tumbada en el sofá-cama que tengo, lo único que conseguí ver fue una figura sentada en el suelo. Esa persona era ¿SERGI?

- ¿Sergi, qué haces aquí? – estoy demasiado confusa.

- Es que había estado desde las cuatro en tu casa y como no contestaba nadie pues me quedé a ver si llegabas y viniste corriendo pero te desmayaste.

Las Poesías Que No Le Pude DedicarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora