Capítulo 3- Vi

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De todas las cosas que imaginaba que ocurrirían cuando saliera de aquel estercolero esa no estaba entre ellas, ella no estaba en mis planes.  Si hace unos meses me hubieran dicho que un guardia de Piltover vendría a sacarme, a pedirme ayuda incluso y que terminaríamos así,  tan... enredadas, le hubiera mandado a la mierda.

Cuando me di la vuelta tras revolear los pantalones que acababa de quitarle me encontré con la visión de su cuerpo completamente desnudo. Me quitaba el aliento. No tenía nada que ver con las formas de mi cuerpo, machacado a conciencia para ser más fuerte, más dura, para poder golpear sin miedo a nada. Ella era la belleza de la fuerza de una vida dedicada a prepararse, no para destruir si no para ser exacta, tenaz y mortífera. 

–Eres jodidamente hermosa. – le agarré la mandíbula con una mano mientras le plantaba besos lentamente por la mejilla, la frente y la boca. Me paraba para admirarla, quería saborear cada parte de ella, le pasé el pulgar por los labios y luego con mi lengua. Se me escapó un gemido al pensar en hacer lo mismo en otras partes de su cuerpo.

Estabamos una al lado de la otra, conectadas, con el peso de su  pierna encima de mi cadera. Desde el tobillo comencé a subir caricias por su piel tersa, por su gemelo, bajo su muslo firme. Ahí comencé a apretar cuanto más sentía mi  excitación, apreté hasta  que escuché un quejido. Joder si.

–¿Te duele? Puedo intentar no hacerlo. – dije mientras me deleitaba observando su cuerpo, dudando de que pudiera controlarme.
–No, está bien. –  su voz entrecortada. Gruñi  y  llegué hasta su culo,  agarrándolo con fuerza y clavando mis dedos. Escuchandola proferir algún gemido deslicé mi mano hacia su entrepierna acariciándola, mientras la miraba. Queria verle la cara cuando comenzara. Ella no dudo en entreabrir la pierna, invitándome, subiendola más en mi para que pudiera llegar al centro ahora caliente, mostrando su excitación.
Acaricié toda la humedad, su centro, en pequeños círculos que me mareaba cuanto más sentía mis dedos llenos de ella, su boca anhelante contra la mía. 
–¿Quieres mi mano o mi boca?
–Primero tu mano.
–¿Primero? Que avariciosa, lo quieres todo, que guardia tan mala… – la agarré con una firmeza suave del cuello y metí solo un poco el dedo corazón,  sacándolo para llevármelo a la boca y  lamerlo delante de ella. Sonreí satisfecha al ver su ojos de sorpresa.
–Tan dulce pastelito…

     Me incorporé aguantándome sobre un codo. Le pedí que se tumbara boca arriba, se  acomodó con una pierna estirada y la otra encogida, parecía relajada, cómoda con lo que estábamos haciendo.  Quería devolverle el favor por haberme sacado de allí, si hubiera pasado un minuto más me hubiera colgado del primer sitio que hubiera encontrado. Pero eso ella no lo sabía. Necesitaba ver sus expresiones, asegurarme que disfrutaba todo lo posible.
    La bese una y otra vez, y le agarre un pecho con intensidad,  tiré levemente de su pezón, activandola aún más antes de volver a meter mi mano entre sus piernas.

Dando círculos la acaricié sintiendo sus caderas balancearse de deseo.
–shh tranquila, me tomaré mi tiempo, ahora es mi momento. – quería hacerla sufrir de deseo, llevarla al límite y yo con ella.

Mientras seguía tocandola no pude evitar  conectarme con más partes de su cuerpo, quería más, así que baje mi boca hasta encima del pecho mordiendo la piel, ardiente,  puede que pensara que soy una puta animal pero quería comérmela entera.
Respiración descontrolada, gemidos cuando por fin meti un segundo dedo dentro de ella moviéndose en una petición que la invitaba a elevarse y romperse.  Ese era el momento que estaba esperando, pare el ritmo y un gemido de frustración salió de su boca.

–¿Qué te pasa ? ¿Quieres más?
–Sí. – dijo intentando besarme, pero me aparté levemente para que no pudiese llegar a mis labios. Le apreté el cuello, solo un poco más antes de subir el ritmo, la tensión se acumulaba en mis adentros,  me acerque a su oído.
–Tus deseos son ordenes para mí. – ahora mis dedos dentro y el pulgar acariciando ese punto exacto, ajustándome a su respiración me agarró de la muñeca que tenía  entre sus piernas pidiendo más, montando mis dedos, volviéndome loca. Continúe mirándola, hasta que por fin explotó en miles de estrellas de placer, hasta que su columna se  curvo con toda ella, hasta que echó su cabeza hacia atrás y sus gemidos rebotaron en la habitación.  Era música para mi, una música que me encantaba tocar. Y bebí de ellos.

La observé exhausta y derrotada, pero yo no había acabado con ella, aun no, quería aprovechar que seguía sensible.  No había decidido aún cómo me gustaría hacerlo pero mi impaciencia no me dejó mucho tiempo para sopesarlo, ni le dejé tiempo para darse cuenta de lo que ocurría.

Fui bajando, besando su cuerpo y haciendo un camino hasta aquella perdición entre sus muslos. Noté como su cuerpo volvía a tensarse cuando volví a esa línea en su bajo vientre y me detuve. Respirando el olor de su piel la miré, me observaba inquieta y avergonzada, pero sabía que estaba impaciente, al igual que yo. Agarrando sus caderas la acerqué más a mi de un tirón. Soltó  una exclamación.

Mientras le daba suaves mordiscos, pasé mi mano por debajo de su muslo, levantándolo hasta la altura de mi cara, pasé mi nariz por el y luego comencé a saborear esa piel tan exquisita, joder podría estar así todo el día si no tuvieramos que… bah, al cuerno con todo, ahora la quería a ella, asi. Nunca he destacado por mantener la cabeza demasiado fría pero ahora que la tenía entre sus piernas, era imposible pensar en otra cosa.

Coloqué sus dos esbeltas piernas sobre mis hombros, haciendo que su cadera quedara levemente levantada de la cama y ahí sí. Qué banquete.

Apretando sus muslos pasee mi aliento por ella y mi lengua alrededor de su centro, sin tocarlo. Escuchaba su respiración, sus gemidos contenidos, no se si me excitaba más cuando gemía sin pudor ninguno o cuando estaba así, intentando acallarlos. Dejandome tener el poder de tenerla tan expuesta para mi me confundía los sentidos y me impedía pensar.

Chupé su centro una vez y luego todo, calentandola con mi aliento, sentí sus manos enredándose en mi pelo, agarrándose a mí, empujandome para que continuase, reí.

–Que impaciente eres.

Alargué una mano hasta su pecho mientras seguía con mi ardua tarea que me arrancaba algún que otro gemido al saborearla, viéndola estremecerse. Retorcí su pezón apretando con suavidad. Cuando ví que su cuerpo reaccionaba, que no me apartaba, continúe apretando. Quería que lo sintiera todo.

Podía percibir cómo se precipitaba al clímax, así que  la contuve, para poder introducir mis dedos en su humedad y ahí fue cuando no tuve piedad. Una locura de sensaciones frenéticas entre mi boca, mis manos y su pecho, aunque notaba la herida en mi costado lo ignoré.   No caben las delicadezas en esos momentos. Lo hice rápido, lo hice duro y encogiendo sus piernas me agarró del pelo,  volviendo a estremecerse, una mezcla entre querer apartarme, sensible a todo y atraerme para que no para. La besé por última vez y quedó lánguida como una muñeca, tapándose la cara.

–Te odio Vi. – dijo totalmente abrumada.
–Lo sé.

"Lilas y suspiros en Piltover" (Parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora