DIARIO DE UNA FEA

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Por Patri

Lloviendo sobre mojado

"La vida no es la que uno vivió; sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla" (Gabriel García Márquez, escritor, guionista y periodista colombiano).

El reloj de su muñeca marcaban ya las 19:45 de la noche. Ya le quedaba poco para terminar el trabajo del día. Sin embargo, su jornada laboral era mucho más larga que la del resto de los empleados. Normalmente, ellos salían entre las 18:00 y las 19:00. Y sin embargo, ella tenía que trabajar y trabajar como una mula para el necio que estaba ahí fuera y que muchas veces ni siquiera era capaz de mover un dedo por ella.
Betty por fin terminó de redactar el informe y de archivarlo en el computador. Estaba cansadísima y hambrienta; lo único que deseaba era llegar a casa, disfrutar de la deliciosa cena que habría hecho su mamá y acostarse tras leer y escribir un ratito.
Sin embargo, en cuanto saliese por la puerta del hueco, debería lidiar con las pretensiones de Don Armando Mendoza, que seguramente que le exigiría que saliesen a algún lugar para poder estar solos y donde pudiesen hablar de su relación. Aunque amaba a ese hombre con todas las fuerzas de su alma, cada vez era más difícil trabajar a su lado; y cada vez lo soportaba menos.
El doctor Mendoza había comenzado a beber el día que estuvieron los abogados en la empresa para levantar el acta del embargo. No obstante, últimamente estaba más despendolado que nunca. Cada vez que salía del hueco, le veía con un vaso de whiskey sobre el escritorio. Y eso había coincidido con la fecha en la que ella comenzó a estar más distante con él. Aún así, no sabía por qué se encontraba en ese estado. ¡Debería estar feliz de no tener que besar a Betty la Fea, ni de tener que hacerle el "horror"!
B: Bueno... –suspiró mientras tomaba su cartera y unas carpetas– Mañana será un nuevo día... Tan insufrible y castigador como hoy...
Al acercarse a la puerta, vio que la luz de la oficina de Presidencia estaba apagada. Tal vez Don Armando se había ido... Por una parte, se sintió feliz, porque así no tendría que darle explicaciones ni discutir con él; pero por otra parte, podía ver lo poco que le importaba a ese hombre... Eso la entristeció muchísimo. Abrió la puerta de su oficina y caminó rápidamente hacia la puerta de Presidencia para salir al corredor.
A: Buenas noches, Beatriz...
Aquella voz hizo que se paralizase del susto. Se giró y vio una silueta tras la mesa. Buscó a tientas el interruptor con la mano y lo prendió. Don Armando estaba allí con cara de enfadado y con su inseparable amiga, la botella de whiskey, en la mano.
A: Veo que tiene mucha prisa... –ironizó– Ni de despedirse tiene tiempo...
B: Pero, ¿qué hacía acá a oscuras, doctor? –trataba de serenarse tras la sorpresa inicial– Parecía la mamá de Norman Bates en "Psicosis"...
A: Cierto, ¿no? –sonrió con cierta tristeza; se notaba que ya estaba algo tomado– No soportaba la luz; por eso la apagué. Pero ya veo que usted no salió para comprobar si me había ido o no...
B: No me percaté de la luz apagada hasta hace un momento, don Armando. Estaba muy concentrada en el trabajo... –hablaba atropelladamente. A veces, la actitud de ese hombre la daba auténtico pánico; aunque no sabía por qué. Quería irse corriendo.
A: Y... Dígame... Betty... –soltó la botella sobre el escritorio– ¿Cuándo vamos a tener un tiempito para nosotros? ¿Cuándo será que podrá hacer un hueco en su apretada agenda para prestarme un poco de atención?
¿Atención? ¿Ese cínico miserable le estaba recriminando que no le prestaba atención? ¡Tuvo ganas de tirar las carpetas al piso y meterle la botella por la boca, a través de la garganta! ¿Por qué le tenía que pasar todo eso a ella? Con lo feliz que era sólo imaginándose a un Don Armando perdidamente enamorado de ella... Pero el sueño se le había transformado en pesadilla. Prefería al Don Armando histérico y neurótico por el trabajo que al Don Armando que sufría celos financieros...
B: Don Armando... –pacientemente– Ya le dije que no puedo faltar tantas horas de mi casa... ¡Mis papás casi no me ven! Y yo necesito descansar... ¡Entiéndame!
A: Y quién me entiende a mí, ¿ah? –preguntó, levantando la voz– Porque usted no me entiende... ¡Yo quiero que esté conmigo y usted se va y me deja solo una noche más! Y seguramente que me saldrá con el cuento de que no podremos vernos hasta la próxima semana...
B: Doctor, yo quedé en avisarle para vernos fuera de la empresa... ¡Ya se lo dije! No es tan difícil de entender... –estaba cansada de pelear con ese hombre y consigo misma. No podía creer que una parte de ella quisiera lanzarse a sus brazos y pedirle que la besara y la amara.
A: ¿Va a estar con sus papás y luego se va a ir a dormir o se va a ver con ese tipo? –dio un sorbo de whiskey– Con el sangrón de Nicolás Mora...
B: Si está en mi casa, difícilmente podré esquivarlo, señor... –temblaba por la impaciencia– No creo que pueda escalar por la fachada hasta la ventana de mi habitación...
A: Claro... ¡Como se la pasa ahí metido! –comentó muy enojado– En cambio... a mí no ha vuelto a invitarme a su casa desde su cumpleaños...
Su voz evidenció tristeza; sin embargo, ella no le creyó ni una sola palabra. Ese hombre debería estar en Hollywood y no tras un escritorio...
B: Pero, ¿para qué quiere ir a mi casa? –ese hombre la exasperaba– No creo que se le haya perdido nada por allá... Bueno, ya estoy cansada de esta absurda conversación... ¡Me voy! Yo ya le avisaré para que nos podamos ver... Y por favor... ¡deje de beber!
Salió de Presidencia. Armando hizo un ademán de levantarse de la silla para detenerla, pero comprobó que no merecía ni la pena; porque ella no quería estar con él. ¿Por qué no quería estar con él? Si prácticamente le estaba ofreciendo exclusividad... No había vuelto a tocar a Marcela y a ninguna otra mujer desde que hizo el amor con ella el día de su cumpleaños. ¡Y lo había intentado muchas veces! Con la propia Marcela, con Karina Larson, con Claudia Bosch, con Silvia Marinelli... ¡Y con todas y cada una había fracaso! No es que la "inspiración" se le cortase en plena faena, no... ¡Es que las Musas ni hacían su aparición!
Mario Calderón era el que le había instigado a probar con ellas para ver si estaba empezando a sufrir algún tipo de disfunción eréctil. Sin embargo, cuando se acerca a Beatriz e intentaba restregarse con ella, sí que había "inspiración". Pero llevaba varias semanas diciéndole siempre que no y tenía que hacerse el "apaño" él solo en el cuarto de baño de Presidencia. ¿Tan malo consideraba que era en la cama?
Seguramente que esas víboras de Karina Larson, Claudia Bosch y las demás debían de estar convirtiéndolo en la comidilla de toda Bogotá. Había pasado de ser el Tigre de Bogotá a ser el Gatito con Guantes de Beatriz Pinzón. Aquella situación le estaba desesperando. Apuró el contenido del vaso y se dispuso a marcharse a su apartamento. Esa noche quería estar solo, ya que Beatriz le había rechazado...

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