Un rayo de sol iluminaba mi rostro como cada mañana por el hueco de la ventana vieja de madera, empiezo a estirarme mientras recuerdo todo lo de anoche y se me ponía la piel de gallina, me asustaba solo de pensarlo, de pronto siento que alguien llama a la puerta y de un brinco me volví a arrinconar, estaba a la defensiva después de todo lo que había visto esa noche. Una de las hermanas me habla, su voz era normal y dulce para nada igual que por la noche. Pensaba que me había vuelto loco y que había tenido alucinaciones, la duda se apoderaba de mí, lo único que se me ocurrió en ese momento fue quedarme en silencio.
-Todo está bien?, bueno supongo que quieres estar solo, pero bueno, tienes que comer, ven vamos a desayunar.
Con los nervios en su punto decidí ir, no tenía otra opción. Quite la silla y el cerrojo, empecé a abrir la puerta poco a poco fijándose cuidadosamente en su apariencia, pero, era normal, la misma de siempre. La hermana Teresa siempre venía a despertarme cuando me quedaba dormido, hoy no fue la excepción, pero notaba el ambiente un poco más tenso, tal vez era por mí, por mis pensamientos tan repentinos.
Aquel día era diferente, todas las monjas me miraban sonriendo, no era una sonrisa normal, me aterraba, era como si el mismo diablo me estuviera mirando, pero en muchas caras, no dejaba de relacionarlas entre esa noche y este día, eran las mismas, tenían la misma composición física que cada una de las que vi esa noche.
No comí mucho, aunque soy de buen comer ese día no tenía hambre, solo me senté a esperar que pasara el tiempo.Saliendo al patio, como cada día hablé con mis amigos y les conté lo que había sucedido, me miraban con cara de estar loco y que no me creían ni una palabra, con tal de no parecer un mentiroso y aunque me diera mucho miedo tome la decisión de retarlos a ir conmigo por la noche aver si era verdad, con la voz media enredada y de tono bajo, evidencia de que no estaba seguro de lo que hablaba, aceptaron y quedamos en que iríamos juntos por la noche aver que estaba sucediendo. Sentimos unos pasos ligeros por la espalda y nos viramos a toda prisa, paso una de las monjas por atrás cerca de nosotros como si quisiera saber de qué hablábamos, pero, incapaz de preguntarnos, pensamos que no había escuchado nada, no estábamos seguros, me seguía mirando con esa sonrisa diabólica.