Noche cerrada en lluvia y estremecida por los truenos ensordecedores, pasa alguien desconocido corriendo, llevaba ropa holgada y desgarrada, pelo medio, rubio y mal tratado no se lograba distinguir su género, bajo el regazo llevaba agitando una canasta.
Se detiene repentinamente frente a un orfanato religioso dirigido por monjas. Pone la canasta en la puerta con delicadeza, extiende con temor la mano y mientras le temblaba toca el timbre del local y se va corriendo con la mirada perdida en el suelo, con su postura cabizbaja, hombros caídos y ojos sumergidos en un río de lágrimas, se podía notar la profunda desolación y angustia que soportaba a duras penas en aquel momento.
Instantes después una hermana del lugar abre la puerta y recoge la canasta, con la cara tapada completamente por un velo y parecía que estuviera recogiendo simple basura que cayó fuera del cesto.
-Uno más para la colección. Dice con tono desagradable.
Yo miraba todo aquello desde una ventana vieja y destruida por el paso de los años del mismo lugar.
Siempre se dice que la curiosidad es algo muy imprudente, desde ese día lo tengo más que claro, salí de mi habitación en silencio para ver a nuestro nuevo compañero y agachado en la escalera me pongo a observar, nunca antes había salido de mi habitación, normalmente a esa hora estaba dormido, pero, ese día no conseguía conciliar el sueño.Todo era raro ahí debajo en el salón de junto a la entrada principal, aquellas mujeres hablaban por momentos un idioma que no podía comprender, ¿latín, tal vez?, pero bueno, entre lo que pude escuchar en mi idioma decía algo de una ofrenda o algo de un culto, se me pusieron los pelos de punta, esto no me gustaba.
Ingenuamente seguí allí y por si no fuera poco decidí seguirlas para ver que era lo que pasa, al fin y al cabo no tenía nada que perder . Bajando la escalera un escalón cruje y corro hacia atrás con los pies en punta para no hacer ruido, me escondí detrás del barandal y me quedé unos segundos allí. Asomé la cabeza y extrañamente no vi a nadie, sentí alivio un instante hasta que siento en mi nunca una respiración muy caliente, parecía un búfalo agonizando, no quería girarme pero la cabeza sola se dirigió hacia detrás, estaban todas ahí, detrás mío, me miraron fijamente, yo no cabía en mi cuerpo, el miedo y la desesperación reinaban en mí, no me salía tan siquiera un grito para pedir ayuda o simplemente de terror, nada, solo me quedé paralizado.
Sus caras, si así puedo llamarlo, tenían los ojos... Bueno ojos no tenían, solo eran las cuencas llenas de pudrición y líquido negro que les salía de ellos, la piel de la boca no existía, se les podía ver completamente la estructura dental, con los dientes llenos de sangre y pedazos de algo como si fuera carne cruda(mejor no saber de qué era la carne), la nariz era simple un agujero grande con forma de corazón invertido, me perturbaba la gran sonrisa que tenían, claramente era debido a la falta de piel, pero bueno la piel era vieja casi descompuesta totalmente, gris casi negra y putrefacta, sus uñas eran largas y negras, parecían garras de gavilán, parecía como si hubieran muerto hace unos meses, como cuerpos en descomposición.
La que se encontraba frente mío me dijo con voz arrogante y enfadada, pero a la vez algo jugetona:
- ¿No deberías estar durmiendo ya?, a los niños malos que no se duermen hay que castigarlos, ajajajajajajaj- todas comienzan a reír con esas voces tétricas.
Mis piernas temblorosas a más no poder reaccionaron a tiempoy como si un shot de adrenalina se tratase corrí lo más rápido que pude y las logré dejar atrás, me encerré en mi habitación cerrandola de un portazo y poniendo el seguro y una silla en el pomo de la puerta, me senté en la esquina de la cama mirando la puerta hasta que me ganó el sueño, parecía que todo había acabado y lo único que deseaba es que al otro día esas cosas no existieran.