23|Sin piedad.

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Todo sucede de manera precipitada, Iván extiende su brazo en dirección hacia el escenario y le veo presionar algo adherido en su muñeca que expulsa una telaraña eléctrica ocasionando que una fuerza invisible nos envíe a todos al suelo

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Todo sucede de manera precipitada, Iván extiende su brazo en dirección hacia el escenario y le veo presionar algo adherido en su muñeca que expulsa una telaraña eléctrica ocasionando que una fuerza invisible nos envíe a todos al suelo. Siento que recibo una patada en el estómago ante el impacto y termino cayendo de culo en el césped hasta girar sobre mi espalda y quedar boca abajo.

Mi respiración se entrecorta a la vez que emito quejidos de dolor en mi vientre, al voltear la cabeza hacia las mesas, noto que los invitados no mueven ni un solo musculo. Por mi parte, no tengo la menor idea de donde nace la fuerza en mi que reacciono poniéndome de pie y empezar a correr en dirección a Iván ahora que está distraído hablando por una radio.

Lo intercepto cometiendo una grandísima estupidez: me lanzo encima de él enredando brazos y piernas, perdemos estabilidad impactándonos en el suelo hasta rodar. Ya los huesos comienzan a pasarme factura rápidamente.

Los mis ojos y los suyos no tardan en encontrarse.

—¡¿Qué te pasa!? —espeta lleno de furia apartándome de encima sin una pizca de amabilidad.

—¡¿A ti qué te pasa demente!?

—¡Estoy en una operación de trabajo! —no hace nada para bajar su tono de voz. Se pone de pie sacudiendo su extraño traje —. Demonios, eres peor que Hanssen, ¿dónde carajos está?

¿Eh?

Varios hombres portando el mismo uniforme oscuro y sin logotipo que los identifique van entrando rápidamente por el jardín cargando armas donde el caos se desata contra los de seguridad que han sido inmunes ante el impacto de aquella fuerza invisible.

Los invitados siguen sin levantarse. Iván grita indicaciones, menciona el nombre de Margot y sobre un secretario de defensa, casi no presto atención al arrastrarme sobre el césped para salir con vida estando en medio de la zona de impacto. Ahogo un grito cuando tiran del vestido con fuerza obligándome a quedar de pie.

—¡No me toques!

—Si quieres morir, por mí está estupendo, pero a tu noviecito no le gustará la idea —responde el chico con la voz agitada llevándome hacia los árboles.

—Sé cuidarme sola.

—No me interesa.

—¿Y qué haces tu aquí? ¿Cómo encontraste a Hanssen? —él me está dando la espalda asomando media cabeza por el tronco del árbol, saca una pistola en estado de alerta —. Qué maravilla, todos tienen un arma menos yo.

—Él me llamó, princesa —me dice mirándome rápidamente sobre su hombro —. Escuchar su voz no fue satisfactorio, créeme.

Asomo mi cabeza tras de él percatándome como sus hombres toman con facilidad el control del lugar, han eliminado a los de seguridad en menos de un parpadeo.

Un deseo prohibido #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora