Lo que hace falta

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Solté mi maleta durante un segundo y mire a mi alrededor.

Los edificios se alzaban gigantescos, haciendome parecer una pequeña hormiguita a su lado, las calles estaban abarrotadas de personas de todo tipo, y ninguna pestaba atención alguna a lo que ocurría a su alrededor.

Todos iban sumergidos en sus problemas, en sus asuntos, intentando evadir la realidad con la música que emitían los auriculares, cerrando algún negocio con el movil o simplemente perdidos en sus pensamientos.

Todo era nuevo para mi, me sentía como esas chicas de las peliculas americanas, estaba rodeada de "lo desconocido". Así lo llamba mi padre. Siempre pensando que todo era demasiado peligroso, demasiado arriesgado, pero yo nunca le hice caso, para mi la vida no era vida si no vivias al maximo, yo era de las que se lanzan, porque opino que si no lo arriesgas todo no puedes ganar nada.

Y ahora estaba en la quinta avenida, perdida en mitad de Nueva York, donde nadie me conocía, nadie sabía mi historia, nadie conocía mis secretos, nadie comprendía nada de lo que pasaba por mi mente....

Tenía la oportunidad de empezar de cero, como muchos dicen. Porque claro que tenía un pasado, pero huir de el era mi proposito, siempre estaría ahí pero olvidarlo, poder vivir sin estar amarrada a el, eso era lo que quería.

Respiré hondo. Todo era tan increible...tenía mis sueños claros, quería ser grande, quería ser oida, conocida por todos, que mi voz resonara allá donde fuera, iría paso a paso, pero lo tenía decidido.

Caminé a paso rápido, estaba algo perdida, tuve que pararme a preguntar un par de veces, pero al fin encontre la puerta. Era allí, estaba perdida entre barrios poco poblados, barrios demasiado caros para personas normales, pero estaba segura de que era aquella. Debía reconocer que la casa era gigantesca, tenía tres pisos, se veía a simple vista, y un jardín que podría servir de campo de futbol, con una piscina poco cuidada y más instalaciones que estaban en la parte de detrás, y estatuas, un numero incontable de estatuas de todo tipo que resultaban ciertamente siniestras. Aquello era una mansión comparada con mi casa...y con cualquier casa.

La puerta, incrustada en unas paredes color crudo, era de color madera, tambien discutiblemente enorme. Llamé al timbre. El sonido que emitía era glorioso, como campanitas de angel que resonaban una y otra vez en una especie de eco.

Escuché como unos pasos se acercaban a la puerta. Estaba muy nerviosa, me temblaban las piernas, aquello era una experiencia..que sin duda tardaria en olvidar. Tendría la oportunidad de disfrutar de esa casa/mansión, de esa ciudad, de sus calles, de sus monumentos, de las personas que vivían el ella, durante seis largos meses. Simplemente maravilloso.

El pomo de la puerta giró levemente y la puerta se abrió despacio, muy despacio. Un hombre con un aspecto serio clavó sus ojos avellana, ya cansados de sus largos años de vida, en mi. Me examinó de arriba a abajo, sin cambiar su expresión, lo que provocó en mi un escalofrío, su mirada era aterradora, pero aún asi no mi moví, no podía quejarme.

- El señorito Patrick no se encuentra en este momento, vuelva mas tarde, o si lo desea puedo decirle que le hizo una visita, ¿a nombre de quién? - mi cara debió ser un poema...., aquello debía ser un error, ¿quien demonios era Patrick?

- ¿disculpe?

- Patrick no se encuentra disponible, lo siento mucho pero me temo que tendrá que regresar en otro momento.

- debe de haber un error....no conozco a ningún Patrick, ¿es esta la casa de los señores Adams?

- asi es, ¿quien es....oh dios mio no sabe cuanto lo siento -el hombre pareció caer finalmente en quien era pues su expresión cambio por completo, ahora parecía un señor amable. Sus ropas eran de color negro a escepción de sus guantes, que lucían una seda blanca de calidad, se veía a distancia - acompañeme señorita Grant, le estabamos esperando. - el hombre me abrió paso y me extendió la mano en señal de que debía darle mi equipaje

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